Por Carlos.
Despierto en plena madrugada, y aquí está ella. La incredulidad me invade al verla en mi casa, en mi cama, abrazándome como si fuera lo más natural del mundo. Ni en mis mejores sueños habría imaginado esta escena. La contemplo, serena y cómoda, acurrucada contra mí, mientras sus palabras resuenan en mi mente.
Me pidió luchar por nosotros, por ella, a creer en esto. Después de todo lo que he vivido en estos días, en estos años, nada es como lo imaginé y aquí está ella.
No necesito cerrar los ojos para imaginarla, para sentir su presencia. La tengo aquí y puedo responder a mis preguntas de siempre de cómo es su rostro ahora, sentir el calor de su cuerpo y sin duda ver que es una mujer hermosa, con la apariencia de una niña todavía, pero está niña con su mera existencia está acabando conmigo. La presión de mi erección contra la cremallera de mis pantalones es incontrolable, y aunque mi abdomen y mis testículos duelen, prefiero permanecer inmóvil para no perturbar su sueño. Inhalo profundamente y luego exhalo despacio, parece molestarle, pero ella solo se mueve un poco, sin despertar.
No puedo apartar la mirada de ella. Mantiene su delgadez, aunque no estoy seguro si es su constitución natural o si está un poco por debajo de su peso. Su piel es sorprendentemente blanca, adornada con lunares y pecas en la espalda, la punta de la nariz y las mejillas. Su cabello sigue siendo largo, brillante y hermoso, ligeramente más oscuro de lo que recordaba. Las mechas, eso me dijo, cierro los ojos por un instante para recordar las suyos. Hoy vi sus ojitos nublados, de un gris opaco que escondía su impresionante color azul. Sus labios rosados son más anchos que antes, sobre todo su labio inferior, es carnoso y la forma en la que lo juega y muerde constantemente me está volviendo loco, siento mi corazón acelerarse y respiro, gruño en reproche al camino que van siguiendo mis pensamientos.
Ella se mueve otro poco haciendo que su cabello caiga a su espalda y veo que detrás de su oreja tiene un pequeño tatuaje en forma de luna con cinco pequeñas estrellas, pongo los ojos en blanco, no me gusta la idea de la tinta contaminando su piel, pero en ella se ve tan bien, quiero besarlo, morderlo, pasar mi lengua por ese lugar, caramba no lo vi en la oscuridad y estoy a punto de quejarme y doblarme por dolor en mis testículos, me quedo quieto, no la quiero despertar. Si ella despierta no podré controlarme, la deseo.
Suspiro frustrado y trato de arrullarme con su respiración, quiero dormir un poco más, estoy cansado, pero me es difícil al sentir el roce de sus senos con cada respiración. ¡Dios! Sus pechos no son muy grandes, pero sin duda crecieron.
La observo dormir y reprimo mi deseo de despertarla y poner su resistencia a prueba. Tengo miedo a despertar mañana y lo que pueda pasar, si esto se acaba cuando despierte y hoy no la hice mía, voy a matarme. Sacudo mi cabeza nuevamente para borrar ese pensamiento y parece molestarle, hace un adorable gesto haciéndose bolita sobre mi costado.
Me hace cosquillas al rozar con su nariz mi pecho y parece relajada, sus mejillas están coloraditas y su aliento tiene un toque a alcohol. Acaricio sus dedos comparando su color de piel con el mío, a ella le gustaba hacer eso siempre, sonrío como idiota y me concentro en su respiración, para poco a poco irme quedando dormido.
Me desperté asustado al no sentir su presencia, me levanté rápido y vi su chaqueta junto con sus zapatos en el piso. Me calmó al escuchar ruidos en el baño, por lo que me acerco a la puerta y me quedo esperándola, sale brincando del susto al verme.
- "¡Dios! Me asustaste, pensé que estabas dormido,"- dice tocándose el pecho.
En un impulso la beso lleno de desesperación, trato de ser tierno, pero el miedo a que se hubiera ido me atormenta.
- Pensé que te habías ido - le confieso en susurros.
- ¡Con mi aspecto! Debí hacerlo - dice poniendo su pequeña mano en mi cara y se aleja de mí. - ¡Besucón! - exclama sonrojada. - ¡Me veo fatal! ¡Me siento fatal! No quiero que me veas así - continúa con su mano en mi cara y sonrío.
- ¡Te ves hermosa! Un poquito pálida, algo ojerosa y demacrada, pero nada más.
- ¡Oye! Eso no es cortés de tu parte - me golpea, me empuja y camina hacia su chaqueta.
- ¿Tienes frío? Amanece fresco, pero se calma. Tengo aspirinas y un poco de jugo. Voy por algo de fruta, el azúcar ayuda para la cruda.
- ¡Carlos!
- ¡Mmmm!
- ¡Necesito mi maquillaje!
- ¿Si quieres un suéter más abrigador? - señalo mi chaqueta sobre la silla - puedes usarla.
ESTÁS LEYENDO
Te Quiero a Ti: En un mundo lleno de opciones, mi elección siempre serás tú."
RomanceNuestra historia se entrelaza en los días dorados de la infancia. Él tenía 10 años y yo apenas 7. Crecimos en la vasta y cálida hacienda de mi familia, rodeados de campos interminables y veranos eternos. Sin embargo, fue en el verano de 2005, cuando...