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Durante el camino hacia el mercado, Teodora no supo callarse un sólo minuto. Tenía que comentar absolutamente todo, desde la tienda hasta los vendedores, también contaba anécdotas aletorias y preguntaba sin detenerse a esperar respuesta.

Aunque inicialmente había pedido silencio, Xóchitl no había conocido nunca antes a nadie que hablara tanto, y cada palabra suya la hacía querer escuchar más.

Las callejuelas del mercado rebosaban vida y color. El bullicio de la gente, los aromas de especias, frutas y perfumes, así como los colores brillantes de las telas y de las mercancías llenaban el aire.

Teodora paseaba observando cada puesto con asombro y curiosidad, pocas veces había ido al mercado antes. Este, especialmente, tenía aún el recuerdo de la primera vez que vio a la chica que tenía ahora a su costado.

A su vez, Xóchitl se sentía abrumada por la multitud, su mirada desconfiada recorriendo a los vendedores y transeúntes. Definitivamente, el lugar no traía memorias amables consigo.

Sostenía con cuidado la lista escrita, sintiendo el peso de la responsabilidad en sus manos. La bolsa de tela que llevaba estaba llena de monedas de cobre y plata, todas cuidadosamente contadas.

Cuando Teodora se colocó a su lado nuevamente, Xóchitl tomó el valor para extender el papel hacia la pelirroja, quien lo tomó con curiosidad, notando como la expresión de Xóchitl se volvía cada vez más tensa.

—¿Qué dice aquí? —preguntó en un susurro, avergonzada.

—Vaya, ¿en serio no sabes leer lo que es esto? Es tan básico. —vaciló.

—No, no me lo enseñaron. —respondió, tratando de mantener su voz firme.

Claro, nunca había considerado la posibilidad de que Xóchitl no supiera leer o escribir, y para ser justos, ella tampoco quería revelar su historia o las circunstancias que la habían llevado a esa situación.

—Lo siento, no quise decir eso... —se disculpó, sintiendo que había cometido un error.

—Está bien. No importa.

—Tenemos que... comprar algunas verduras frescas y carne para la cena. —leyó en voz alta, intentando regresar al tema original.

Se acercaron a un puesto. Teodora comenzó a negociar con el vendedor, Xóchitl admiraba la confianza con la que manejaba la situación. El vendedor, un hombre mayor con arrugas profundas y manos ásperas, mostró una sonrisa amistosa.

Llegaron a un precio, la pelirroja pagó con algunas monedas de plata y tomaron las verduras y la carne cuidadosamente envueltas en un paño.

Cuando Teodora intentó tomar su mano para guiar a Xóchitl hacia otro puesto, esta última se retiró rápidamente, siendo atraída por un puesto donde se exhibían frutas coloridas.

—Pruebe una. —ofreció una chica, extendiéndole una manzana.

Xóchitl titubeó, no sabía cuanto costaría, o si tenía el derecho de gastar algo más a lo que se le pedía.  De todas formas, no iba a aceptar algo sin pagarlo ella misma.

—Gracias, pero no puedo. —rechazó tímidamente, bajando la mirada.

—Permíteme comprártela, ¿de acuerdo? —intervino Teodora, sacando unas monedas de cobre de entre las capas de su vestido.

Ella solamente trataba de ser amable. y a pesar de sus buenas intenciones, las palabras sonaron condescendientes.

—No necesitas hacerlo. Sólo no tengo dinero para comprar cosas que no sean de la lista. —rechazó, retirándose del lugar.

Flores y Mantillas | Teochitl.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora