CAPITULO I INTRODUCCIÓN.

69 1 0
                                    

Fragmento

Querida:

Ha descendido la noche tempestuosa, suave, morosa de terciopelos, de vivos colores serpentinos, de fragancias al aroma del café recién preparado en unas manos con movimientos delicados. Ha caído la noche y tiene miedo al redentor «Oh pero que hacer yo con el miedo» su aparición en mi me resulta espantosa, ha caído como una sombra dispuesta a ponerse después del medio día, como unos brazos puestos muy alargados en mi camino pedragudo seguido por él, por el paso inevitable del tiempo, a por él paso transcurrido de la brisa del ocaso, camino que se hizo al caminar, detrás de las puertas del mundo, aún, más allá de la faz del universo contigua a una potestad de la noche divina nos hablará. La noche mecida por el viento como un flequillo. Sollozando impensablemente. Por supuesto que nos hablara, en la evidencia pronosticada del convencimiento, nos hablará. murmurando apasionadamente. Un pequeño destello alumbró en su lejanía, cuando de repente es el día avecinando la tormenta temerosa, dieron las 06 horas, marcaron también sus 06 campanadas. Fueron 50.000 noches que no supe de ti. Un atril cubierto de maleza en una lápida con tu nombre, la semejanza atribuida, aquí hasta ahora son las 18 horas en donde inclusive empieza a oscurecer indeciblemente, la noche densa, un frío incapaz de mermar, insoportable, una fogata con un versículo de la Biblia. La luna insufrible, voraz.
Una voz temblorosa.

Cavidades profundas llenadas de recuerdos profundos como una ciénaga, prófugos sempiternos. Los prófugos recuerdos me dejaron solo con el día fulminante. Una jornada de trabajo demasiado larga. Me exprimio por completo hasta vaciarme. El pan de cada día. Mis silencios primitivos but oh qué hacer yo con mis silencios, now, mis tormentos minuciosos donde se detuvo en la herida prominente precisamente abierta de la memoria, de mis ojos en la piel escuálida. Ebria de soledad. La noche en los rincones del mundo que resbala por la inquietud exorbitante de una oscuridad quejumbrosa, de un poema que se extiende, que me quiere atrapar con sus hilos predecibles, sus cuerdas de titiritero en el cielo añil, que me abraza que me ahoga que me asfixia. Asimismo, abra de arrojarme en las brasas de una hoguera ponzoñosa: la vida ávida, la solvencia voluptuosa con ojos asemejados a los de un búho vehemente, encima tuyo de un cielo lleno de estrellas purísimas que se reflejaban en un pozo muy profundo, semioscuro donde rayitos de luz bañaban la mañana con la calida esperanza (las estrellas caen pero sostenidas en el aire, viajan ineludiblemente como la esperanza através de todas las partes) sumergidas en una espesura en una nebulosa.
Ancladas empiezan su andanza emanando sus brillitos reconfortantes por todo el planeta, con su inocencia iluminó mi camino extraviado —nuestro peregrinaje— junto a mis calles. Calles cantoras dadoras de entusiasmo, más...Son faros.
Un cielo marítimo lleno de miradas, un abismo en unos ojos lánguidos, con un cabalgar de maravillosos estelares.

—Un vino muy amargo en esta noche silenciosamente insípida, gélida, agresiva. Brindemos en esta noche fría en que todos callan. Profetizan, una señal de la cruz.


La sociedad ruborizada, la ciudad agreste, un manicomio psiquiátrico, un pájaro enjaulado, pesadumbre con malestar. Dolor de huesos, duele un poco, dura, en realidad no dura. Empieza a helar más (un halo en el cielo a media noche) incrementa, más un tanto duele, que todo pesa, se acumula. El costal. Un pésame fue, se va acumulando en el afecto del infortunio (tanto que si afecto que arraigó consecuencias desmesuradas) absorto por él reflejo del vidrio. Desgarro incentivó, entretanto, duele muy tenebrosamente. Duele y me complace querer ir a buscarte, de la insatisfacción, luego después del rato tenebroso, ya la desidia. Un siniestro —como sometido o poseído, cualquiera de ambas —¿Como expulsarlo?. Piensas enmudeciendo—
Un dolor imprescindible de coraje, un dolor de agallas paradas como estatuas, paradas erguidas como una vela, el misticismo de la llama.
Engrandecidas ¡Carajo! Duele tanto como estuviese incrementándose a un sofocado vapor. Un sofocado hedor, se hizo la presencia del día en mi encuentro esporádicamente en la noche. Se hizo la noche. Ranciedad con paredes viscosas, noche de púas con murciélagos roedores nos acompañaban desde mucho antes, milenios, el tiempo de para atrás, en adelante.

MIS MEMORIAS PUTAS.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora