I.

261 20 5
                                    

Las puertas de acero de la entrada se cerraron tras de él, mientras avanzaba con premura siguiendo el paso del director del lugar. Sarutobi hablaba señalando cada una de las instalaciones, indicando la ubicación de las cosas primordiales. Sus ojos malva recorrían el sitio con detenimiento y de forma crítica, familiarizándose con el entorno.

Veía a los guardias bastante relajados caminando por el área o intentando ocultarse de la vista del Sarutobi. Holgazanes que disfrutaban de los privilegios de estar trabajando de guardia de seguridad en la prisión estatal de mujeres de Konoha. En comparación con los hombres, que eran más complicados de manejar, el sector femenino era un respiro, a palabras de otros guardias de seguridad.

El recinto era bastante grande, el estacionamiento daba paso al recibidor donde cada visitante y cada guardia debía pasar por un detector de metales para evitar la entrada de cosas indebidas al lugar. Pasillos y pasillos de izquierda a derecha dirigían a diferentes lados. En el ala derecha estaba la zona administrativa. Las oficinas del director, la zona de descanso de los guardias de seguridad, la enfermería, la zona de visitas. Por la izquierda se desplegaba los dormitorios, que eran compartidos por cuatro reas por cuarto. Neji caminó frente a los cuartos en el recorrido con Sarutobi, que eran bastante sencillos, sin muchas pertenencias. Solo un par de fotografías o cosas que hubieran comprado en la tienda de conveniencia de la prisión. A la cual tenían acceso con cupones o vales, algo que era posible cuando los familiares de las reclusas enviaban dinero en su cuenta cada quince días o que ellas obtenían.

Un par de mujeres, una rubia y una de cabello rosado lo contemplaron con gran intensidad cuando pasó frente a su cuarto, escuchándolas reír. Era de esperar que no tuvieran tanto que hacer. Entendía por las palabras de Sarutobi que las propias prisioneras realizaban las labores de la prisión. Limpiar las estancias, los baños y todo lo que tuviera que limpiarse. Determinadas mujeres estaban a cargo de la cocina, del área de cultivos. Otras estaban en el área de electricidad, primeramente, tenían una capacitación y al cabo de un tiempo, se dedicaban a arreglar la cuestión eléctrica. En la zona de la tienda donde podían adquirir productos con sus bajos sueldos que recibían en sus labores.

Todo parecía en orden, podía ver a reclusas caminando, fijándose en su presencia mientras caminaban por los pasillos. No eran nada discretas al observarlo, por supuesto, era un nuevo guardia de seguridad. Sus vidas ahí eran monótonas mientras lidian con sus diferentes condenas, por lo que un suceso interesante o algo nuevo atraía su atención. Algo que a Neji no podría darle más igual, simplemente caminó junto al director de la prisión sin prestar atención a las reclusas.

El exterior los recibía con un pasillo que conectaba con otro edificio donde estaba el comedor y los baños, una pequeña biblioteca y una capilla. Adicional la zona de belleza. Una puerta liberaba el espacio para el exterior donde había un campo amplio y una cancha para que pudieran ejercitarse.

Un lugar amplio, decente pero un empleo del cual muchos rehuían.

Un trabajo que varios podrían rechazar porque ¿Quién quisiera entrar a trabajar en el agujero más inmundo donde estaban las mujeres más despreciables de la ciudad? ¿la peor agrupación de la sociedad? Nadie con dos neuronas en la cabeza. Solo alguien bastante desesperado, como él, o que no le importaba el peligro contundente que abundaría. Muchos pensarían que al ser mujeres son bastante más tranquilas. Pero entre las celdas había ladronas y estafadoras, donde el arte de la manipulación podría verse implicado. Y ahí recaía el peligro real.

Visto desde este panorama nadie quisiera entrar a pesar que era el único anuncio de reclutamiento de personal en la hoja de oficios en el periódico, hasta que el anuncio fue más jugoso. Te ofrecían una vivienda que recientemente habían construido en los terrenos de la cárcel. La gente interesada comenzó a abundar y ante la necesidad de empleados, contrataban a personas que cumplían el mínimo de las actitudes.

EnchaînéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora