𝐍𝐄𝐖 𝐑𝐎𝐌𝐀𝐍𝐓𝐈𝐂𝐒 | ❛ podría construir un castillo con todos los ladrillos que me lanzaron... cada día es una batalla, pero cada noche con nosotros es un sueño. ❜
España era el actual centro de atención del mundo entero. Con dos jóvenes pro...
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LA CABEZA DE ALESSIA, todavía no lograba procesar que había desarrollado tan rápido un lazo de amistad con un grupo de futbolistas gracias a sus mejores amigos de la infancia. Para ella, el haberse reencontrado con Pacho y Franco, era como un sueño, pues cuando decidió mudarse a Inglaterra, se mantuvo mucho tiempo con ese pensamiento de soledad que la hacía sentir culpable.
Sabía que la decisión de mudarse había sido la mejor por su situación familiar, sin embargo, la distancia que mantenía con sus amistades, la hacían dudar, pues tal vez nunca más los volvería a volver.
Se sentía muy agradecida por la falta de incomunicación.
Su vida en Londres había sido muy diferente, había conocido a sus tres amigas allá gracias a la fama, y eso a veces la hacía sentir un poco acorralada. No tenían privacidad. Todos conocían todo de las cuatro.
El pequeño escape la había mantenido calmada por un par de minutos, pero cuando quiso tomarse un tiempo para poder descansar del agotamiento que su reciente éxito le estaba provocando, Candelaria, Ariadna y Thalia, habían planeado algo bastante contradictorio.
Las luces de colores y la leve vibración de las paredes la empezaban a alterar. Una música para nada relajante se reproducía en los parlantes, y había una cantidad abrumante de gente desconocida a las que sus amigas habían decidido invitar a la fiesta.
—¿Estás bien? —Una voz resaltó entre el ruido. Alessia, sentada en una de los bancos altos de la cocina, sacó su cabeza de entre sus manos y alzó su mirada pensando que se trataba de otro extraño en busca de un lugar vacío para liarse con otra persona—. Te ves... rara.
Ella y Pedri no se conocían lo suficiente como para que él pudiese leer su expresión, pero eso no hizo que ella estuviese desilusionada de encontrarse con él. Todo lo contrario, agradeció internamente su presencia.
Trató de sonreír, sin embargo lo único que mostró fue una mueca.
Esa fue la señal que necesitó el canario para saber que algo estaba mal.
—¿Sabes? —dijo él, empezando a recoger todos los vasos plásticos que estaban botados por el cuarto—. Cuando Ariadna nos llamó para que viniésemos, jamás me imaginé que había montado todo esto.
Alessia dejó salir una risa amarga.
—Yo menos —susurró ella encogiéndose de hombros—. Tengo cero ganas de estar aquí.
Estaba exhausta. Pensó en dormir una siesta después de la reunión, pero el trío de amigas había insistido en que debía tomar un baño y comenzar a alistarse, ya que no tenía mucho tiempo.
