Capitulo 3

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Narra Ana

  Cae la noche por las calles de Barcelona y yo me dedico a ordenar un poco el dormitorio. Odio como lo deja las chicas de la limpieza, soy muy maniática sobre todo con el tema del orden. De pronto entra como un rayo mi mejor amiga Rose:

-- Ana, ¿Cómo me veo? – me pregunta desbordando felicidad

-- Te ves estupenda. – Digo emocionada – ¿a dónde vas?

-- ¿Cómo que a dónde voy? Nos vamos de fiesta y tú te vienes – dice Rose algo molesta.

-- Rose, yo no me voy a ningún lado, y menos de fiesta.

-- Venga Ana, sal hoy con nosotros. – dice suplicándome.

Rose a veces puede ser muy persuasiva y casi siempre logra convencer a todos de hacer lo que ella quiera, tiene un don y es imposible decir NO esos ojitos color azul mar.

-- Está bien, pero deja ya de poner esos ojitos de perrito abandonado. – digo rindiéndome.

Me meto en la ducha, un poco insegura de querer salir, me acuerdo perfectamente de aquella vez que salí con Rose y casi acabamos en la comisaria y todo porque a la cabeza hueca de Rose se le ocurrió la brillante idea de bailar en una fuente publica sin sujetador. Me pongo a reír sola y admito que ese día me lo pasé muy bien.

Una vez he acabado de ducharme, me dirijo hacia el armario a elegir la ropa. Después de tanto mirar me decanto por un vestido negro ajustado con brillantes que me sienta de perlas. Me dirijo otra vez al baño dispuesta a hacer algo con mi pelo que desde hace dos meses no ve otra cosa que no sea una goma.

Después de tanto experimentar me decido por unas trencitas a cada lado de la cara. Me pinto los labios con ese color rojo cereza que tanto le gusta a mi madre. Una vez terminado me miro al espejo por última vez y salgo al pasillo para reunirme con los demás.

-- Si no lo veo no lo creo – dice Amaia sorprendida.

-- Ya te digo, dichoso los ojos te ven Ana. – responde Tomás acercándose a mí.

-- Pero que exagerados, no es para tanto – contesto algo sonrojada.

-- Ya está bien. – nos corta Rose. – o nos vamos ahora o perderemos el metro.

Nos dirigimos a la salida de la residencia y entramos en la boca del metro charlando y riendo todos juntos. Una vez llegado a la discoteca, pedimos una copa en la barra y nos dirigimos hacia una mesa al fondo de la pista de baile.

-- Ana, ¿bailas? –  me pregunta tímidamente Tomas.

-- Si claro, vamos todos a mover esos esqueletos. – respondo sonriendo.

Sé muy bien de los sentimientos de Tomás hacia mí, y aunque yo nunca le haya dado motivos, él no pierde la esperanza de que algún día estemos juntos, y dado a que el alcohol y yo nos llevamos de perlas, prefiero mantener las distancias para no cometer alguna estupidez. 

Nos dirigimos a la pista de baile y lo damos todo durante toda la noche. Es la segunda vez que salgo a divertirme y a olvidar por un rato los problemas.

Desde aquel día de septiembre que me despedí de mi familia, para poder cumplir mi sueño de estudiar en la universidad que siempre quise, apenas he tenido tiempo para disfrutar. Estoy muy centrada en mi carrera, quiero ser la mejor. Y la verdad es que lo estoy consiguiendo, soy una de las mejores de mi promoción.

La noche transcurría tranquila entre bailes, risas y alcohol. En algún momento de la noche me doy cuenta de que Amaia no está con nosotros en la pista de baile. Decido salir a buscarla y así tomar un poco el aire. Veo a Amaia en la entrada y me acerca a ella:

-- Booo!!! – digo riéndome

-- Ana, me has asustado – responde dándome un codazo – mira quienes están allí.

Me giro y ve a los amigos de mi ex entrando por la zona vip de la discoteca. Seguro que no están tramando nada bueno.  De repente empiezo a sentir un mareo muy fuerte, las piernas me empiezan a fallar y caigo al suelo sorprendiendo a todos los presentes. Justo en ese momento un grupo de chicos que se me hacen conocidos se acercan para ver si estoy bien. Uno de los chicos me tiente la mano para ayudarme a levantarme.

-- ¿Estás bien? – pregunta con una cálida sonrisa.

-- Sí, estoy bien – respondo sonrojada.

-- Soy Felipe Pérez ¿y tú?

-- Soy Ana Lascu.

-- Pues encantado de conocerte, me tengo que ir, pero espero volver a verte. – se despide.

Madre mía como está este chico, me digo para mí misma. Aunque estoy segura de que lo he visto en alguna parte.

Miro el reloj y son las 5 de la mañana, le digo a Amaia de marcharnos ya. Decidimos volver a la residencia andando.

Me siento algo extraña. A ver, ¿de verdad que ver a Felipe me ha impactado tanto como para sentirme así o la bebida tiene algo que ver en eso?

Poco a poco me voy acercando a la residencia, recordando todo lo que me ha pasado a lo largo de la noche. Primero la súplica de Rose, luego el intento de acercamiento de Tomas y por último el encuentro con mi ex y con Felipe. Y pensar que me podía haber perdido todo eso con un solo no.

Una vez llegamos a la residencia me meto en la habitación y reviso el móvil. Tengo como diez llamadas de Tomás, nos fui sin despedirnos de nadie, seguro que están todos muy preocupados por nosotras. También tengo cinco mensajes de Rose, bueno mañana ya hablaré con ellos.

Me quito el vestido y me pongo el pijama rosa chicle y me meto en la cama, mañana será un día nuevo.  Poco a poco el sueño va ganando más terreno hasta apoderarse totalmente de mí.

Me despierto al oír un ruido procedente del pasillo. El sol ya salió, así que decido aprovechar el día al máximo. Me levanto y voy directamente hacia el armario a ponerme algo cómodo para ir a desayunar.

Menos mal que hoy es domingo porque el dolor de cabeza y la resaca que tengo es increíble. Maldita la hora que me dejé convencer por Rose para salir. Ahora tengo que acabar ese trabajo tan odioso sobre los distintos medios de comunicación y la cabeza me va a explotar.

Planifico un poco en mi cabeza todo lo que tengo que hacer durante el día. Primero voy a acabar el dichoso trabajo de comunicación, luego me pasaré por la casa hogar para ayudar un poco a los niños que viven allí. También tengo que estudiar para la presentación del miércoles. 

De vuelta a la habitación, me meto a la ducha. Una vez acabado, me pongo unos pantalones vaqueros y una camiseta blanca y enciendo el ordenador. Reviso mis redes sociales para curiosear un poco. Solo de pensar en el trabajo me entra pereza de hacer todo lo demás.

Mi corazón siempre supo que serias túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora