Capitulo 33. Compromiso

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Por Carlos.

Siento algo frío sobre mi espalda, pero no logro despertarme del todo. Estaba sumido en un profundo sueño, y la persistente luz que comienza a filtrarse a través de las cortinas me molesta. Mi cansancio es palpable, y en medio de mi letargo, la preocupación empieza a brotar. ¡No tengo trabajo! Y he prometido darle todo a esa niña rica a la que amo con todo mi corazón.

Mi pulso se acelera gradualmente, y finalmente, me obligo a girar lentamente, tratando de comprender lo que está sucediendo. La sensación fría que presiona ahora mi frente me sobresalta. Abro los ojos lentamente y...

- ¡Carlos Guerra! - me llama una voz enérgica.
- ¡Diablos! - exclamo mientras mi mente despierta de inmediato. La cosa fría en mi frente se revela como el cañón de una escopeta, y la voz que escucho pertenece al abuelo de Inés. Recuerdo que estoy desnudo bajo las sábanas y me estremezco. ¿Dónde está Inés? Mi corazón se acelera mientras busco desesperadamente con la mirada, pero no la veo. ¿Se habrá ido?
- Te pedí una sola cosa, muchacho. - Don Joaquín me apunta con la escopeta. Casi por instinto, levanto las manos sin que me lo pidiera. - ¿Dónde está mi nieta?
- ¡Cálmese, Don Joaquín! - intento mantener la calma y responder con respeto. - Créame, su nieta es la mujer a la que más respetaré en mi vida.
- Y por eso la traes aquí, paseando antes por el pueblo con ella. Quiero pensar que eres demasiado tonto y no el hombre oportunista que describe mi hija. - Don Joaquín me observa con ojos escrutadores mientras sostiene la escopeta.
- Usted me conoce, Don Joaquín, sabe que siempre he estado enamorado de su nieta. - Intento transmitir sinceridad en mis palabras, esperando que el abuelo de Inés pueda entender mi amor genuino por ella, y esa cosa no se le dispare.

En ese momento, escucho pasos acercándose y el suave tarareo de mi mujer mientras entra a la cabaña, cantando esa canción que le llevé de serenata en su cumpleaños. Mi corazón se llena de alivio al verla. Ella camina hacia la pequeña cocina y después se dirige a mí, sin levantar la cabeza, está distraída con la cesta que carga en sus manos.

- Carlos, necesitas levantarte. Muero de hambre, voy a hacer café, y con esto puedo hacer un jugo. Pero necesitamos algo salado para el pan, y obviamente, no logro alcanzar los frutos de aguacate. ¿Crees que a los padres de Víctor les moleste si cortamos unos aguacates? - Inés entra en la habitación, vistiendo mi camisa. No puedo evitar notar que parece no llevar sus bragas, y mi mente divaga hacia pensamientos tentadores. Este momento sería otro sueño cumplido si no fuera por la presencia del abuelo y la escopeta que me apunta a la cabeza. Estoy en un aprieto, y si no manejamos esto con cuidado, podría empeorar.

Miro a Inés, preocupado por su reacción, y nuestros ojos se entienden con palabras no dichas. Don Joaquín todavía me apunta con la escopeta y corta el cartucho al verla acercarse.

- ¡Abuelo! - exclama, y pasa saliva, viendo su atuendo y seguramente pensando que yo estoy desnudo.

La atmósfera se convierte en un campo de batalla, donde las palabras pasan a un segundo plano. Fijo mi mirada en Don Joaquín, esperando que pueda comprender que mis intenciones son auténticas y que amo sinceramente a su nieta. Sin embargo, es evidente que hemos fallado en nuestra promesa. Hemos traicionado su confianza, y me siento como un hombre acorralado, enfrentando las consecuencias de mis actos, sin embargo ella es mi mujer, y no me arrepiento de ello.

La mirada severa de Don Joaquín pesa sobre mí como una losa, y me doy cuenta de que he decepcionado a un buen hombre que valora la honestidad y la integridad.

- ¡Abuelo, por favor, suelta eso! - súplica Inés.
- Les pedí una sola cosa a los dos. - Don Joaquín baja la escopeta hacia mi pecho, y mi pulso se acelera aún más.
- ¡Abuelo! No deberías jugar con eso, y no vas a matar a tu prácticamente casi nieto, él será mi esposo abuelito. - Inés interviene, tratando de apaciguar la situación.
- ¡Inés! - exclamo.
- No lo voy a matar, pero si le haré un agujero.
- ¡Abuelo! No me obligó a venir aquí. Tu hija me corrió y me advirtió que no fuera al rancho con ustedes. Carlos y yo ...
- ¿Y tú quién crees que soy yo? Eres mi nieta, Inés, y tu madre no puede opinar sobre mis decisiones, yo no te dejaría sola.
- ¡Baja eso y hablemos, por favor! - ruega mientras la escopeta continúa apuntándome.
- ¿Qué pasó anoche? - pregunta bajando la escopeta a la parte más amada de mi cuerpo y yo solo respiro profundo.
- ¡Abuelito! ¡Tú sabes, nosotros...! - Inés responde nerviosa, y me siento agradecido de que no haya disparado aún.
- Nos vamos a casar. - digo a nuestro favor.
- Pero no estás casado con ella todavía. No es para que la tengas aquí, repíteme eso de tu mujer. ¿Qué pasó anoche? - pregunta nuevamente con firmeza, aunque es evidente que ya sabe lo que ocurrió y está buscando una confirmación directa.
- ¡Su nieta es mi vida Don Joaquín!
- ¡Mira nada más la ironía! - apunta de nuevo a mi cabeza. - ¡Te lo advertí! - me mira fijo.
- ¡Abuelo! Entonces apunta tu escopeta a los dos, porque... yo ...
- ¡Inés! Amor. - intento transmitir con una mirada lo que ella me hace entender cuando quiere que me mantenga en silencio, y cierre la boca.
- No es la forma, abuelito. Vamos a hablar. - interviene con determinación, tratando de calmar la tensión que se ha apoderado de la cabaña.
- Sí, Don Joaquín. - bajo mis manos - La situación requiere una solución pacífica y una conversación sincera. - agrego, sin tener muy bien idea que decir.
- ¡Abuelo! Hablemos de manera civilizada y te debemos una disculpa. - interviene nuevamente, tratando de poner fin a esta tensa situación, pero la escopeta sigue fija apuntando a mi cabeza.

Te Quiero a Ti: En un mundo lleno de opciones, mi elección siempre serás tú."Donde viven las historias. Descúbrelo ahora