Entramos al hotel, y mi alegre, cariñoso y un tanto ruidoso copiloto entra tambaleándose, una mezcla de risas y desequilibrio.
- Carlos, es tarde, intenta no hacer ruido - le aconsejo mientras tropieza con una maceta y su risa llena el lugar.
- ¡Ay! Eso dolió - se queja, aunque su risa no se detiene.
- No te preocupes, mañana ni siquiera recordarás que te golpeaste, a menos que te salga un moretón. ¡Vamos, Lobito, camina! - lo empujo suavemente de la espalda para ayudarlo a avanzar.
- ¿No te pareció genial? - pregunta, con los ojos brillando.
- Sí, fue increíble. Ahora, entra al ascensor - le digo mientras las puertas del elevador se abren.
Dentro del ascensor, nos encontramos con una pareja de alrededor de cincuenta años, que también parece estar de muy buen humor.
- ¡Buenas noches! - nos saludan.
- ¡Buenas noches! - respondemos.
- Qué guapo es tu chico, jovencita - la mujer le sonríe a Carlos.
- ¡Gracias! - respondo, un poco sorprendida.
- Déjalos, mujer, no te metas con estos niños - el hombre se disculpa. - Ya casi llega a los sesenta y le gustan los jovencitos.
- Es solo un piropo, holgazán - le dice a su marido - es un muchacho - sonrío y abrazo a mi chico. - Disfruten su juventud, se va más rápido de lo que uno imagina.
- ¡Ves! - me dice Carlos, inclinándose hacia la señora, quien lo toma del brazo. - Nos obliga a dormir en dos habitaciones, para que no la toque, se lo prometí a su abuelo, pero ya es mi mujer. Ya qué, tenemos que disfrutar, la vida se va rápido.
- ¡Carlos! - exclamo golpeando suavemente su hombro.
- Bueno, jovencito, tienes razón - se ríe la señora - Disfruta de cada momento. Y tú, guapa, cuídalo mucho.
- Lo haré, ¡gracias! - le respondo mientras el ascensor se abre y ellos salen llegando a su piso.
- ¡Suerte chico! ¡Cómetelo hija! - Carlos se carcajea, y no puedo evitar sonrojarme.
- ¡No puedo creerlo! - lo reprendo.
- Por favor, hazle caso - dice mientras me acorrala en la esquina del elevador.
- ¡Carlos! Estás borracho - exclamo mientras siento su beso en mi cuello y su mano en mi cintura. La sensación me estremece. - ¡Lo ves! - añade, tocando mi trasero con ambas manos antes de que las puertas del elevador se abran nuevamente.
- ¡Inés! - respira frustrado y me safo.
Caminamos hacia nuestra habitación mientras, Carlos sigue riendo y comenta:
- ¡Ves, Inés, soy guapo! Eres muy afortunada.
- Eres un tonto, ya camina - le digo riendo - pero eres mi tonto, mío.
- ¡Cómeme!
- Carlos, controla eso - digo al observar el bulto en su pantalón. Agradezco que no haya nadie alrededor.
- Camina cerquita - dice mientras se coloca detrás de mí.
- Retírate - exclamo, y él se carcajea.
- Te quiero bonita, te tendrás que acostumbrar a esto. Tú eres quien lo provoca todo el tiempo, y si estamos en público, debes ayudarme a ocultarlo.
- ¡Loco! - le respondo riendo mientras finalmente llegamos a nuestra habitación. - Hablo en serio. Retírate un poco, ¿quieres? Déjame abrir la puerta.
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Te Quiero a Ti: En un mundo lleno de opciones, mi elección siempre serás tú."
RomanceNuestra historia se entrelaza en los días dorados de la infancia. Él tenía 10 años y yo apenas 7. Crecimos en la vasta y cálida hacienda de mi familia, rodeados de campos interminables y veranos eternos. Sin embargo, fue en el verano de 2005, cuando...