Capítulo 5

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Evan llegó a la casa, dijo que era una visita de rutina. Me explicó que el debilitamiento repentino se debía a mi poca resistencia física. De modo que me exigió que hiciera más ejercicio. ¡Como si todavía me quedaran ganas de hacer algo con mi patética vida!

En una oportunidad, le pregunté lo siguiente:

—¿Qué hubiera pasado si ustedes no hubiesen intervenido para detener la manifestación?

—Piensa en lo que haría un grupo de psicópatas dispuestos a todo, y toma en cuenta que tienen el poder para aniquilar en segundos. Te lo dejo a tu imaginación.

—Pero ¿por qué ese conflicto entre grupos? Serían más fuertes si se apoyaran...

—Hubo un tiempo en el que eran minorías, pero dejaron de serlo —dijo mientras jugaba malabares con dos manzanas entre las manos—. Después de todo, ellos no son capaces de ver la realidad frente a sus narices: son marionetas del sistema. Las rivalidades y peleas a muerte sin sentido las crea el sistema sin que se percaten en lo más mínimo. Y estamos hablando del mismo sistema que creó al Artista.

Evan parecía un conspiranoico.

—No recuerdo exactamente qué hace El Artista —dije, con la intención de cambiar de tema.

Imposible:

—La IA de mayor magnitud en la industria musical —explicó—. Revive la voz de artistas fallecidos y los reencarna holográficamente. Las personas escuchan con nostalgia las canciones pero sin entender el trasfondo de las nuevas letras, y mucho menos sin enterarse de las cosas que hacen con el dinero recaudado de semejante estafa.

—Cada quien escucha lo que le gusta y ya —concluí.

—Ada, los medios de entretenimiento hoy en día son como una lobotomía —afirmó Evan. Dejó caer las manzanas, hizo una pausa y luego continuó, perspicaz—: Para el sistema es más fácil doblegarte por medio del arte que ponerte una pistola en la cabeza: ¡porque así ni percibes que están ejerciendo poder sobre ti!

Honestamente, no recordaba más detalles sobre el Artista hasta esa plática. Lo que decía Evan llegaba a tener un poco de sentido. Pero sonaba a mucha teoría conspiranoica. Aunque, después de todo lo que había visto, era posible cualquier cosa...

—Ya me quiero ir, Evan —le dije de pronto.

—¿Adónde?

—Me quiero ir de este mundo. 

LA REBELIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora