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Kristoff no pareció tan sorprendido cuando vio a Anna regresar con sus compras. No quiso preguntar por el paradero de su laúd o cómo había conseguido todo, prefirió guardar silencio luego de aprender a no hacer preguntas. Anna dejó las cosas a un lado y acomodó la paja para formar una cama, necesitaba dormir un poco y recuperar las energías.

Anna siempre había tenido sueños agradables y extraños, pero aquel fue desagradable. Sentía frío, como si estuviera sentada en un bloque de hielo, y no podía ver nada a su alrededor. La nieve giraba como si estuviera en una tormenta de nieve, pero el clima no parecía una tormenta normal. Estaba lleno de una oscuridad que amenazaba con tragársela por completo. Peor aún, sentía que alguien por ahí necesitaba desesperadamente que la encontrara.

Anna trató de luchar contra el clima para llegar a esa persona, buscando una forma de atravesar la nieve, pero no lograba verla, solo podía escuchar el llanto, estaba tan lejos que no sabía de dónde venía. Todo lo que sabía era que necesitaba encontrarla antes de que fuera demasiado tarde. Algo le decía que, si seguía a su corazón y confiaba en sus instintos, lo haría.

– ¿Hay alguien ahí? – gritó Anna por el viento, pero nadie le respondió.

La sensación de estar sola era terrible, jamás se había sentido así. Dio un mal paso que acabó con ella cayendo por un enorme acantilado

Y Anna se despertó, sin aliento y con el corazón latiendo a mil.

Kristoff la observaba preocupado.

– ¿Qué?

– Tenemos un problema – comentó el rubio señalando las puertas abiertas del establo.

Anna no comprendió hasta que se asomó y logró agudizar su vista para ver unas cuantas luces acercarse poco a poco. Veía formas extrañas entre el viento y apenas lograba divisar la bandera de Arendelle ondeando en un pequeño palo de madera. Eran soldados y estaban encabezados por Hans, el estúpido príncipe que no parecía haber entendido que debía quedarse.

La pelirroja gruñó por lo bajo cuando los vio detenerse e ingresar al almacén de Oaken, rogaba que el hombre no dijera nada de su visita o hacía donde se estaban dirigiendo. Se alejó, tomando sus cosas. No podían perder más tiempo, tenían que salir de allí sin llamar la atención.

«Piensa Anna. » cerró los ojos con fuerza, como si aquello fuera útil para tener una idea. ¿Por qué de repente su cabeza estaba en blanco? ¿Dónde estaba su creatividad para salir de los problemas? Solo podía repetir una y otra vez las imágenes de su reciente sueño como el rostro aterrado de Elsa antes de huir.

– Kristoff – llamó tan pronto algo la golpeó –, te prometo conseguir un nuevo trineo.

– ¿De qué hablas? – preguntó el rubio confundido – Espera, Anna.

– Sólo carga todo lo necesario y sube a Sven – ordenó Anna buscando lo que necesitaba –. Debemos ser rápidos.

Kristoff intentaba seguirle el paso aunque parecía tan perdido como el reno. Anna tenía un plan que involucra su trineo y no se sentía muy seguro al respecto. Pero le hizo caso, recogió sus provisiones y las amarró a Sven lo mejor posible, subiendo al mismo mientras intentaba tranquilizarlo.

– El clima está empeorando – observó Kristoff, pero no recibió una respuesta de Anna – ¿Me escuch-

Anna subió de golpe al reno y no dejaba de mirar el trineo detrás de ellos.

– ¡Corre Sven, corre! – gritó al mismo tiempo en que el trineo explotaba y los caballos reales huían – Eso nos dará algo de ventaja, ¿no crees? – bromeó Anna.

Frozen Heart | ElsannaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora