Miradas

120 5 1
                                    




Maya no era buena haciendo amigos, aun se siente culpable cuando luego de que remanentes imperiales la secuestraron, ella recibiera a sus salvadores mordiéndoles la mano como un atemorizado gato de loth. Su vida había cambiado mucho en cuestión de meses. Ahora vivía en un planeta lleno de gente armada y con armadura, gente intimidante pero que habían sido cuidadosos y amables con ella como nadie lo había sido.

Y también estaba su nuevo protector. Un jedi. Una persona que solo había escuchado en cuentos había visto de primera mano las habilidades mágicas de este hombre que se hacía llamar Luke Skywalker, que la había mirado con simpatía y la trataba con firmeza sin dejar de ser protector; había corrido a verla en la noche luego de una pesadilla y la abrazó mientras acariciaba sus lekkus hasta que se durmió.

Quien la había salvado era el que aparentemente era el líder de ese planeta, el Mand'alor —a quien había escuchado a muchos llamarlo Mando o Din, aunque Grogu le había dicho que su nombre solo estaba permitido para unos pocos —, cuando se acercó a ella como si se tratara de un animal herido su primer instinto fue morderle la mano. El Mand'alor no se molestó, retrocedió un par de pasos y se hincó esperando a que ella saliera por sí misma.

Nunca le pidió perdón, pero parecía no ser necesario cuando el Mand'alor llegaba de vez en cuando a verlos a todos los padawans —como los llamaba Luke —llevandoles provisiones y algunos bocadillos.

Nunca había sido buena haciendo amigos, pero Grogu había sido pegajoso con ella y la había introducido con el resto de los niños, Finn que era el niño más pequeño de todos los padawans parecía haberla adoptado como hermana mayor volviéndose así su adorable sombra.

Todos los expósitos y padawans habían sido llevados a Couruscant custodiados por su maestro Skywalker, el Mand'alor y otros cuatro mandalorianos que llegaban a cuidarlos de vez en cuando. Nunca había estado en ese lugar, era ruidoso y enorme, pero lejos de asustarla fue emocionante conocer tantas especies en un mismo lugar.

Por lo que había escuchado de los adultos, al parecer habían inaugurado una zona en el Museo de Historia Intergalactica dedicada a Mandalore, habían invitado al Mand'alor y a su guardia para que juzgara el trabajo y diera sus observaciones. Por otro lado, su maestro iba por mero gusto considerando que sería una experiencia educativa para ellos. Vieron hologramas que mostraban toda la galaxia y les dieron un tour por cada sección, pasaron por los planetas del núcleo, del borde medio y del borde exterior. Pasaron por las guerras clon, conoció quien fue el general Grivous, el conde Dooku, conoció héroes jedi. Vieron el ascenso del imperio, la época de la rebelión, naves, droides, clones, troopers. Cuando llegaron a la época del imperio le fue imposible no pegarse a la pierna de su maestro quien decidió cargarla para hacerla consciente de que estaba ahí para protegerla pasando rápidamente esa sección del museo.

Su maestro se detuvo largo rato viendo un holo de un jedi peleando con un batallón de clones pintados con colores azules. Ella leyó el gran letrero a la cabeza del holo.

Anakin Skywalker y el batallón 501 en la batalla de Cristophsis

Tenía una sonrisa confiada y un aire arrogante, dirigía a su batallón como si sus soldados tuvieran fe ciega en él.

— ¿Era él? —preguntó el Mand'alor llegando a su lado. Grogu que se mantenía en los brazos del mandaloriano extendió su garrita al holo escuchando los disparos y viendo la figura lejana del jedi moverse con velocidad y fiereza entre los droides.

— Sí —soltó Luke en un suspiro. Maya sintió una tristeza sobrecogedora en su maestro así que lo abrazó con fuerza —gracias, Maya —

—Era un guerrero formidable, esa fuerza corre por tus venas —La pequeña twi'lek miró de reojo a su maestro y al Mand'alor. Hubo una sensación refrescante cuando se miraron, fue algo extraño, pero no incómodo. Era dulce y se coloreaba en la fuerza como algo blanco y brillante. No podía ver el rostro del mandaloriano pero aún con el casco era muy evidente qué mirada era esa.

Ante la más grande adversidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora