No importa el universo, ni como se conocieron, lo único seguro es que cuando Stephen Strange y Tony Stark se conocen, se enamoran.
O: La autora simplemente no puede detener sus ideas.
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Los personajes le pertenecen a Marvel.
Steve se encontraba arrimado a la isla de la cocina mientras esperaba que su café estuviera listo. El pitido característico de la máquina sonó y su taza fue llenada con el elixir de la vida (palabras de tony, no suyas).
El Omega rubio dejó la taza sobre la mesa y con delicadeza tomó asiento para posteriormente degustar de sus tostadas con mermelada.
Estaba a la mitad de su tostada cuando Anthony apareció con claros signos de agotamiento, pero no se debían a demasiadas horas atrapado en el laboratorio como en años anteriores. Por caprichos de la perra vida —y si, él también podía maldecir— la rutina de sus Alfas ocurría al mismo tiempo. Steve y Anthony eran poseídos por sus amantes durante tres largos días, lo que dejaba a los pobres Omegas hechos un desastre de dolores en sus músculos y sobre todo en sus traseros.
Sólo en esos momentos, Steve y Tony maldecían que sus Alfas tuvieran una polla grande.
El castaño le saludó y se dirigió a prepararse su amado café. Steve hizo una mueca al ver el cuello rojizo y la marca en su punto fuerte.
Strange fue un salvaje de nuevo.
—Odio ser Omega —se quejó el inventor mientras hacía una expresión de dolor al momento de sentarse—. Me duelen lugares dónde no sabía que dolían.
Rogers hizo una mueca.
—Mismo. Creo que Bucky está desesperado por tener hijos. —Le dio una mordida a la tostada.
—Pienso lo mismo de Stephen. ¡Casi rompemos la cama! —gritó, alzando las manos y dando un rostro dramático—. Por un segundo pensé que me partiría en dos.
Ambos compañeros de batalla quedaron en silencio para comer su desayuno en tranquilidad. Desafortunadamente, un tipo de entidad cósmica debía odiarlos porque se encendió la alarma y FRIDAY les avisó que el Doctor Doom estaba atacando Central Park.
—¡Avengers Assemble!
Clint bramó mientras corría a su habitación para prepararse.
Anthony y Steve apretaron los labios y aguantaron las ganas de sollozar.
Maldita sea.
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Quedaban al menos unos veinte robots de pie.
Steve lanzó el escudo y le arrancó la cabeza a uno. Bueno, ahora son diecinueve. Por otra lado, Natasha y Barnes luchaban juntos mientras que Thor alzaba su martillo y dirigía el rayo a Doom, pero éste lo esquivó con facilidad.
Dos robots se abalanzaron a Hulk y el hombre verde trataba de quitárselos de encima. Iron Man luchaba contra uno de ellos en el aire, de pronto sintió que le agarraban de la pierna, pero una fecha de Clint lo libró del doom bot.
Pero Tony no se dio cuenta del ataque de Víctor y fue golpeado con la magia del hombre, cayendo directo al suelo.
Por suerte, el Omega se encontraba bien y con cuidado se levantó. Sus nanobots se retiraron.
Hombre, le dolía el cuerpo a horrores.
Von Doom se acercó a él.
—Ríndete, Anthony Stark. —El ingeniero jura que está sonriendo detrás de la máscara de metal—. Pude darme cuenta que no estas dando todo de ti.
Tony apretó los dientes.
—Púdrete.
—Clásico de ti. Siempre mordiendo aún si estás a punto de...
El doctor se detuvo bruscamente al percibir un olor dulce y fuerte que deleitó sus fosas nasales.
Tony se estremeció y abrió los párpados con pánico.
«No. No. No».
¡¿Justamente ahora a su cuerpo le dio la puta gana de entrar en celo?!
El Alfa siguió avanzando y el castaño retrocedía como un animalito asustado. No obstante, antes de que el villano pudiera hacer algún movimiento contra Anthony, fue derribado unos metros atrás por una cuerda escarlata.
Stephen se colocó en frente de su Omega y miró iracundo al otro varón.
—Aléjate de él.
El Omega se sacudió al escuchar la voz de su Alfa.
El Hechicero Supremo pudo quedarse y acabar con Doom, pero tenía una cosa más importante que hacer. Atender a su dulce pareja.
El azabache abrió un portal a la Torre Avenger y tomó al de ojos miel en brazos para rápidamente desaparecer.
Steve miró la escena con incredulidad, luego soltó un suspiro. Ya no quedaba ningún bot y el resto del equipo se dirigía a Víctor, pero el desgraciado huyó.
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Rogers se hallaba felizmente devorando unos hotcakes. Escuchó pasos y sus orbes azules se fijaron en el doctor Strange, quien lo saludó con una gran sonrisa y con mucha vitalidad. Le devolvió el saludo y siguió comiendo.
Vio como el médico preparaba un buen desayuno y con la ayuda de su capa lo llevó para su dormitorio.
No había visto a su amigo Tony en dos días.
Pobre. Probablemente no camine por un par de semanas.
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Como hay unos drabbles subido de tono, no los subiré. A cambio, decidí combinar este libro con el otro "Small Worlds".
