»serendipia.«
Circunstancia de encontrar por casualidad algo que no se buscaba.
Nueva España | Año 1756.
Teodora Villavicencio.
Resonaban los sonidos de vendedores anunciando sus productos junto a compradores regateando por los mejores precios. Teodora caminaba al lado de su madre, pero su mente estaba en otro lugar. La imagen de aquella niña como un fantasma en su memoria, su mirada asustada y su evidente situación desamparada la atormentaban.
—Debes estar preparada para el próximo baile —le recordó su madre con voz imperiosa—. Debes mostrarte encantadora y educada, como siempre.
Teodora asintió, apenas escuchando, no podía concentrarse en las palabras de su madre.
—Vi a una niña en el mercado hoy —murmuró con voz temblorosa—. Parecía estar perdida y asustada.
—Sólo otra huérfana sin hogar. No es asunto nuestro, Teodora —comentó su madre con un cierto desprecio—. Debes aprender a enfocarte en lo que realmente importa, no puedes perder el tiempo en trivialidades —añadió con frialdad.
—¿Alguna vez has sentido que algo te llama sin saber por qué? —insistió Teodora, buscando comprensión en los ojos de su madre.
—Con el tiempo, aprenderás que hay cosas más importantes que seguir tus impulsos emocionales. —la mirada de Doña Beatriz se endureció.
La conversación murió en ese punto, dejando un incómodo silencio en el camino de regreso a la mansión.
Teodora se balanceaba sobre los adoquines de las calles empedradas, se fijó en un hombre de aspecto descuidado que estaba cerca de ellas, su mirada cansada y un rostro demacrado.
Sintió un impulso de compasión, dispuesta a ofrecerle algo de ayuda. Sin embargo, la mirada severa de su madre la hizo retroceder, desvió la mirada y se ubicó de nuevo junto a su madre.
El mendigo extendía su mano hacia cualquier persona que estuviera cerca, su gesto suplicante implorando ayuda.
Su madre ni siquiera lo miró.
"—No tenemos por qué ayudar a los necesitados que encontramos en la calle, Teodora. Debemos centrarnos en nuestras responsabilidades y mostrar a los demás nuestro estatus y posición en la sociedad".
Observó al hombre, su rostro cansado y sombrío, entonces decidió hacer algo para ayudarlo.
Disimuladamente, jugueteó con el pliegue de las capas de su vestido, sacando una moneda de plata que había guardado entre ellas. Con destreza, deslizó la moneda entre sus delgados dedos y la lanzó con suavidad, evitando cualquier ruido. Sus ojos se encontraron por un breve instante con los del mendigo, ella le dedicó un pequeño guiño de complicidad. El hombre comprendió el gesto y juntó sus manos en un agradecimiento silencioso.
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Flores y Mantillas | Teochitl.
FanfictionLas Leyendas AU. "Todos estamos rotos, todos nos rompemos, por el roce de un alfiler o por el golpe de un martillo, pero nadie está menos roto que otro, y nadie está a salvo de romperse tarde o temprano." Cuando Xóchitl Ahuactzin fue separada de su...