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Daphne

Aún no sabía porqué se había llevado el cuerpo ¿Tal vez por que tenía información que le descubría?

Se abrió una pequeña investigación policial. Digo pequeña, pues no habían pruebas de quién pudo ser.

Mi mirada se quedó fija en la marca de la bala que se había quedado incrustada en el marco de la puerta principal. No había escuchado el timbre de casa hasta que mamá me habló.

-Daphne, ¿por qué no abres? Llevan timbrando un rato.- sacudí la cabeza.

-Oh sí, perdón mamá.

-Cielo, ¿a caso necesitas más...

-¡No!- la interrumpí -No, no hace falta.- le sonreí, ella me devolvió la sonrisa y volvió a la cocina.

Solté aire y abrí.

Mis ojos se toparon con el color azul de los ojos de aquel chico rubio que había visto hacía unas noches en casa de Sally. Me había quedado hipnotizada, tenía la boca entreabierta pero no me había dado cuenta.

-Hola, no se si me reconocerás.- dijo con voz gruesa.

-S-si, te recuerdo ¿Ocurre algo?- dije nerviosa y tartamudeando.

-Quería ver como estabas. Aquella noche estabas en shock y apenas pudimos hablar.

-Ya... siento haber aparecido así en vuestra casa y despertaros.

-No digas eso, estabas en peligro. Lo menos que quiero es tener una posible muerte sobre mi consciencia.- solté una pequeña risa, él se limitó a sonreír -Me llamo Lion.

Lion. Nombre peculiar.

-Encantada, yo soy Daphne.

-Bonito nombre.

-Gracias.- me sonrojé, era muy fácil de sonrojar así que no era raro.

Lion me miró durante unos segundos con esos ojos tan penetrantes. Me permití analizar unos segundos su atractivo rostro: Sus ojos eran grandes, su nariz era gordita y la tenía ligeramente torcida, como si se la hubiesen roto. Sus labios eran bastantes gruesos y rosados y sus pestañas eran larguísimas. Su rostro estaba libre de vello facial.

-Bueno,- su voz me sacó de aquel trance -debo irme. Nos vemos.

Se despidió con la mano, yo hice lo mismo mientras que mi mirada seguía el camino que Lion tomaba hasta su casa.

Cerré la puerta con lentitud y dejé escapar el aire que mis pulmones habían retenido en contra de mi voluntad.

-¿Quién era?- habló mamá saliendo de la cocina.

-El vecino, quiso ver que tal me encontraba después de... bueno, ya sabes.

Mamá se acercó y sonrió.

-Que amable.- se llevó las manos al pecho en gesto de ternura -Pero eso no quita que aún no me caigan del todo bien.

Puse los ojos en blanco mientras caminaba hacia mi habitación, dejando a mamá hablando sola en la sala de estar.

Mi mirada pasó por la puerta del baño de arriba, mi ceño se frunció con incomodidad. Cada vez que pasaba por ahí, mi cuerpo se tensaba y se me activaba el modo huida ¿Y si vuelve a aparecer? Mi cabeza no paraba de preguntarse lo mismo una y otra vez cada vez que pasaba por ahí o me quedaba sola, pero siempre acababa llamando a Emily para que viniera a hacerme compañía. Se lo agradecía, de su casa a la mía eran cuarenta minutos a pie.

Esa noche tuve que volver a llamarla porque la ansiedad estaba siendo mas dura que las otras veces. Esta vez no habían pasado más de veinte minutos desde que se fueron mis padres a trabajar.

Hilos de sangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora