CAPÍTULO I: Pelirrojo de mirada gris.

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LONDRES.

Alexa;

—¡Por favor! —pido haciendo un ridículo puchero y uno mis manos como si rezara. Tanto Alana como Camille ruedan los ojos y bufan por lo bajo, por otra parte, An, parece estar de acuerdo conmigo.

—Alex tiene razón, chicas, necesitamos distraernos y... ¿Qué podría ser mejor que salir a bailar y liarnos con tíos guapos? —cuestiona y la sonrisa pervertida en el rostro de mis amigas, nos hace saber a mi hermana y a mí que hemos ganado.

¿Quién podría resistirse a una buena compañía nocturna?

Exacto, nadie, bueno... Al menos yo, nunca lo haría. La vida es una sola y hay que disfrutarla al máximo, ya que uno nunca sabe cuando será el último día. Las cuatro sonreímos, Camille y Alana se marchan, sabemos que es hora de comenzar a buscar un atuendo apropiado para esta noche. ¿Por qué comenzar tan temprano? Digamos que suelo tomarme mi tiempo a la hora de elegir mi vestimenta.

Cinco horas después, me encuentro frente al espejo, detallando minuciosamente cada detalle de mi cuerpo, ropa y maquillaje. He de admitir que soy muy quisquillosa y obsesiva a la hora de arreglarme para salir. Sonrío al sentirme contenta con el resultado. Elegí para esta noche un vestido que deja a la vista toda mi espalda, resalta mis curvas y lo más importante... ¡No tengo que ponerme sostén! Cuando era pequeña y por lo tanto plana, adoraba colocarme los de mi madre para fingir que tenía senos; pero ahora que los tengo y he de agregar que no son para nada pequeños, me veo en la necesidad de utilizar sujetadores todo el tiempo.

Debo agradecer a mis progenitores por darme buenos genes, la pobre de mi hermana, no corrió con la misma suerte. Okey, debo admitir que ella también es hermosa; pero una cosa no quita la otra, es tan guapa como insoportable; lo que explica que a sus veinticinco años continúe compartiendo apartamento con su hermana menor. Mis zapatos son del color del vestido y llevo una pequeña cartera con lo indispensable. ¿Qué sería lo indispensable?

1: Mi identificación.

2: Dinero.

3: Condones.

No hay nada de malo en que una mujer disfrute su sexualidad como le venga en gana, siempre y cuando sea responsable a la hora de hacerlo. An abre la puerta de mi habitación sin tocar (lo que ya se ha vuelto una costumbre). Ella lleva un short alto, acompañado de un top rojo y unos zapatos del mismo color. El cabello rizado que heredamos de mamá cae hasta sus hombros, yo por mi parte, decidí laciarlo esta noche.

—Madre mía, Alexa, estás despampanante. —musita con una sonrisa, logrando que yo también sonría; pero no el cumplido. Soy bastante difícil a la hora de reconocer las cualidades de los demás, sin embargo, las mías las conozco muy bien y no dudo de ninguna de ellas. An me observa a la espera de que diga algo de su look, y para no tener a una hermana enojada por el resto de la noche decido dar mi brazo a torcer.

—Tú estás bien.

Anastasia rueda los ojos y termina resignándose. No hay nadie que me conozca mejor que ella y bueno... Yo la conozco mejor que nadie. Cuando cumplí dieciocho años y decidí que no quería ir a la universidad, ya que tardaría mucho en independizarme, mi hermana me ofreció que nos mudáramos juntas; a estas alturas es más que evidente lo que respondí. Gracias a Camille, conseguí un trabajo como recepcionista en un hotel, y no me puedo quejar, gano los suficiente y las propinas son bastante buenas.

¿Casualidad, destino o mala suerte? [Libro #3] [Saga Bebé] +18 ✅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora