CAPITULO V MADRUGADAS DE SEPTIEMBRE

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Como poder concluir, un hasta luego; posteriormente, estrechar tu mano (...) Tu calida mano fria mientras observando tus ojos siento que caigo «Yeux cramoisis, dans un abîme profond avec une fenêtre bleue» En (en como darle a la emoción brillo) su despedida. Tan cruel, dolorosa. En tanta crueldad. Terca tergiversando (no hay piedad compadecida ya más)
y ahora.
Sin que se nos olvide de la cavida de la memoria (memorias perras y putas) tenía que pasar precisamente el recuerdo incrustando como un dardo (ahí estas. Tú. Bohemia, Musa, de mi los dolores otorgados por la otredad, duele mucho así que tendré que pintar un captus pequeñito. En tus manos un girasol con un poemario, en tus manos una camnadula (la devoción de los abuelos) una calandria descendiendo de los cielos a los taludes de herbejes, en busca de pábulos, es decir, sustento, ceremonia. Ambrosia.
Un hasta luego, «en busca de un pábulo rumor» de prisa en un delicado aroma, un gesto, pétalos tiernos tirando al cielo hacía el centro del universo, una incomparable rosa (era entonces cuando en una noche que llovía que él cielo se desangraba menstruando con la humanidad, mientras, sollozando, el poeta escribia, escribía, todo dejaba de doler) con espigas en una noche. Una rosa esplendorosa se sonroja tímida, color Carmesí, la Rosa, gentil, asi, también, hay una Camellia color Rosa que soslaya en un pétalo de Rosa, en un rojo prolongado intenso, moviéndose por él aire abolido. Abolido de formas con sustancias pegajosas, la calidez moviendo tu pelo. La brisa con tu pelo y un jazmín encima de tu cabeza, tú pelo ensortijado, quizá, decesado, eso encimita de la cabeza. La brisa se asemeja a las luciérnagas, quiero recuerdos acompañado con luciérnagas que alumbre en la noche y yo contigo, con tu sombra, junto de mi sombra. Musa, y se escucha un Blues entrando a mi cabeza, como una polifonía perfectamente encantadora. Una cerenata al cielo junto a una carta a tu cara. Cayendo tú callando. Centellando. Cielo lleno de avatares, lleno de ojos.

Ah, queridísima, estás, a cada minuto tenso vas y vienes con brevedad: como un boomerang, como la hora frenética y el ciclo lánguido, como bola de tenis contra una pared descascarandoce, como la raqueta con mis manos sostenida y yo ejerciendo ráfagas de presión en las arterias, sentir que sudan las manos. Yo sostener.

En el ronronear del sereno hacía él fondo, a un pasillo. Un pasillo muy oscuro «darkness in my soul» no habita inocencia el niño, ahí estás, Musa, con cariño vas, floreciendo, echando raíz, con humo fantasmado, con frutos, una manzana muy roja de vivacidad, de encanto, con una penosa mirada trémula, tumefactamente hizo sacudirme. Respirar al inconciente, encenderse la yama exorbitante, luego -para tanto- no estar consciente. Hace falta la conciencia de concentrase refiriendo respeto, de caminar, de volcarme de para atrás, colgarme en tu azotea: como un farol entusiasmado -como el pañuelo mojado- como una guirnalda entusiasmada (como un pequeño farolito que va puesto automaticamente, puesto, naturalmente, el pañuelito en tus manos que alumbraba mis calles cuando paseaba, pasando, con ganas desesperadas de querer estrellarme contra un muro de concreto, estrecharme en una lagrima de un apuro. Estrellarme con el mundo con el lado de una absurda aparición con mi yo pasando tiñendo de color lila, a colores pasteles, la ciudadela a llegar a un rojo intensificando, más y más... En el anochecer escandaloso fantocheando (te vi, tiritando de frio en una estación, te vi. Tú frente a un alimentador, en un atardecer de ojos de encanto. Un semáforo al encenderse (un un asfalto) alumbro, que abrumo, abrió (paso) y cegó. Que abrigo el camino del vagabundo. Oscuro. Frías estás madrugadas de septiembre, hielan bofeteando contra mi en él rostro, no faltará más, que fallara la memoria: no más recordar. Duele, mientras, sufro. Tanto pensar, en un anochecer noctámbulo te vi pasar, un anochecer turbio, con torbellinos de aire pasando y que hizo zarandear un papelito del suelo, tambalio taimado, tarado; y estar, sigo estando, permaneciendo, como la inquietud de levedad de existencia, como el florecer, como asimismo renacer y reencarnar. Como, asimismo, se está tan bien alejado, apartado con una neblina espesura, una cantimplora llena de agua, bajo las cloacas. Como asimismo se está tan bien en el lado de alguien con palabras dulces, con ojitos llenos de deseo dónde estas, asimismo, sujetada al borde de un corazón mientras el caer es un abismo. Un abismo profundo, un cadáver en mitad de la nada: en la selva, del paisaje, de ese pésame (al lado arruyando) o se estuvo tan bien en el este (largarse a parar en la calidez ávida) en el sudeste, en el oeste. En el oriente ahí en los colinos al ascenso, centellos y destellos y los rayos rezagaban repartiendo,... (en esta manera de vernos a los ojos y un suspiro hizo estremecer, hizo brotar la quietud esquiva dormida, ver su profundidad y hay un pequeño agujero negro al fondo al precipicio parado de cabeza, un propició a la cumbre, cubre con un mantel mi cuerpo en una desnudez absoluta, una palidez, una avidez, una acidez en un estómago, cuando todo tiembla hiele... Hablan nuestros ojos en cada pálpito pronunciado y no queremos decir nada, yo más bien nadar, buseando sobre la insólita perplejidad, las corrientes de la insólita complejidad) y se mantiene bajo el alba, en el madrugar reencarnado mientras gotas de lluvia condecorando, empañando el cielo de gracia nostálgica, empañando los pétalos de rosa que tiraron trenzados al cielo, los pétalos de una Camellia que tiraron al cielo y se cruzo en su camino con una rosa color rojo intenso, un desahogo, luego un brío ahogado, como se empañó mi suéter viejo...

MIS MEMORIAS PUTAS.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora