VIII

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Morir

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Morir.

eso era todo lo que quería en este momento donde las gotas de lluvia golpeaban su rostro y empapaban su rota,no le importaba el frío ni la humedad que está sintiendo,¿Cómo hacerlo si en lo único que podía pensar era en el dolor de su corazón?

Su mente corría mil por horas,teniendo dolorosos flashbacks del beso que presenció entre una persona que apenas conoce y el amor de su vida.
Porque si,el castaño era el amor de su vida...pero lamentablemente él no era la suya.

Lo amaba,amaba tanto a su mentor que incluso si él no lo elige,lo seguiría esperando en esta u otra vida.
Se enamoró del brillante corazón de Dazai Osamu sabiendo que nunca latiría por él pero aún así se aferró a cada palpitación.


Era doloroso, sumamente doloroso.


El amor que sentía es como una obra maestra de la tragedia,pintada con los colores de la pasión, el desamor y el anhelo. Es intenso, consumidor y lleno tanto de alegría como de dolor.
Es como una sinfonía agridulce, llena de altibajos de pasión, dolor y angustia.

Su amor puede ser una tragedia,pero es una tragedia que estaba dispuesto a soportar porque la alegría y la belleza que traian a su desagradable vida valían la pena...al menos eso pensó hasta ahora.
Trató de pensar en algo que no fuera el castaño pero le era imposible,cada pensamiento lo llevaba al más alto.

Dicen que todos los caminos conducen a Roma,Para Atsushi,todos los caminos lo llevan hacia Dazai.
No importa lo que haga,no va a poder dejar de amar a su mentor,prefiere morir antes que dejar de amarlo.

Por eso se encuentra ahora en esta situación,tirado en el suelo de un callejón oscuro en medio de la lluvia luego de haber escapado del restaurante donde horas antes se encontraba.
Miraba el cielo fijamente sin prestarle atención a los transeuntes que corrían para evitar mojarse con la lluvia.


¿Cómo podría levantarse otra vez luego de haber caído tan fuerte?
¿cómo juntaría todos los pedazos de su corazón de nuevo?
Su cuerpo, antes vibrante y lleno de alegría, ahora parecía sin vida,como si el peso de su amor no correspondido le hubiera quitado toda vitalidad.

El mundo que lo rodeaba hacía eco de su desolación, las hojas susurrantes de los árboles cercanos suspiraban con simpatía, sus ramas se extendían como dedos esqueléticos para ofrecer consuelo.
El aire estaba cargado de una sensación de angustia, como si la misma atmósfera hubiera absorbido su dolor y se negara a dejarlo ir.


Cada sollozo que atormentaba su pecho parecía desgarrar el tejido mismo de su alma, cada grito era un testimonio del profundo dolor que se había arraigado dentro de él.
Su corazón, alguna vez tan esperanzado, ahora yacía hecho añicos en fragmentos irreparables.

Mientras las lágrimas seguían cayendo, reflejaban la lluvia de la media noche, suave pero implacable,mezclándose con el suelo debajo de él.
Se aferró a la acera como si esperara encontrar consuelo en su fresco abrazo, pero no le ofrecía consuelo ni respiro del tormento que lo consumía.
En ese momento, los gritos de amor no correspondido del albino resonaron en los espacios vacíos a su alrededor, una inquietante melodía de desesperación que parecía llegar hasta los mismos cielos y mientras la oscuridad descendía, él permaneció allí, un alma rota, perdida en el abismo de su propio dolor.

𝑷𝒆𝒓𝒔𝒊𝒈𝒖𝒊𝒆𝒏𝒅𝒐 𝑨𝒕𝒂𝒓𝒅𝒆𝒄𝒆𝒓𝒆𝒔 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora