03.- Amatista

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Entraron en otra habitación, más grande que la anterior, rectangular y débilmente iluminada, cuyo centro estaba hundido y formaba un enorme foso de piedra de unos seis metros de profundidad

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Entraron en otra habitación, más grande que la anterior, rectangular y débilmente iluminada, cuyo centro estaba hundido y formaba un enorme foso de piedra de unos seis metros de profundidad. Los chicos estaban de pie en el banco más alto de lo que parecían unas gradas de piedra que discurrían alrededor de la sala y descendían como en un anfiteatro, similares a las de la sala del tribunal en la que el Wizengamot había juzgado a Harry. En el centro del foso, sin embargo, en lugar de la silla con cadenas había una tarima de piedra sobre la que se alzaba un arco, asimismo de piedra, que parecía tan antiguo, resquebrajado y a punto de desmoronarse que a Harry le sorprendió que se tuviera en pie. El arco, que no se apoyaba en nada, tenía colgada una andrajosa cortina; era una especie de velo negro que, pese a la quietud del ambiente, ondeaba un poco, como si acabaran de tocarlo.




—¿Quién hay ahí?– preguntó Harry, y bajó de un salto al siguiente banco de las gradas. Nadie le contestó, pero el velo siguió ondeando.




¡Ay mierda! ¡Mierda! ¡Mierda! ¡Mierda!




—¡Cuidado!– susurró Hermione.




La voz débil de la Sangre Sucia lo hizo reaccionar… ¡Había dos Sangre Pura allí! Bueno, no eran la mejor representación de la estirpe, pero ellos debían saber… tenían que saber… Draco sacudió el pensamiento, los Weasley también eran Sangre Pura y no eran ningún dechado de inteligencia y sabiduría. La estúpida desinformación iba a matar a esa pandilla de idiotas.






Harry bajó los bancos uno a uno hasta que llegó al suelo de piedra del foso. Sus pasos resonaban con fuerza mientras caminaba hacia la tarima. El arco, acabado en punta, parecía mucho más alto desde donde estaba en ese momento que cuando lo contemplaba desde arriba. El velo seguía agitándose suavemente, como si alguien acabara de pasar a su lado.




¿Por qué mierda no lo detenían?




—¿Sirius?– se atrevió a decir Harry, pero en voz más baja, ya que estaba muy cerca.




Draco en serio quería golpear al tarado de Potter.



Harry tenía la extraña sensación de que había alguien de pie detrás del velo, al otro lado del arco.





Agarró con fuerza su varita y fue rodeando lentamente la tarima, pero detrás no había nadie; lo único que se veía era la otra cara del raído velo negro.




—¡Vámonos!– exclamó Hermione, que había descendido unos cuantos bancos. —No es esta habitación, Harry, vámonos.




Hermione parecía asustada, mucho más asustada que en la habitación del tanque donde flotaban los cerebros, y, sin embargo, Harry pensó que el arco encerraba una extraña belleza, pese a lo viejo que era. Además, el velo que ondeaba suavemente lo intrigaba; estaba tentado de subir a la tarima y rozarlo.




Tríada (DraTomArry).©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora