Capitulo 2

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Narra Fernando

       Desde la muerte de mi madre, mi vida no ha vuelto a ser la misma. Ella lo era todo para mí, y desde que me falta estoy muy perdido. Los días se me hacen cuesta arriba y hay veces, que no quiero ni salir de casa.

Bajo a desayunar y me encuentro con mi padre en la cocina.

-- Buenos días, papá – le digo con una sonrisa.

-- Buenos días, Fernando. ¿Cómo has dormido? – pregunta con una sonrisa.

-- Bien. – digo poniendo un poco de café en mi termo. -- Ya me voy que llego tarde a clases.

Salgo de casa a toda prisa porque como siempre voy tarde. Me subo al coche y me dirijo a la universidad.

Desde hace seis meses compagino mi vida de futbolista con la carrera de bellas artes. A mi madre le encantaba bailar y cantar, así que decidí hacer esto por ella y la verdad, es que no lo hago nada mal.

Llego justo cuando el timbre anuncia el inicio de las clases. Genial empezamos bien el día, me digo a mí mismo.

Las clases transcurren con normalidad y sin darme cuenta, ya es hora de volver a casa.

En cuanto llego, me tumbo en mi cama deseoso de estar tranquilo, pero la tranquilidad me dura poco, porque el teléfono empieza a sonar sin parar.

-- Hola pesado. – digo al descolgar el teléfono.

-- Hola Fer, ayer se me olvidó decirte que algunos del equipo vamos a ir a tomar algo por ahí, ¿te apetece venir?

-- Que va Felipe, hoy no tengo ganas de hacer nada.

-- Fernando Iveco, eres un tremendo aguafiestas. – dice mi amigo desde el otro lado de la línea.

-- Es posible Felipe, pero es que hoy no me apetece salir, además tengo algunos trabajos de la universidad que acabar.

Sé que mi mejor amigo tiene razón y que llevo cinco meses sin salir, pero es que, entre los entrenamientos y la universidad, apenas me queda tiempo para nada más.

-- Otro día quedamos, hoy de verdad que no tengo ganas. – le digo para convencerlo.

-- Muy bien te voy a tomar la palabra, ¡otro día vienes si o si! No aceptare un No por respuesta.

Tras colgar la llamada, me dispongo a retomar mi tranquilidad. La verdad es que hoy no tengo ganas de hacer nada. Pero parece que hoy no es mi día, porque minutos después mi tía aparece por la puerta.

-- ¡Hola, cariño! – me dice sonriendo.

-- Hola tía, ¿cómo estás?

-- Muy bien querido, ¿vas a bajar a cenar con todos?

-- Si tía, ahora mismo bajo.

Al bajar a cenar contemplo a toda la familia sentada alrededor de la mesa y no puedo evitar extrañar a mi madre, a mi confidente de toda la vida. Se me escapa alguna que otra lágrima, pero rápidamente me limpio la cara y termino de bajar las escaleras para reunirme con mi familia.

Mi corazón siempre supo que serias túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora