Comida salvada

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Sanemi odia las miradas que recibe su pobre hermanita.

Y no todas son miradas de empatía, esas miradas no le molestan.
Lo que le molesta son las miradas de algunos hombres que ella recibe.

Los kakushis al menos tienen respeto y saben su lugar, pero los cazadores parecen que se creen que no tienen que ocultar sus miradas desvergonzadas.

Al parecer algunas personas aun no entienden de lo que es capaz un pilar, y que hay que respetarlos a él y a su familia.

Genya y sus sobrinos merecen respeto. Las personas cada vez que los vean deberían de besar el suelo donde ellos pisaron.

Quiere hacer que la respeten, que teman por sus vidas cuando hagan algo mal delante de ella, y hará lo que cueste para que su hermanita tenga respeto.

Aunque Sanemi no esperaba que ella sola obtuviera el suficiente respeto con sus actos.

Y todo gracias a los kakushis.

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"¡Mamá! ¡Esconder! ¡Esconder!" Gritó Kiki acercándose a su madre a gran velocidad mientras extendía sus brazos, así estaba lista para cualquier caída.

"¿Mmmm? ¿Algo pasó Kiki?" Genya preguntó calmadamente, ya sabiendo un poco sobre la situación.

"¡Nemi tiene a Nobu! ¡Esconder!" La niña dijo y sin que Genya se lo esperara, la pequeña niña se escondió debajo de ella, aprovechando que el kimono de la mujer era bastante largó y que su madre fuera alta le daba mas espacio.

Genya solo se quedó viendo como su hija la uso como un escondite y se rio por lo bajo, su pequeña es muy lista a la hora de esconderse al igual que su hermano.

Pero Sanemi es un hombre muy astuto ahora, si los demonios no pueden huir de él unos pequeños niños menos.

No paso mucho tiempo para que en el cuarto entrará Sanemi, este tenía una sonrisa en la cara, parecía algo maléfica, aunque Genya sabía que esa cara era solamente cuando disfrutaba de un juego, también porque estaba metido en su papel de cazador de niños.

Estaba tan metido que retenía a Nobuyuki cargándolo como un sacó pesado.

Era gracioso ver como el pequeño niño hablaba suplicando clemencia entre risas. Mientras que Sanemi estaba dando sus mejores esfuerzos para no tener en ese momento una gran sonrisa en el rostro.

"¿Donde esta esa renacuaja? Corre mucho para ser una niña tan pequeña." Dijo Sanemi mientras miraba alrededor de su habitación.

Aunque claramente ya había localizado su objetivo.

Kiki se reía por lo bajo mientras levantaba un poco la parte de la falda del kimono de su madre para poder ver si Sanemi se encontraba ahí.

La pequeña niña se rio un poco al ver que Sanemi no miraba a su dirección, Genya solamente tenía una pequeña sonrisa en su rostro por el juego.

"... Bueno, si no esta aquí tendré que buscar en otra parte." Dijo Sanemi en alto y salió del cuarto.

Nobuyuki cuando su tío se dio la vuelta vio a su hermana menor escondida debajo de la falda del kimono de su madre y contuvo las ganas de delatar a su hermana pequeña.

Cuando Sanemi y Nobuyuki desaparecieron de delante de la puerta, Kiki salió de su escondite y miró a su mamá con una sonrisa llena de felicidad al no ser encontrada.

Genya solamente acarició un poco la cabeza de su pequeña y estaba a punto de seguir con su tarea de doblar la ropa de sus hijos, pero un pequeño tirón en su kimono hizo que mirara a la pequeña Kiki.

"Mamá, tengo hambre" Dijo Kiki mientras aun sujetaba con una mano la ropa de su madre. "Quiero Ohagui." Suplicó la pequeña niña con un brillo en los ojos al mencionar esa deliciosa comida.

"Kiki, ya comiste Ohaguis ayer, no es sano comer siempre lo mismo... ¿Y hoy preparó unos deliciosos tempuras?" Sugirió Genya.

"¡Si! ¡Mamá cocina rico!" Gritó la niña emocionada por comer.

Genya solamente le dedicó una delicada sonrisa a su pequeña y ofreció su mano para que Kiki la sostenga y la niña felizmente lo hizo.

Entonces las dos fueron rumbo a la cocina, Kiki tarareaba algo que se estaba inventando en su mente, mientras que Genya miraba recto su camino.

Todos la miraban pasar, los cazadores que recorrían el mismo camino para llegar a su entrenamiento se la quedaban mirando, algunos kakushis paraban unos segundos y después volvían a sus labores.

Genya es una mujer bella, ella misma dice que no es su atractivo fácil lo que atrae las miradas, sino su cuerpo, el cuál se encontraba marcado con las pruebas de haber sufrido innumerables heridas, podía competir fácilmente con las cicatrices de Sanemi.

La mujer inconscientemente apretó mas el agarré en la mano de su hija y la pequeña niña podía sentir la mano de su madre algo pegajosa.

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"¡Señora Shinazugawa!" Gritó un kakushi encargado de la cocina al ver en la puerta de esta a la hermana del dueño de la finca. "¡No esperaba su visita! ¡Lo siento si la cocina es un desastre! ¡Ahora mismo la limpiamos!" Dijo el kakushi y a punto de limpiar el suelo juntó al resto de sus compañeros.

"Oh, no os preocupéis, se que estáis liados preparando la cocina, no hace falta que quitéis las cosas... Solo entre porque quería preparar algo para esta pequeña princesa." Informó Genya, ella pudo escuchar a su hija reír al ser llamada princesa.

"¡Comelemos Tempura!" Anunció Kiki con emoción, sujetando la tela del kimono de su madre.

"Si mi pequeña." Confirmo Genya mientras le dedicaba una delicada sonrisa a su hija para después mirar un poco mas relajada a las tres personas que se encontraban en la cocina. "¿No será una molestia para ustedes que yo ocupe unos utensilios de la cocina?" Pregunto cortésmente la Shinazugawa.

"Oh, no, no, no es ninguna molestia, puede coger todos los utensilios que necesite, también los ingredientes, tenemos reservas de sobra." Informó el mismo kakushi del principio.

"Que bien, entonces eso podría significar que haga también postre para acompañar la comida." Murmuró Genya mientras se adentraba a la cocina y era seguida por Kiki.

Los kakushis sonrieron tras sus máscaras al ver a Genya querer preparar un plato para su pequeña, se ve que es una mujer que ama a sus hijos.
Pero éstos vieron con curiosidad como Kiki se les quedó mirando.

Y entonces, la pequeña les dedicó una gran sonrisa mientras les daba un pequeño saludó con una de sus manitas para después apegarse de nuevo a su madre.

Los kakushis sintieron como si una daga atravesara su corazón.

Tanta ternura los iba a matar, a mas de uno le estaba dando una sobredosis de dulzura en ese mismo momento.

Genya no se percató de eso, ella estaba concentrada en tratar de hacer el tan antojado tempura.

El ciclo se repite, hasta que el lo rompió.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora