Vamos pasando por el pintoresco pueblito, donde las luces parpadeantes de las casas y los faroles de la calle danzan en la oscuridad de la noche. El ambiente desprende un encanto rústico que contrasta con la tensión en el aire. La gente del pueblo parece ajena a nuestros problemas, disfrutando de la fresca noche en las plazas y las calles adoquinadas.
Las risas y la música de fondo se mezclan con el aroma tentador de la comida de los puestos locales. Parece como si el mundo siguiera su curso mientras nosotros enfrentamos nuestra propia encrucijada. Carlos y yo compartimos un silencio, sabiendo que la decisión que tomamos afectará nuestras vidas de manera irreversible.
Luego de un momento, él me mira con ternura y preocupación en sus ojos. Me pregunta si estoy bien, y mi respuesta intenta ocultar mis inquietudes, aunque sé que no logro engañarlo.
- ¿Estás bien? - toma mi mano, la besa y la pone en su pierna, me gusta que haga eso.
- Sí - respondo, tratando de fingir una sonrisa que no llega a mis ojos.Él busca consolarme con palabras de aliento y opciones para el futuro incierto. Su voz suena reconfortante, pero el miedo persiste.
- Sé que es mucho lo que estás dejando atrás por mí, Inés, pero quiero que sepas que vamos a estar bien. Si tu mamá bloquea lo del rancho, tengo otras opciones. He recibido propuestas de trabajo de haciendas que me han pedido trabajar para ellos, y también podemos considerar la idea de irnos a Europa como sugiere Kate. Ella dice que mi trabajo es valorado allá y que ofrecen facilidades para adquirir tierras si las trabajas. ¿No es así?
- ¡Detente! - Lo interrumpo de repente, causando que su expresión se transforme en una mezcla de miedo e incertidumbre. - ¡Tengo hambre, tonto! - Respira de alivio, y puedo ver la calma en sus ojos al entender mi juego. - Apuesto a que no tenemos mucho que comer en la cabaña, supongo que tú también estarás hambriento.
- ¡Dios, Inés! Casi me matas del susto. - Exclama, y no puedo evitar reír ante su reacción.
- Y lo mío fue una broma involuntaria, imagina lo que siento yo con tus bromitas.Carlos detiene la camioneta y se inclina hacia mí para robarme un beso apasionado. - ¡Ven acá! - Mi corazón late rápido en respuesta a su deseo, y mis temores momentáneamente se desvanecen.
- Calma, grandulón. - Le digo con una sonrisa juguetona. - Compremos algo para hacer la cena. Nuestra primera cena juntos, ¿supongo? ¿Carlos, vamos a vivir juntos antes de casarnos?
Él asiente con naturalidad, como si fuera la decisión más lógica del mundo.
- Sí, no quiero que te alejes de mí, y después de lo que pasó en la hacienda, "te corrieron", no quiero que estés en el rancho de tus abuelos. Además, si no podemos estar en el Olvido, llegaré a un acuerdo con los padres de Víctor.
- ¡Simpático! - Le doy un golpe en el hombro. - ¿Y tú? ¡Tampoco tienes trabajo! "Te corrieron, también" - Por alguna razón, eso nos hace estallar en risas contagiosas durante unos minutos.
- Me enamoré de la hija de los patrones, y…. - dice con una sonrisa que ilumina su rostro. - sí, vamos a estar bien. Te lo prometo, Inés.
- Lo sé, mi amor, ¿a dónde iremos….? - pregunto con curiosidad y me interrumpe.
- No hay agua caliente - me informa con una mirada juguetona.
- ¡Ups! No tengo ropa, Carlos. - Nuestra risa llena el interior del vehículo, riendo sin control hasta que nos duele la panza. - Le pediré algo a Kate. - tomo una decisión, sabiendo que puedo contar con la ayuda de mi amiga.
- Se irá la luz a las tres horas máximo después de prender el generador. - Carlos agrega otra peculiaridad del lugar. - Y, se cocina en fogón.
- ¡Mamá! - exclamo entre risas en tono de broma. - Ya, vamos a estar bien, yo lo sé, Carlos, te amo. - Expreso mis sentimientos con convicción, más para mí misma que para él.
- Más que a mi vida, Inés. - acerca su frente a la mía, nuestros ojos se encuentran y acaricio su barbilla antes de darle un tierno beso en los labios.
- ¡Tengo hambre, Lobito! - confieso, sintiendo cómo mi estómago gruñe. La sonrisa de Carlos se amplía ante mi declaración.
- Si ya todos los tuyos nos vieron, ¿qué más da si nos ven los míos? ¡Espera! - Carlos se ofrece a abrirme la puerta, lo cual me sorprende.
- ¿Qué? ¡No! ¿Cenamos en el pueblo? - pregunto, ansiosa por llenar mi estómago vacío.
- ¿Te acuerdas de los huaraches de Doña Paula? - pregunta, y una oleada de emoción recorre mis pensamientos al recordar esa deliciosa comida.
- ¡Sí! - respondo con entusiasmo.
- ¿Quieres? - dice con una sonrisa encantadora.
- ¡Por favor! - respondo con urgencia, anhelando la deliciosa comida que tanto me gustaba.
- Podríamos haber cenado en la fiesta. - su tono es juguetón, y sé que está bromeando.
- ¡Tonto! - le digo en tono cariñoso mientras sale de la camioneta para abrir mi puerta. Cuando lo tengo frente a mí, no puedo evitar mirarlo en ese traje, y pensar en lo atractivo que luce.
- Deja de mirarme así. - su voz suena tentadora.
- Te ves bien en traje. - le sonrío.
- Parezco un pingüino. - él se queja, pero no puedo evitar reírme.
- Un pingüino muy guapo. - le respondo con un guiño coqueto.
- Lobo me gusta más, más macho. - me corrige, y asiento con complicidad.
- Ok... Lobito. - juego con él.
- ¡Ohhh! Le quitas la fuerza si lo dices en diminutivo. - Carlos me lanza una mirada traviesa antes de besarme y morder mi labio.
- Besucón - vuelve a besarme - De acuerdo, ya para con los besos. Tenemos hambre, ¿verdad? - digo mientras seguimos caminando hacia el puesto de comida.
- Sí, pero pensando en mañana, ya está cerrada la tienda para comprar otras cosas. Le puedo hablar con Don Miguel, seguro él aceptara vendernos algo - sugiere con cariño.
- ¡Mmmm!... Ya veremos, por lo pronto resolvamos la cena. - decido mientras caminamos tomados de la mano, disfrutando de la fresca brisa nocturna.
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Te Quiero a Ti: En un mundo lleno de opciones, mi elección siempre serás tú."
RomanceNuestra historia se entrelaza en los días dorados de la infancia. Él tenía 10 años y yo apenas 7. Crecimos en la vasta y cálida hacienda de mi familia, rodeados de campos interminables y veranos eternos. Sin embargo, fue en el verano de 2005, cuando...