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TomTord❄!

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En los cercanos muiscas vivía un lindo caciquito que se pasaba desnudo, cubierto apenas su piel delicada por una cuerda atada a la cintura de la cual colgaban plumas de colibrí.

Crecía en edad y en malicia. Tan pronto llegaron los albores de la adolescencia, obedeció la orden de los mayores.

Esperaría el paso de la niñez, anunciada por la renovación de sus facciones y su cuerpo.

Esperó luego, con paciencia, a que llegaran las mozas de los alrededores, apenas cubiertas por las cabelleras negras, que les abrazaban los hombros, a cortejarlo y a escoltarlo hasta la laguna de Guatavita, en donde tomaría el baño ritual que lo purificaría  dejándolo limpio de todo mal humor.

El caciquito sabía hacer relampaguear sus ojos claros y lleno de coquetería y malicia empezó a verse admirado por las mancebas y mancebos más atléticos del cercado de sus mayores.

Ya había sobrepasado la cuenta en los dedos, de los jóvenes que habían ido a pedir su mano al padre.

- Es mejor esperar - le había suplicado él al cacique-. No tengo ningún afán de ser desposado.

Los días pasaban y él no se decidía.

Inquieto el padre, lo concretó:

- ¿A quién esperas? ¿Cúal es tu pareja soñada?

- Como deseo por pareja a alguien especial, que reúna la ternura con la valentía, la inteligencia con la sencillez, voy a hacer tres pruebas en la próxima luna llena, que es nuestra fiesta de cosecha.

El caciquito hizo entonces un llamado así: "Como quiero por pareja a alguien que me consiga el remedio para no sentir hambre ni fatiga, ni dolor, convoco a los jóvenes interesados en mi mano a conseguírmelo".

Los jóvenes se preguntaban, desconcertados, qué querría el caciquito.

Consultaron a los yerbateros y llegaron con las hojas del tabaco, con las flores del borrachero, con ramitas de adormidera, con hojas de coca. Las recibió todas, las colocó sobre una artesa y sin comentarios, propuso la segunda prueba:

- Quiero la mariposa más bella del mundo.

Se dispersaron los mancebos muiscas, y los vecinos que habían acudido a la fiesta de la cosecha, tras la mano del caciquito.

Caminaron por valles y montañas, tropezaron con ríos y vallados profundos y por fin regresaron con las manos llenas de raros ejemplares de mariposas rojas salpicadas de negro; amarillas ribeteadas de encaje blanco; azules de media noche; verdes; negras con ojos grises, con las formas mas extrañas: las había con colas, rayadas, con ojetes, subrayados. Pero nada llamó tanto la atención de Tord como la azul de raros destellos iridiscentes - La guarapera- a la que no dudó en calificar de sortilegio.

El joven que la cazó había expuesto su vida muchas veces, pues la esquiva mariposa volaba muy alto, y como su existencia era efímera, tan pronto la divisaba y se dedicaba a perseguirla, descubría que se había escapado y ocultado entre el follaje selvático. para el caciquito, el joven le parecía curioso, tenía unos ojos extraños.

Por último pidió el caciquito:

- Quiero un pájaro que hable.

Despavoridos(as), los aspirantes a la mano de Tord no sabían por dónde comenzar a buscar y, algo desconsolados(as), empezaron a caminar por atajos y a las orillas de los ríos. Hasta que el joven guerrero de la vecina tribu panche, el mismo que había logrado atrapar la bella mariposa azul cerca del nacimiento del agua, se sintió atrapado por un pico curvo y unas garras fuertes que lo elevaron y lo llevaron a una selva lejana poblada de árboles añosos.

Allí, solitario, en medio de la naturaleza brava, no encontró a quién confiar el encargo del doncel, y se dedicó a hablar con el pájaro que lo había elevado por las nubes:

- ¿Dónde estará el tal pájaro parlanchín?

El ave repitió la frase.

- ¡Ja, ja, ja, ja! ¿Me estaré volviendo loco? Oigo mi eco.

El animal se rio a carcajadas también.

El panche resultó, pues, hablando con el pájaro.

Su compañero grababa en la memoria palabras, tonadas, exclamaciones, como si fuera un segundo yo.

Era un animal de bellisimo plumaje en tonos vivos, de la gama del verde, del amarillo y del rojo.

Así pasaron algún tiempo, alimentándose de frutas silvestres y de raíces, hasta y lo remontó por lo aires hasta llevarlo a los cercados del Cacique Larsson.

Luego, sacudiéndose el plumaje y ordenándose las hebras del copete, dijo:

- Aquí estoy. Yo soy el pájaro que habla, el guacamayo más parlanchín de la tierra.

Y era verdad. El caciquito nunca había escuchado un animal riendo a carcajadas, silbando canciones, contando historias.

Vino el cacique y declaró sagrado al animal. Llegaron los sacerdotes y ordenaron no tocarlo y lo encargaron de llevar mensajes a los dioses.

Tord sintió amor fulminante por el guerrero panche. Ya no puedo volver a dormir tranquilo sin que sus sueños se poblaran con las palabras y la vacía mirada profunda del valiente. Era de cuerpo atlético, ojos oscuros, y un gesto altivo en la boca.

Venía de lejos y decía que en su cercado todos se llamaban hermanos; no había diferencias de clases y el mando lo tenía el guerrero más valiente; el que hubiera demostrado más arrojo en las batallas.

El padre sentenció:

- Tord, has de escoger pareja entre los jóvenes de nuestra tribu.

Entonces él supo que el guerrero del guacamayo parlanchín, a quien ya le pertenecía su corazón, no lo podría desposar jamás.


De vez en cuando, al llenarse la luna y clarear la noche, el guerrero traspasaba su cercado y clandestinamente se encontraba con el bello caciquito. El amor abundaba.

Pero el cacique Larsson, implacable, lo casó con un mozalbete de su tribu, que heredó el título de cacique. Era un joven narciso.

Hubo fiestas, brindis con chicha de maíz, banquete a orillas de la alguna, invocaciones a los dioses por la felicidad de la pareja, cantos y danzas.

Pronto nació un hijo. El guerrero panche no volvió a pisar los cercados muiscas.

El caciquito ardía en deseos de ver a su atlético guerrero forastero, y se las ingenió para ir a visitarlo.

- Lo he esperado e vano todas las lunas llenas.

- Aquí estoy - Dijo Tord -. No sé por qué nos impiden vernos.

- Parece lo más prudente - recomendó el panche.

- Prométame que vendrá a nuestro cercado. Platicaremos a orillas de la laguna de Guatavita.

Poco se habían dicho, pero mucho habían comprendido. Se amaban con locura. Y así lo entendió el cacique Larsson cuando lo vio llegar con los ojos llenos de lágrimas.

Organizó entonces una fiesta en honor del caciquito Tord. Invitó al banquete a los muiscas y a los vecinos paches. Sobre mesas de madera cubiertas por grandes hojas, sirvieron las viandas. Bebieron y comieron hasta el amanecer, cuando el joven desposado salió corriendo, con los ojos llenos de lágrimas. El cacique, su marido, había cazado al mancebo panche, le arrancó los genitales y los hizo cocinar y servir en cazuela, todo tras haber escuchado el rumor que el niño era de aquel panche de ojos raros.

Con el niño recién nacido en los brazos, el caciquito Tord se echó a la laguna. No los volvieron a ver, pero entre los muiscas pervivió la leyenda del caciquito enamorado, a quien de vez en cuando dicen escuchar en el fondo de la laguna.


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Si me la lucí, por cierto, Tord por alguna razón podía quedar embarazado. No pregunten.
¿Les gustó?

Indiossworld🥺

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⏰ Última actualización: Oct 04, 2023 ⏰

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