Casa de baños.

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Tuve suerte al dejar la mayor parte de mi dinero en casa de Vania, solo perdí diez monedas de cobre con el asalto, aunque si mi habilidad hizo lo suyo, terminé flechando a esa ladrona y es seguro que volverá a buscarme. Dejo las cortezas de árbol y recibo 15 monedas de cobre. Mi amiga me sigue a cierta distancia, pero el olor a mofeta es demasiado intenso. La gente a los lados de la calle parece incómoda.

—Vania —digo conteniendo la respiración— por favor no lo tomes mal, pero ¿podrías tomar un baño? 

—Si, sé que la gente puede olerme desde lejos, además debo limpiarme los rasguños y el pelo de mofeta, pero la buena paga lo valió. Aunque a papi no le gusta que me bañe en casa. Dice que la dejo apestando. Por eso siempre voy a la casa de baños. Aunque podríamos hacer otras misiones antes. 

—No, debes bañarte cuanto antes. 

Recuerdo haber visto el edificio de baños cuando recorrimos el pueblo. Estuve tentada en ir un día, pero me lo impidió la falta de dinero. Desde entonces me llamó demasiado la atención ese lugar, tiene pinta de un establecimiento japonés clásico, con una chimenea y puertas corredizas de madera. 

—Oye Yukio —me dice Vania en el camino, desviando la mirada—, ¿te gustaría...? ¿Que nos bañemos juntas?

Parece algo avergonzada, pero supongo que no hay nada de malo, en los baños comunitarios todo mundo está desnudo. Incluso si entramos dos chicas juntas, no es nada raro. Quizá si un chico y una chica entran a los baños mixtos sería extraño, pero entre dos amigas no es problema. 

—Si, por supuesto.

—Je. Muy bien.

¿Aunque debería entrar considerando este día? ¿No sería un poco...?

En menos de lo que termino de pensar las cosas, llegamos. 

—Toma —me dice Vania entregándome una moneda de oro—, paga y yo entraré rápido tras de ti.

—Bien.

El lugar parece un auténtico sentou, me hace sentir nostalgia y fascinación a la vez. Me recibe en el mostrador un joven. Vestido con ropa elegante que desentona un poco en este lugar, un collar plateado con la figura de un ave y el cabello negro un poco largo que recuerda al de samurai. 

—Bienvenida, señorita. ¿Para una persona? 

—¿Eh? No... Dos por favor.

No dejo de admirar el lugar, hecho por competo de madera, un escalón para entrar, adornos colgando y patrones en las paredes simulando murales. Un olor a vapor y leña me deja hipnotizada. Incluso, este chico parece tener rasgos asiáticos. Estoy tentada en hablarle en japonés. 

—¿Juntas?

—Eh... Si.

—Aquí tiene —me entrega dos baldes, toallas y diminutos jabones—. Puerta número cinco. Son cuatro de plata, por favor.

No hay duda, este lugar fue hecho por otro japonés. Pago, recibo el cambio y llevo los baldes sin dejar de mirar por todos lados. 

—<Gra...> Muchas gracias.

—Disfruten su estadía. 

Hago señas a Vania para entrar. Me sigue rápido para no dejar el olor por la entrada. Llego a la puerta cinco, al abrirla, me golpea el vapor y el calor, pero también que me doy cuenta en este momento: ¡los sentou no tienen puertas numeradas! Y eso es porque este lugar no es una casa de baños públicos. Al otro lado de la puerta cinco hay solo una gran tina de roca pegada a la pared. Los muros hechos de guijarros y el suelo adornado con trozos de piedras blancas forman un cuarto individual, apenas más grande que el baño en casa de Vania.

YurisekaiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora