Capitulo 37. Una noche de feria

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Es sábado, y han transcurrido ocho días desde nuestro regreso de Guadalajara. A pesar de mis esfuerzos, no logré convencer a Carlos de que fuéramos a Puerto Vallarta. Estaba claro que prefería regresar para trabajar y traer su camioneta cargada con las semillas y el equipo necesario para sembrar sus tierras.

Durante los últimos cinco días, Víctor y él trabajaron incansablemente en esta tarea. Según mi abuelo, lograron realizar el trabajo de semanas en ese tiempo. Mi prometido demostró su inteligencia al alquilar maquinaria que podía manejar personalmente para crear surcos y garantizar el riego adecuado.

A pesar de mis insistentes recomendaciones de descanso, él seguía sosteniendo que la maquinaria se iría en unos días más y que debía aprovecharla al máximo. Estas discusiones eran habituales entre nosotros, pero no podía evitar ceder cuando veía la pasión y determinación que lo impulsan en sus proyectos.

Kate y yo hemos estado ocupadas colaborando en el desarrollo, diseño y creatividad de la marca, lo cual me mantiene ocupada y evita que me desespere debido a sus largas jornadas de trabajo, primero en la hacienda, y después en el Olvido hasta altas horas de la noche. La resistencia de Don Celoso de que me involucre demasiado con la gente que ayuda en el Olvido, a quienes él se refiere como "nuestros colaboradores", ha hecho que tenga menos oportunidad de verlo.

No deja de insistir en darme el primer pago de las letras del préstamo, pero debo convencerlo de que ese dinero se destine a convertir la casa del pueblo en un lugar verdaderamente cómodo. Esta casona, propiedad del papá de Sindy, el señor Almenares, la estamos rentando para nuestros trabajadores y para guardar la herramienta, todo a un precio muy conveniente. Obviamente gracias a qué mi prometido le salvó la vida, y estuvo a punto de convertirse en su yerno si no hubiera regresado. Sindy parece estar más que enamorada de él, y eso es algo con lo que no sé cómo lidiar.

En fin, me dirijo al Olvido montada en Consuelo, con la esperanza de convencerlo de que me acompañe al rancho de los abuelos y descanse. Aunque es evidente que no descansará hasta concluir todo lo que tiene en mente.

- ¿Es tarde? - pregunta al verme. - Está sucio y bajo de una especie de pequeño excavador.
- Está a punto de oscurecer, Carlos.
- Solo me disponía a tomar una ducha e ir por ti.
- Quedaste de ir a comer. ¿Comiste algo? - asiente con la cabeza, me acerco a él y busco su mirada; luego, sacude la cabeza negativamente.
- Esto no puede continuar así, entiendo que lo haces por mí, Carlos, pero debemos hablar de encontrar un equilibrio.
- Quiero hacer todo esto rápido, Inés. Sé que puedo lograrlo y dártelo...
- Quiero tu tiempo, te quiero a ti. Eso es lo único que deseo, y en estos días apenas nos hemos visto. Sé que mencionarás la importancia de aprovechar el equipo, pero ¿qué sucederá después de eso?
- No, solo quiero...
- No te estoy pidiendo nada, Carlos. Tienes veinticinco años, no hay prisa. No tienes que demostrar nada, confío en ti. - mis palabras suenan con afecto, y él, como de costumbre, se queda en silencio.
- ¡Lo siento! - murmura.
- No tienes que disculparte, solo toma en cuenta lo que te digo.
- ¿Te gustaría ir al pueblo? Hoy comienza la feria.
- Lo sé, todos allá han estado ocupados con los preparativos.
- ¿Cerca de la Casa de la Luz? - es curioso, ya siento ese lugar como algo propio. Es la casa del pueblo donde un hermoso rayo de luz ilumina el centro del patio, justo donde crece un árbol gigante. - A Don Beto siempre le encantó esa casa. Fue casi un milagro que el Sr. Almaraz la rentará a ese precio. - dice como adivinando lo que pienso.
- Tú le salvaste la vida, y seguramente su hija habla muy bien de ti. - comento, desviando la mirada. Él sonríe y se acerca a mí. - ¡No!, estás sucio. - Le acaricio el rostro y le doy un tierno beso en los labios.
- Soy un campesino, mi señorita, tendrás que acostumbrarte, después de todo, serás mi esposa. - Me carga y caminamos hacia la cabaña.
- Carlos, bájame, tienes los labios resecos. ¿No te das tiempo ni para beber agua? - bromeo mientras lo beso en la mejilla. - Sabes la tierra.
- Tengo bastante sed, ¿me traes un vaso de agua mientras guardo esto? - señala una herramienta y me baja en el pequeño porche.
- ¿Cómo se dice? - lo miro directamente.
- ¡Por favor! Hermosa mujer, ¿me puedes regalar un vaso de agua?
- ¡Sí! - respondo, y me doy la vuelta para entrar a la cabaña, dejándolo parado allí. Puedo verlo negar con la cabeza y una sonrisa en sus labios.
- ¡Ten! - le digo cuando regreso con un vaso, vengo preparada con la jarra. - ¿Quieres más? - bebe de un trago.
- ¡Por favor! - me sonríe. Bebe otro vaso y se apoya en el barandal, observándome.
- ¿Qué?
- ¿Por qué me quieres? ¿Cómo? - no logro decir nada, solo lo miro con una sonrisa.
- Mírate, eres hermosa y estás aquí con un tipo como yo.
- Bastante terco y un poco compulsivo.
- ¡Sucio! - bromea.
- Greñudo, gruñón y barbón. - me carga, y me sienta en el barandal antes de acomodarse entre mis piernas. - ¿Por qué me ves de esa manera, como si fuera lo mejor que te puede pasar en la vida?
- Porque lo eres. - me responde antes de besarme, sus labios rozan los míos con ternura, y me muerde suavemente.
- ¡Ahh! - jadeo - Y por qué me besas de esta forma y muchas otras más, me robas el aliento, y por eso, justo ahora, hazte para allá - intento empujarlo, obviamente no tiene intenciones de soltarme, y no quiero que lo haga.
- Te amo.
- Te amo, Lobito.
- Más que a mi vida, greñuda.
- ¡Bésame! - le pido y nos besamos despacio, pero poco a poco nuestro beso se vuelve más apasionado. - ¡Carlos! - jadeo casi sin aliento.
- ¡Te extraño! - murmura.
- ¡También! - confieso con sinceridad. Carlos me sonríe y me abraza con fuerza. - Yo también, mi amor. - Dios, quiero todo de él. Mis deseos por él son intensos. Luego de desabrochar su camisa y liberarla de su pantalón, le hago señas para que me lleve dentro de la cabaña, mordiendo su mandíbula, y jalando su cabello. Carlos me carga y juntos nos adentramos en la casa. Nuestra pasión es ardiente, pero de repente, alguien se acerca.
- ¡Patrón! - dice una voz. ¿Dios nos vio?
- No, no viene por esté lado - contesta Carlos a mi pregunta no formulada.
- No me dijiste que no estamos solos. - acomodo mi blusa y lo miro molesta.
- ¡Hector! - saluda Carlos al hombre que se acerca.
- Listo patrón, oscureció, pero ya acabamos.
- Suficiente por hoy, y me llamo Carlos.
- Nos vamos a dar una vuelta por la feria, ¿le molesta?
- Claro que no. Nos vemos por allá también, solo recuerden que mañana tenemos trabajo. Ella es mi prometida, María Inés. - extiendo la mano saludando al recién llegado.
- Hector Leal, señorita. - responde amable.
- Cierre la boca, que será mi esposa - bromea Carlos - y se te va meter un mosca.
- Perdone ingeniero, pero con todo respeto parece una muñeca de esas con chapitas, - Carlos sonríe por la ocurrencia - de esas que se quiebran.
- Es hermosa, mi mujer. Gracias, ¡por hoy! ¿Te llevas a los muchachos?
- Sí, patrón, se quedaron alistando y yo vine para avisar, ¿No sé le ofrece nada más?
- ¡Carlos! Héctor, me llamo Carlos.
- Disculpe patrón, Carlos.
- No, gracias por todo nuevamente.
- Compromiso, señorita. Su novia es muy bonita, ingeniero, con admiración señorita.
- ¡Ya! Vayan con cuidado, y se gobiernan con la bebida, mañana trabajamos un rato por la tarde.
- No se preocupe, patrón. - Carlos rueda los ojos, amo que haga eso, se que se siente incómodo con el hecho que lo llamen así.
- Un placer y linda noche, Héctor. - le deseo mientras lo veo alejarse.
- ¿En qué estábamos? - me abraza.
- En que te ibas a bañar y luego me llevarías a la feria. - me retiro, y doy unos pasos lejos de él.
- ¡Inés! - Carlos me abraza nuevamente y me besa muy, muy despacito. - ¡¿Sí?!
- ¡No! ¿Quieres que venga mi abuelo de nuevo con la escopeta? - vuelve a rodar los ojos, y me hace sonreír - Déjame escoger tu ropa, ¡apúrate! - le digo con entusiasmo.
- ¡Inés!
- ¡No! Trabajas días enteros, por fin me pelas y ya quieres... ¡No! Le vas a batallar tantito - protesto, haciendo una mueca de enojo en broma.
- ¿Pero tú? Hace un ratito...
- Cambié de opinión. Quiero ir a la feria.
- ¡Aaaa! ¡Inés! - Carlos gruñe molesto, pero finalmente se va a bañar.

Te Quiero a Ti: En un mundo lleno de opciones, mi elección siempre serás tú."Donde viven las historias. Descúbrelo ahora