Pasé el resto de mi mañana como de costumbre: prestando atención en clase, tomando notas, respondiendo preguntas y corriendo de un edificio a otro. A pesar de que estaba acostumbrada a usar zapatos altos y podía manejarlos con facilidad, igual me arrepentí y me prometí no volver a usar tacones nunca. No entendía como mi cuerpo no había logrado adaptarse y después de tantos años, me seguían doliendo los pies y las piernas.
Sin embargo, tanto la promesa como el dolor quedaron olvidados mientras esperaba uno de los elevadores y me encontré frente a frente con mi reflejo. Llevaba una falda blanca de paletones gruesos, blusa rosa pálido con botones al frente, mangas largas y finas rayas negras y unos tacones blancos stilettos de 11 centímetros. Sonreí. La belleza tenía un precio muy elevado y la verdad era que yo estaba dispuesta a pagarlo.
Durante mucho tiempo, mientras vivía en casa de mis padres, no tenía permitido elegir u opinar sobre lo que usaba. Mi madre decía que ella sabía mejor que era apropiado para mí y después de todo, mi propósito en la vida era complacerla. Así que terminé por aceptar mi realidad y cerrar la boca cuando mi madre me ordenaba usar atuendos horribles y de colores aburridos. Ahora que vivía sola, si bien no era completamente libre, al menos podía vestirme como quisiera...la mayoría del tiempo.
Saber que estaba usando estos tocones por decisión propia, hizo que fuera más fácil soportar el resto de las clases y para cuando llegó la hora del almuerzo, había estado sentada tanto tiempo que mis pies lograron recuperarse.
La cafetería estaba llena cuando atravesé la puerta principal y la fila para recoger el almuerzo era enorme, pero yo no tenía necesidad de formarme. En su lugar, caminé hacia una de las máquinas expendedoras y compré una botella de agua. Había preparado mi comida en casa: un pequeño sándwich de pan integral y una manzana. Como estudiante de medicina, yo sabía perfectamente que mi peso actual estaba por debajo de lo recomendado para mi edad y estatura, pero mi madre pensaba lo contrario. Y se encargaba de recordármelo siempre que podía. Después de tantos años, sus palabras ya no me lastimaban tanto, pero mi deber era complacerla. Era inevitable, casi un instinto. Así que comía poco y me aseguraba de no aumentar ni un gramo, esperando conseguir su aprobación. Era una forma agotadora de vivir, pero desafortunadamente, era la única que conocía.
Recorrí la cafetería con la mirada y no tardé mucho en encontrar a mi nuevo compañero. Tal y como había dicho, su mesa era la más ruidosa del lugar. ¿Cómo es posible que lo notara antes?
Jeno se sentaba cerca de una ventana, rodeado de cuatro chicos. Me apresuré a acercarme, emocionada ante la posibilidad de conocer nuevas personas.
La mesa era un hervidero y era obvio que todos se encontraban en medio de una discusión.
—¡Esa es la estupidez más grande que he escuchado en mi vida! Las personas tienen solo un trasero —estaba diciendo uno de los chicos. Tenía el cabello castaño y la piel perfecta y bronceada. Parecía un poco exaltado, como si llevara mucho tiempo tratando de convencer a los demás.
—¡Claro que no! —replicó otro. Aún sentado parecía alto, tenía el cabello color miel y un curioso brillo en los ojos, que solo podía describirse como locura— Son dos, porque pueden dividirse a la mitad.
Sentí mis labios estirarse en una sonrisa. No tenía idea de qué estaban hablando o como habían llegado a ese punto, pero supe que sentarme en aquella mesa iba a traerme muchas risas.
—Hola, Jeno. —saludé, deteniéndome un par de centímetros a su lado.
Él estaba dándome la espalda y tan enfocado en la discusión, que se sobresaltó ligeramente al sonido de mi voz. Giró la cabeza y esa sonrisa fácil apareció en sus ojos cuando me miró.
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Dive Into You || Lee Jeno
FanfictionHabía una vez una princesa que estaba atrapada y un chico dispuesto a rescatarla. Cho Hana creció rodeada de vestidos caras, joyas enormes y reglas inquebrantables. En una vida que a veces podía sentirse como una prisión, ella aprendió a sobrelleva...