Capítulo XIV

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- Viene en camino, vine por usted y por su pequeño – le informa Arthur, tratando de contener el llanto, de la pequeña Candy que conocieron años atrás ya no quedaba nada, ahora era una mujer derrotada y acabada.

- Arthur, no lo sabía, pensé que estaba muriendo, lo siento, lo siento – comenzó a llorar desesperada, haciendo que la enfermera le pidiese con la mirada a Arthur que la calmara.

- Mi pequeña señora, no se preocupe, el Dr. Lacrosse nos enviará enfermeras para que la cuiden y alimenten, pero por su estado y su condición no debe levantarse, así que no se me asuste, los enfermeros la llevarán hasta la ambulancia y después a la mansión – le informó Arthur tranquilamente mientras nuevas lágrimas de Candy aparecían. Tranquila – le repetía y a él mismo se recordaba que todo saldría bien.

El Dr. Lacrosse dio el alta, pero la iría a ver todos los días sin excusas ni pretextos de parte de Candy. Arthur muy amable le colocó un albornoz para que no resintiera la brisa de la mañana, después de un par de horas después llegaron a la mansión.

- Bienvenida a casa señorita Candice – Arthur le dio la bienvenida.

- Arthur, tú y yo sabemos que ya no lo soy – rectificó ella molesta.

- Usted lo sabe, yo lo sé y no podemos esperar que los demás lo sepan, así que guardaremos el secreto, de acuerdo – le pidió rozando su mejilla con sus dedos.

- De acuerdo – respondió con hastío bajando la mirada. ¿A qué hora almorzaremos? – cuestionó ella por la hora que era en Escocia.

- ¿Tiene hambre? Mary puede llevarle algo de comer a su habitación, más tarde, si se le apetece algo – sugirió Arthur.

- ¿Qué habitación va a darme? No quiero la del lago, deme la habitación que tiene vista al bosque – solicitó Candy urgentemente.

- Esa es la del señor William, ¿por qué no lo pensé antes? Mary prepara la habitación del señor William por favor – le pidió el mayordomo a la cocinera.

- ¿El señor William? ¿Ya llegó? ¡George no nos avisó que vendría! ¡Señorita Candy! – comenzó a lloriquear al ver el estado de Candy.

- Calma Mary, la que llegó fue la señorita Candy, pero viene enferma y el señor William la envió aquí para que descansara – Arthur le tuvo que apretar la mano para que no dijese nada, realmente estaba sorprendida por el semblante de Candy.

- ¡Ah está bien! Pero la mejor es la de la señorita Eliza, la que tiene vista al alago – repitió la cocinera.

- Mary ella quiere la del señor William por si llega a venir alguien más no sepa que está aquí – repitió la orden y tuvo que agregar algo más.

- ¡Está bien! Como ordene la señorita – Mary se despidió tomando su delantal para limpiarse algunas lágrimas que no pudo contener.

- Gracias Mary. Señorita Candy, ¿tiene sueño? – le pregunta Arthur a Candy al ver que quiere ocultar un bostezo.

- Un poco – le responde soltando una apenas visible sonrisa.

- Duerma, le daré unos tranquilizantes y no se preocupe el enfermero la llevará hasta su habitación – dijo mientras tomaba una pequeña bolsa blanca que se encontraba en una maletita, repleta de medicamentos etiquetados.

- Gracias Arthur – Candy se toma la píldora que le ofrece Arthur con un poco de agua que toma de la biblioteca y descansa sobre la camilla con los ojos cerrados.

Enfermera de guerraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora