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Anna resbaló cuando la quiso seguir y Hans logró atraparla. Ambos veían la silueta de la reina desaparecer entre los altos árboles y una extraña sensación apareció en la pelirroja. Como pudo se levantó, sintiendo sus botas deslizarse por el hielo con cada paso que daba hasta alcanzar tierra firme otra vez. Tenía que buscar a Kristoff, tenía que buscar a la reina.

Hans le pisaba los talones mientras ella corría de regreso al patio del palacio, escuchando a las personas murmurar entre sí aterradas por lo sucedido. Entre todos, pudo encontrar a Kristoff calmando a una anciana.

– ¡Kristoff, necesito a Sven! – gritó la pelirroja cuando estuvo más cerca – Por favor, necesito que me prestes a Sven, no hay tiempo que perder porque-

– ¿Qué? – preguntó el rubio confundido.

– ¡Que me des al reno, Kristoff! Préstame al reno por favor, es urgente.

– Anna, cálmate – pidió Hans interrumpiendo la discusión de ambos –. ¿Estás bien? Fue una caída horrible.

La pelirroja lo miró unos segundos, intentaba no ser sarcástica con él y su atención recayó en el guante que sostenía. Eso había sido el detonante, el maldito causante de todo. Anna se lo arrebató e ignoró por completo las quejas del príncipe, ella solo podía ver a un muy confundido Kristoff

– Por favor Kristoff, lo necesito – repitió Anna una última vez.

– No entiendo porque-

– ¡Ay no! ¡Es nieve! ¡Es nieve! ¡La reina hechizo esta tierra! – gritó el duque alterado – Tenemos que detenerla.

La mandíbula de Anna se tensó y una ira irracional creció en su interior al escuchar la insoportable voz del hombre que comenzó con todo eso. No, ella no pensaba ignorar las barbaridades que estaba diciendo el duque sobre la reina. Hans lo notó, pero fue muy tarde cuando comprendió las intenciones que tenía la chica.

– ¡Cierre la maldita boca! – gritó Anna.

El duque se giró, horrorizado por cómo se estaba dirigiendo a él aquella chica y solo pudo ocultarse detrás de sus guardias.

– ¡Tú! – La señaló – ¡Tú estás con ella! ¿También hay hechicería en ti? ¿Tú también eres un monstruo?

Anna soltó una risa al escucharlo, no le importaba nada más que estrangular al duque frente a todo el reino. Pero debía contenerse.

– No, pero debería agradecer que soy completamente ordinaria porque créame que no tendría miedo de usar mi magia contra usted, duque – confesó Anna con rabia –. Ahora deje de insultar a la reina Elsa.

– ¿O qué? – atacó el duque – No eres más que una simple sirvienta.

Kristoff se vio obligado a meterse en medio cuando notó los blancos nudillos de Anna. La sujeto de los hombros mientras Hans se colocaba delante de ambos e intentaba razonar con el pequeño hombre.

– Anna, ¿qué ocurre? – preguntó Kristoff – Y espero una buena respuesta.

– Elsa tiene poderes y causó todo este invierno porque ese maldito infeliz no la dejaba en paz y – balbuceó antes de relamerse los labios –... Kristoff, tenemos que encontrarla antes que alguien más lo haga.

El rubio podía ver la desesperación que había en los ojos de Anna y no podía negarse. Rascó su barbilla, pensativo de su próximo movimiento. Debían hacer algo, pero también debían pensarlo demasiado antes de embarcarse en aquella misión.

– Bien... Puedo buscar a Sven y ¿Anna?

La nombrada no estaba cerca de él o por el patio, se había ido mientras lo dejo meditar su respuesta. Puso los ojos en blanco cuando la encontró discutiendo con Hans y, por la forma en que ambos movían las manos, podía entender la gravedad del asunto.

Frozen Heart | ElsannaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora