Capítulo XXII

6 3 0
                                    


- ¡Sí claro! ¿Quieres algo más? – intentó distraerla.

- No gracias, mejor llévame con Lacrosse, suele dormirse en la biblioteca, lo he tenido que cubrir con una manta después del almuerzo – mencionó Candy inocentemente.

- En serio, ¡ay ese doctor! ¿Quieres que te deje a solas con él? – cuestionó Albert como no dándole importancia.

- No amor, quédate, de cualquier forma no creo que me revise completamente – ella aceptó rápidamente.

Toc, toc

- A...delante – contestó Lacrosse con temor ante la pistola que se encontraba en su nuca.

- ¿Le sucede algo... Lacrosse? - cuestionó Albert extrañado por su temida voz y más al darse cuenta de quién se encontraba detrás del galeno.

- ¡Terry! – exclamó la rubia al darse la vuelta, evidenciando ante Terry el prominente embarazo de su ex novia.

- ¡Guarda silencio y siéntate a su lado! – ordenó un voz que apuntaba hacia ellos, indicándole a los rubios lo que tenían que hacer.

- Candy, ¡apártate de él! – indicó Terry antes de que se sentara cada uno al lado de Lacrosse.

- Terry, ¿qué haces aquí? – cuestionó Candy entre nerviosa y asombrada.

- ¡Pidiendo una explicación! ¡Por Dios mujer, es lo menos que merezco! ¿No te parece, Pecas? – Terry se burló de ella.

- Pero... - Albert intentó reaccionar.

- No te atrevas a condescender, me hiciste venir hasta aquí, sólo para restregarme en las narices que era tu esposa y no me lo dijiste en todo el camino, ¿crees que me merezco eso? – preguntó Terry ofuscado y herido.

- ¡Te lo dije, traté de disuadirte tonto, pero fuiste un necio! – respondió Albert.

- Todo tiene una explicación... ¿verdad Albert? – respondió ella y al mismo tiempo preguntó ante su inocencia.

- Por supuesto que la tiene y ¡tú tonta que no has querido darte cuenta de nada! – reclamó Terry con amargura.

- Terry, no sé ¿por qué me dices eso? – respondió la rubia sin entender.

- No sabes, pues te diré que es lo que he pensado en estos días, se casaron a escondidas, sólo unos cuantos lo saben, su familia no sabe nada, tú te desapareces y viajas a Francia, casualmente estás embarazada y un poco cuerda y a todo esto, él no parece saberlo. ¿Me he perdido de algo? – relató a los rubios.

- Sí, no teníamos ¿por qué decírselo a todos? Sólo era decisión nuestra – rebatió Albert.

- Tú lo has dicho ex amigo, mientras mi preocupación era su bienestar y llevarla a América porque la amaba, pues ahora tendrán que enfrentarse a su familia; ¡no voy a secundarles en esta locura! – advirtió rojo del coraje.

- ¿Qué has dicho? – cuestionó la rubia enfurecida.

- Le envié un telegrama a madame Elroy Andely para ponerla al tanto de algunos chismes aquí en Escocia – sonrió viéndose las uñas y luego dirigiendo la mirada a los rubios.

- ¿Cómo te atreviste a engañarla? – Candy susurró la pregunta.

- No es un engaño, ¿sabes en qué papel he quedado? ¡Soy una buena persona generalmente, pero esto sí que no se lo permitiré a nadie, he quedado en el papel de estúpido y celoso novio de la señorita Andley que estaba casada en secreto...! Buena la han hecho... - se mofó ahora de ellos.

Enfermera de guerraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora