Capítulo 18

30 5 1
                                    

La Pesadilla Regresa

Esa horrible canción de San Aegolius empezó a colarse en los pensamientos de Soren y Gylfie.

Analizaremos cada egagrópila con fervor.

Quizás hallemos una uña de roedor.

Y jamás nos cansaremos

En la tarea que realicemos.

Ni trabajaremos con desazón

Esas pepitas brillantes del centro

Que nos alegran el corazón,

Serán siempre el mayor misterio...

Esta era la canción que Soren y Gylfie se habían visto obligados a cantar mientras trabajaban en el pelletorium de San Aegolius. Ahora empezaba a rugir silenciosamente en sus cabezas mientras permanecían en las ruinas del castillo y miraban el santuario vacío. Las terribles palabras de Eglantine, "las motas sagradas" aún resonaban en sus oídos.

"¡Las motas!" Soren y Gylfie volvieron a exclamar y se miraron fijamente. Los demás búhos guardaron silencio. Por fin, el misterio de las motas, que nunca habían desentrañado, había empezado a revelarse. La imagen de Skench irrumpiendo en la biblioteca con todo su atuendo de batalla volvió a ellos con todo su terror. Estaban a punto de salir volando de la biblioteca, el punto más alto del laberinto de piedra de San Aegolius, que ofrecía la mejor ruta de escape, y Skench, el doble de grande que ellos, avanzaba con las garras de batalla extendidas, una figura temible y horrenda. Y de repente, sin ninguna razón explicable, se estrelló contra la pared, arrastrado por una fuerza increíble, y quedó indefenso. Así, habían escapado. Soren recordó una de sus primeras conversaciones con Bubo sobre por qué el herrero se sentía "atraído a vivir en una cueva". Las palabras de Bubo volvieron a él: es una fuerza extraña y de lo más peculiar. Es como si después de todos estos años trabajando con el hierro, tenemos un poco del imán en nosotros. Como esos metales especiales, ya sabes, el hierro. Tiene lo que llamamos "campo". Bueno, aprenderás esto en la clase de metales, en magnetismo superior, donde todas las partes invisibles están alineadas. Crea esta fuerza que te atrae, lo mismo que a mí, me atrae a la misma tierra de donde vienen esas pequeñas motas de hierro.

Ahora, por fin, Soren se dio cuenta de lo que era la fuerza.

"Las motas estaban almacenadas en esa pared de la biblioteca", dijo Gylfie.

"Sí, y Skench llevaba metal. Hubo una interacción extraña. Pero él era tan estúpido que no lo sabía", respondió Soren.

"Es sencillo", dijo Otulissa.

"¿Sencillo?" preguntó Digger.

"Es magnetismo superior. El segundo volumen de Strix Emerilla se centra en las perturbaciones y anormalidades en los campos magnéticos de la Tierra. Puede que los búhos de San Aegolius no supieran lo que era pero, créanme, estos búhos del castillo saben exactamente lo que están haciendo". Otulissa hizo una pausa dramática.

¿Qué están tramando? La pregunta flotaba silenciosamente en el aire.

"¿Debo continuar?" preguntó Otulissa. Estaba claro que disfrutaba de su superioridad.

"¡Oh, por Glaux, sí!", rugió Twilight, pareciendo hincharse al doble de su tamaño.

Así que Otulissa explicó cómo el cerebro de un búho podía confundirlo hasta el punto de la desorientación total, de modo que le resultaría imposible navegar. No paraba, cada vez más técnica, cuando Soren finalmente la interrumpió. "Eglantine, ¿cuántas motas sagradas había?"

El rescateDonde viven las historias. Descúbrelo ahora