Eché a correr hacia el estacionamiento inmediatamente.
Hoy no tenía más clases y por supuesto que mi madre lo sabía, así que no tenía ninguna excusa para llegar tarde.
Como me pasaba a diario, olvidé donde había estacionado, así que corrí por el estacionamiento mientras presionaba el botón en la llave del auto, tratando de desactivar la alarma. Finalmente, después de lo que se sintió como una eternidad, un par de luces se encendieron y suspiré aliviada.
El interior de mi auto olía a menta fresca y estaba reluciente de limpio. Era un Hyundai Elantra, negro por supuesto. Un coche adecuado para una cirujana, había dicho mi padre cuando lo compró para mí. Yo no estaba particularmente interesada en autos, por lo que no sabía mucho acerca de el, pero al menos era cómodo y espacioso. No que importara demasiado, yo era la única persona que lo utilizaba.
Lancé mi mochila en el asiento del copiloto y me apresuré a encender el motor y salir del estacionamiento. Apenas había entrado a la carretera cuando la pantalla en la consola se encendió, indicando que tenía una llamada. Presioné un botón en el volante para contestar y respiré profundo.
—¡Hola, mamá! —saludé, intentando darle a mi voz un tono animado.
—Princesa, ¿ya casi llegas? —preguntó ella del otro lado. Su voz era suave y tenía una mancha de impaciencia que no me pasó desapercibida.
—Justo estoy saliendo de la Universidad. Tenía una reunión para un proyecto importante.
—Ya veo. ¿Cuánto tardarás en llegar?
—Alrededor de una hora, mamá. —respondí, rodando los ojos. Ella ya sabía que tardaba una hora en llegar a casa desde la universidad, suponiendo que no hubiera contratiempos en el camino— Pero apenas es la 1:57. Voy a llegar a tiempo para la cena —de hecho, iba a llegar con tiempo de sobra, pero no merecía la pena mencionarlo.
—Si, cariño. —la escuché suspirar— Pero ha pasado mucho tiempo desde la última vez que te vi.
Apreté el volante con fuerza. La última semana familiar había sido hace dos semanas. Después de todo, estaba obligada a cenar con mis padres dos veces al mes, era una regla simplemente inquebrantable y una de mis principales causas de ansiedad.
—No te preocupes, mamá. Haré todo lo posible por llegar a tiempo. —dije, después de un momento en silencio— Estoy conduciendo. Nos vemos pronto —añadí y antes de que pudiera decir más, presioné el botón para terminar la llamada.
Un semáforo en rojo apareció frente a mi y aproveché para rebuscar mis lentes oscuros en la guantera. Ya podía sentir un dolor de cabeza empezar a formarse y la luz de la tarde solo lo hacía peor. La luz cambió a verde y empujé el pie en el acelerador a la vez que tomaba una bocada de aire.
Generalmente estaba mejor preparada para las cenas familiares, pero supongo que conocer a Jeno y sus amigos me sacó de mi rutina y, por lo tanto, me distrajo. Debía mantener la mente en el juego, como diría el gran Troy Bolton y enfocarme en las próximas horas, que sin duda no iban a ser fáciles.
Convencer a mis padres de que me permitieran mudarme de casa para asistir a la universidad había sido la gran batalla de mi adolescencia. Desde que tenía 15 años había iniciado la guerra. Tres años. Eso tardé en demostrar que era capaz de cuidarme sola. Al final, había conseguido mi objetivo, pero con ciertas condiciones. Una de ellas, era las cenas familiares. Dos veces al mes, los viernes, sin importar el clima o mi estado de salud, estaba obligada a conducir una hora hasta la casa de mis padres para cenar con ellos y contarles todas las novedades en mi vida.
En esos días, era como si nunca me hubiera marchado. Mi madre elegía mi atuendo, mi padre elegía el menú y si la cena coincidía con alguna reunión importante de negocios, entonces yo debía sentarme en silencio, hablar solo cuando me dirigían la palabra y lucir como una muñeca perfectamente programada. Aún no podía decidir si odiaba más cuando éramos solo mamá, papá y yo y me acribillaban con preguntas o cuando había algún invitado y me convertía en otra cosa que mis padres usaban para presumir.
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Dive Into You || Lee Jeno
FanficHabía una vez una princesa que estaba atrapada y un chico dispuesto a rescatarla. Cho Hana creció rodeada de vestidos caras, joyas enormes y reglas inquebrantables. En una vida que a veces podía sentirse como una prisión, ella aprendió a sobrelleva...