1. Pesadilla

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1. Pesadilla

Ese día todo era gris. Incluso las nubes se pusieron de acuerdo para estar casi negras. La tormenta se desataría en cualquier momento, pero la familia real no se movió ni un milímetro. Todos juntos parados junto al ataúd de un padre, de un esposo que se iba para siempre.

Henry trató de permanecer de pie sobre la tierra, de no arrojarse hacia la cripta e irse con él para siempre. Dio apenas unos pasos al frente, pues quería ver su rostro una última vez, pero en lugar de encontrarse con su papá, ataviado en un elegante traje, como cuando interpretaba a James Bond, se encontró con Alex Claremont-Díaz, el amor de su vida. Sintió de inmediato cómo el corazón le bajó a los pies y atravesó la tierra para hundirse hasta el centro.

-No... -Negó con la cabeza y retrocedió algunos pasos.- Alex... ¡No! -dejó salir de su garganta un grito desgarrador y entonces sintió que se desplomaba hacia atrás.

Abrió los ojos mientras la sensación de caer lo hizo moverse abruptamente, se incorporó en la cama con la respiración agitada y desorientado miró alrededor. Estaba en su habitación, luego giró la vista a su derecha y se encontró con Alex dormido a su lado, tal como debían ser las cosas. Todo estaba bien. Para asegurarse miró el pecho de su novio hasta que notó el vaivén de su respiración y entonces, un suspiro de alivio emergió de sus labios.

Con una mano aún temblorosa tomó la del chico a su lado y acarició sus dedos muy suavemente. No quería despertarlo, pues seguro no faltaban muchas horas para que tuviera que levantarse e ir a la escuela.

Se llevó la mano libre al pecho y sintió su corazón acelerado aún. Su respiración tampoco terminaba de regularizarse, así que cerró los ojos apretándolos y comenzó con los ejercicios que la psiquiatra le recomendó para aquellas ocasiones. Generalmente, si sufría un ataque de pánico en presencia de su pareja, él lo acompañaba hasta que todo estaba bien de nuevo, pero quería dejarlo dormir tranquilamente.

-Fue solo un sueño... fue sólo un sueño... -se repitió susurrando una y otra vez. En algún momento, David se subió a su regazo y se acostó ahí.

Cuando Henry estuvo más tranquilo se dedicó a contemplar el hermoso rostro de su novio durmiente, mientras agradecía a todas las deidades el tenerlo a su lado. Estaba cansado, la crisis le hizo sudar y sentir el cuerpo pesado, como si no pudiera ya más con éste. Sus párpados se fueron cerrando despacio, dejándole como última imagen la de su pareja a su lado.

****

Alex finalmente despertó cuando la alarma de su celular comenzó a sonar a las 7:30 a.m. Se incorporó e hizo callar el molesto sonido, luego miró a su izquierda para ver a su príncipe, al que encontró sentado, recargado en el respaldo de la cama. Dormía inclinado un poco hacia la izquierda y el perro estaba sobre sus piernas.

David, quien despertó cuando sintió movimiento, y el hijo de la presidenta se miraron.

-¿No durmió por la noche verdad? -se debatía entre acomodar a su novio o dejarlo así, no quería despertarlo y que ya no pudiera volver a dormirse. Era lunes y el próximo viernes sería el aniversario luctuoso del padre de Henry. Al verlo dormir en aquella posición, tuvo la seguridad de que estaban en el inicio de una crisis.

Desde que vivían juntos el insomnio de ambos iba para mejor. El del primer hijo casi había desaparecido, salvo por uno que otro día en el que se sentía muy estresado, pero el de Henry persistía un poco más, de vez en cuando llegaban esos días en los que su semblante se tornaba triste y melancólico, días en los que podía quedarse largos momentos en silencio, en que salía a la terraza y miraba las estrellas, en que por la noche era de pasarse en vela. Como su pareja era doloroso verlo así, Alex quería que con una sola palabra suya todo el dolor desapareciera para siempre del corazón de su príncipe, pero sabía que no era posible, así que se limitaba acompañarlo, los mimos y abrazos se volvían más abundantes, el número de llamadas se incrementaba y los paseos a la luz de las estrellas también.

-David. -Alex acarició la cabeza del perro. -Lo único que podemos hacer ahora es estar a su lado.

El moreno fue a tomar una ducha y cuando salió ya bañado, encontró a Henry despierto, acariciando a su perro.

-Baby, pensé que dormirías hasta tarde.

-¿Y perderme el paisaje matutino? -lo recorrió con la mirada. -Nunca.

-Pues deberías volver a dormir. Descansa un poco más. -dijo tras soltar una risita

-Me toca la cita con la psicóloga. ¿Recuerdas? Además, luego iré al refugio.

-Es verdad. No vayas hoy al refugio. Estoy seguro de que Shaan se puede encargar. Ven a casa y descansa.

-Lo voy a pensar. -El Príncipe habló y su consorte sabía lo que eso significaba: No le haría caso para nada, así que suspiró y besó su frente.

-Pasaré al refugio por ti para volver juntos a casa.

-De acuerdo. -Sonrió y esta vez unieron sus labios. El moreno se iba a incorporar para vestirse, pero Henry lo jaló hacia sí, haciendo quedar al perro entre los dos, pero éste ni se inmutó.

-Te amo. -susurró a su oído y lo estrechó con fuerza. El recuerdo de su pesadilla estaba aún latente, por más que todo alrededor fuera igual que siempre y de que tenía a Alex frente suyo, sobre sí mismo, el miedo persistía, quería asegurarse de que no iba a perderlo, que lo conservaría a su lado para siempre. Si era posible, impregnarle la protección de sus brazos para que lo acompañara a todos lados.

-Baby... te amo también. -Alex lo abrazó con igual intensidad y lo sintió temblar.

Esa semana sería un reto, quería estar listo para proteger el corazón de su príncipe: frágil, pero poderoso, dulce, pero dispuesto a luchar.

ROJO, BLANCO Y SANGRE AZUL: CRISIS Y AMORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora