TERCERA MÁSCARA

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EL HIELO

Hielo.

Sin corazón. Sin emoción. Sin alma.

Frialdad.

Entumecimiento.

Embotada.

Entumecida.

La niña que fui... la niña que fui sentía con intensidad, como si un volcán erupcionara en su interior, como si el fuego llenara las venas de su cuerpo y no la sangre, como si ella fuera el fuego mismo.

Intensa, volátil, impredecible.

Diferente.

La niña que fui aprendió que su mundo estaba sumergido en un invierno eterno y que el fuego en su sangre parecía incorrecto.

Diferente.

Aquella niña que se hizo de hielo aprendió a apagar sus llamas con tal de hacerse invisible, pasar desapercibida, intentar alcanzar un ideal que nunca soñó.

Ella quería ser diferente.

Cambiar lo que había en su interior.

No ser un corazón de fuego, sino un corazón de hielo.

Acallada, inexpresiva, distante.

Inalcanzable.

Perfecta.

Negarse a sí misma, quemar su propia vida, agotar su esencia... Transformarse en hielo.

Entumecerse.

Cambié el fuego por el hielo. Dejé de sentir. Ya no había llamas ni brasas. El volcán se había dormido quedando en el olvido, en la desesperanza.

Cambié el fuego por el hielo. Dejé de sentir. Ya no había llamas ni brasas.

Cambié el fuego por el hielo.

Dejé de sentir.

Dejé de sentir.

Dejé de sentir el aire en mi rostro, la emoción en mi pecho, las sensaciones de mi cuerpo.

No sentía. No veía. No hablaba.

Una escultura.

Era perfecta.

La perfecta escultura. La perfecta mentira. La perfecta muerte del fuego y el alma. Mi alma.

Perfecta... y aún así, defectuosa.

Rota.

Un cristal agrietado en un río de sangre. Un latido paralizado, insonoro, quebrado. Una jaula translúcida.

Era perfecta, pero no lo era.

Era como un escalón en la cima del mundo con dos peldaños hasta el centro de la tierra.

Bajo.

Muy bajo era el pedestal e increíblemente pequeña la prisión.

La niña que fui estaba rota, estaba fría... Estaba muerta. La niña que fui se aprisionó con esposas de hielo y acero que mordían su piel sensible

La niña que fui.

Esa niña.

Se había acorazado con piedra, vestido con acero y protegido con hielo.

Un corazón de hielo.

El último círculo de protección.

El círculo de la perfección.

Un corazón de hielo, un latido de cristal. .

Lo que una vez fue... ya no era.

Hielo. Una fortaleza, una muralla. El ojo de una tormenta incesante que ardía a través de mis ojos, cristalizando todo a mi alrededor, dejando una estela invernal detrás de mí misma mientras quemaba las fisuras en mi "débil" corazón.

Hielo. Translúcido, frágil. Agrietado, inamovible.

Paralizado.

Congelado.

Lo que fuiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora