Capítulo Cuatro

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Mi departamento estaba oscuro y silencioso cuando entré, horas después de que la cena con mis padres terminara. Eso no era una novedad.

A decir verdad, me gustaba la oscuridad. De cierto modo, era un consuelo. En casa de mis padres, las luces siempre estaban encendidas, haciendo que el lugar pareciera un hotel en lugar que un hogar.

Me quité los horribles zapatos en la entrada y me puse mis pantuflas rosadas. Suspiré y me dirigí a mi habitación sin molestarme en encender las luces.

A pesar de que mi madre se había encargado del diseño de mi departamento, en realidad me gustaba bastante. Las paredes estaban pintadas de un suave color verde y todos los muebles iban a juego. Originalmente, tenía dos habitaciones, pero mi padre compró el edificio y convirtió la segunda habitación en un closet gigante.

Mi parte favorita, sin embargo, era un enorme librero de madera oscura que estaba junto a mi cama. Tener los libros junto a mi cuando me iba a la cama, me hacía sentir extrañamente acompañada. Como si Peter Pevenise, Bryce Loski, Percy Jackson y El Principito estuvieran cuidando de mi mientras dormía. Los libros siempre habían tenido ese efecto en mí. Me recordaban que, tal vez, no estaba tan sola y que podía tener aventuras.

Cuando vivía en casa de mis padres, tenía mi propia biblioteca y no podía llevar libros a mi habitación. Tener un librero junto a mí todas las noches era todo un lujo.

Encendí la luz de mi habitación al entrar y dejé caer mi mochila en el suelo. Como siempre sucedía después de una cena con mis padres, me sentía agotada. Para empeorar las cosas, mi madre había programado una cita para ver la ópera mañana, lo que solo añadía a la pesadez dentro de mi cabeza.

Así que me apresuré a sentarme frente a mi tocador para remover mi maquillaje lo más pronto posible y tomar una ducha. Ni siquiera me molesté en ponerme pijamas y simplemente me arrastré a mi cama en ropa interior.

Suspiré. El primer día de primavera terminó un poco diferente a lo que esperaba o estaba acostumbrada. Normalmente, tenía mejor suerte. Pero estaba bien, porque había conocido a un chico rubio con ojos sonrientes y amigos ruidosos, y una pequeña parte de mi sentía que mi suerte estaba a punto de mejorar.

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La mejor forma de sobrevivir a veces era simplemente desconectarse del mundo, así que eso hice el fin de semana. Hice mi mejor esfuerzo por no dormirme durante la ópera y luego busqué una reseña en internet y se la recité a mi madre como si fuera mi opinión. El domingo me dediqué a dormir, demasiado agotada después de pasar dos días seguidos con mi familia como para hacer otra cosa.

También me permití llorar.

Iba a hacerlo tarde o temprano, así que mejor que sucediera en la privacidad de mi departamento.

Lloré por horas, hasta que estaba segura de que la cabeza me iba a explotar, pero me sentí un poco mejor al terminar. Era bueno llorar a veces. Ya que no podía decir como me sentía, las lágrimas eran la siguiente mejor opción para deshacerme de todas las cosas que volvían pesado mi corazón.

Aparté de eso, también pasé todo el domingo esperando un mensaje de Jeno que nunca llegó. Si bien él había prometido llamarme cuando tuviera noticias, muchas cosas pudieron pasar. Tal vez lo olvidó o tal vez no tenía nada que reportar. Sea lo que sea, igual le dediqué una cantidad exagerada de tiempo a vigilar mi teléfono. Incluso lo reinicié, pero la bandeja de mensajes se mantuvo vacía y pronto llegó la noche.

Normalmente, me gustaba salir un poco los fines de semana. Ir a caminar al pequeño parque que estaba a un par de cuadras de mi edificio o comer en algún restaurante cercano. Este domingo, sin embargo, no tenía la fuerza para dejar mi departamento. Apenas logré arrastrarme a la ducha y aprovechando que vivía sola, me pasé el día envuelta en una ligera bata azul, acostada en mi cama con un libro en el regazo.

Dive Into You || Lee JenoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora