CAPÍTULO IV: Solo el útero.

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Siete meses después:

Alexa;

—¡Oh...Dios mío! —gimo de dolor mientras mi hermana aguanta el suyo. ¿Por qué tendría Anastasia que sentir dolor? Fácil, la fuerza que empleo al sostener su mano no es poca. ¿Quién mejor que ella para prestarme su mano en momentos de dolor como este? El sudor baja por mi frente y ni hablar de las contracciones que duelen horrores. En las clases a las que asistí, dijeron que dolían; pero jamás llegué a pensar que tanto.

Alana y Camille entran en mi habitación, ganándose una mala mirada de mi parte. Sé que ellas no tienen la culpa, aun así, llevo seis horas en esto y cada vez que la enfermera dice que no he dilatado lo suficiente siento unas enormes ganas de golpearla. Una nueva contracción logra que otro gruñido se me escape. ¿Qué estará haciendo el pelirrojo culpable de que yo me encuentre en esta situación? Seguramente se encuentre de lo más relajado.

—¿Te duele mucho, Alex? —pregunta Camille y vuelvo a mirarla mal. Anastasia rueda los ojos y Alana se golpea la frente con la mano. Anastasia nunca ha tenido hijos, pero durante estos meses ha visto tutoriales de parto, ha asistido conmigo a las clases y no se ha perdido una cita con el médico. En esta etapa de mi vida, mi hermana no me ha dejado sola y eso jamás lo voy a olvidar; Camille y Alana no se quedan detrás.

Ellas tres han cumplido el papel de padre, me cumplen mis antojos, me consienten a pesar de que he llegado a ser verdaderamente insoportable. También han llorado junto a mí en cada ecografía, o cuando los bebés se movieron por primera vez. La enfermera a la cual veo como saco de boxeo, con una enorme sonrisa, nos dice:

—Ya estás lista.

—Gracias a Dios... —susurra Anastasia y la fulmino con la mirada. ¿Acaba de quejarse? Aprieto los dientes para no decirle algo grosero. ¿En verdad le duele tanto la mano? Dudo que su dolor sea mayor que el mío, claro, eso si consideran que estoy a punto de tener a dos bebés por parto natural. Camille y Alana se retiraron de la habitación al escuchar las palabras de la enfermera sus palabras antes de irse fueron: "Buena suerte." Otra contracción me quita el aliento e intento inhalar y exhalar como me enseñaron en clases más veces de las que puedo contar y...

—¡¿Cuánto falta para que salgan?! —pregunto prácticamente gritando. ¡Joder! ¡Esta es la última vez que paso por esto! ¡Dos es suficiente para mí! Aprieto la mano de Anastasia con fuerza y esta suelta un jadeo de dolor, aun así, no se aleja de mí.

—¡Ya veo la cabeza, no dejes de pujar! —me informa el doctor y... Me gustaría verlo a él en mi lugar, y a mí en el suyo. ¿Qué tan difícil puede ser permanecer sentado frente a una entrepierna esperando que el bebé salga de esta? A pesar de lo que pienso, decido hacerle caso porque quiero que esto termine, y decir que estoy muriendo por conocer a esas dos personitas que han estado creciendo dentro de mí los últimos nueve meses, sería poco.

—Lo estás haciendo bien, Alex, eso es...

Sus palabras quedan opacadas por el llanto que inunda la habitación, mis ojos se humedecen, los latidos de mi corazón aumentan al ver a ese bebé que tanto se negaba a salir de mí. Mi hermana corta el cordón umbilical y no tardan mucho en colocarlo sobre mi pecho. Su cabeza está cubierta por una fina cabellera cobriza. ¡Genial! Alguien se parecerá a su papá, por desgracia, no puedo seguir mirando a mi primer hijo; porque su hermana decide recordarme de una manera muy dolorosa que continúa dentro de mí. Una de las enfermeras que hay en la habitación toma a mi hijo y comienza a limpiarlo bajo la supervisión de mi hermana que se encuentra embobada con él.

¿Casualidad, destino o mala suerte? [Libro #3] [Saga Bebé] +18 ✅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora