El peso de la culpa (especial de Halloween)

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Hacía un año que había muerto de la forma más injusta, tenía tan solo dieciocho años y su muerte fue precisamente para la noche de Halloween. Ese día estaba dispuesto a regresar al pueblo para vengarse de quienes habían conspirado en su contra. La luna llena iluminaba el camino mientras se acercaba a la vieja mansión abandonada que había sido testigo de sus desdichas. En su mano derecha sostenía una vela encendida y en la izquierda un amuleto ancestral que le habían legado sus abuelos.

Aquella casa había estado abandonada desde aquella trágica situación, nadie se atrevía a acercarse porque todo mundo mencionaba que estaba embrujada, y tenían algo de razón, pues era la primera vez que regresaba de la muerte para hacer pagar a los culpables. Se adentró a la casa y los muebles estaban cubiertos con sábanas, un poco de polvo y las telarañas cubrían cada rincón.

A medida que avanzaba por los pasillos oscuros, los susurros de voces invisibles parecían rodearlo. Recordaba cómo en su vida pasada, solía explorar esa casa en busca de emociones fuertes y, donde disfrutaba al máximo durante las fiestas de Halloween. Ahora, estaba de regreso con un propósito mucho más oscuro, y cada paso que daba lo acercaba a la verdad que había estado buscando durante todo ese año.

Se acercó hasta un viejo mueble que se ubicaba cerca de la chimenea. Sobre este, se hallaba una foto de él con su grupo de amigos, eran tres aparte de él, ellos eran los culpables de su terrible deceso. Cegado por sus sentimientos más profundos, decidió que iría a casa de cada uno para tomar las riendas del asunto. Salió de su antigua vivienda. Su primera víctima sería Luisa, una belleza de rizos de la que estuvo profundamente enamorado por unos cuántos meses...

El viento soplaba frío en esa noche de Halloween, haciendo que las hojas secas crujieran bajo sus pies mientras caminaba por las calles desiertas. Llegó a la casa de Luisa y la observó desde la oscuridad, tratando de reunir el valor necesario para enfrentarla y confrontarla por su pasado.

La miró a través de la ventana. Tenía un disfraz de amazona que la hacía ver fuerte y como una guerrera ancestral, su rostro no había cambiado en un año; no podía negar que se veía hermosa, como aquel día en que la conocía por vez primera. Escucho que decía:

—Ya me voy, mamá.

Y con esas palabras pudo intuir que se disponía a ir a una fiesta.

Decidió esperar afuera, entre las sombras de los árboles. Sabía que no podía confrontarla en su estado actual. Esperó pacientemente a que saliera de la casa, preguntándose cómo reaccionaría al verlo después de todo lo que había ocurrido. Mientras tanto, pensaba en su siguiente paso, cómo abordar a los otros dos amigos culpables, y si podría lograr que confesaran sus crímenes.

Decidió que lo mejor era seguirla. Tener a sus amigos cerca era la mejor estrategia, poder tenerlos a todos juntos y darles un buen susto hasta que confesaran la verdad. Era un plan brillante y rio en sus adentros por habérsele ocurrido dicha idea, la mejor venganza era torturarlos hasta que la culpa les hiciese confrontar aquello que ocultaron al mundo. 

Siguió a Luisa en silencio mientras ella se dirigía a la fiesta. Los pasos resonaban en la noche, pero ella no parecía percatarse de su presencia. Sus pensamientos se llenaron de un oscuro deseo de venganza mientras ideaba cómo asustar a sus amigos y hacer que confesaran sus crímenes. La noche de Halloween estaba tomando un giro siniestro para todos los involucrados, y él estaba decidido a desentrañar la verdad detrás de su injusta muerte.

Una vez llegó a la casa, vio a los otros involucrados: Marcos y Abel. El primero iba disfrazado como un pirata y el otro llevaba un maquillaje que en nada le favorecía, se notaba que lo había hecho a última hora.

—Soy un zombi, buaaaa —chilló Abel tan pronto vio a Luisa, estirando los brazos para hacer más énfasis en sus palabras.

—Eres un tonto —respondió ella y con un abrazo los saludo a cada uno.

Ignoto (antología - en proceso)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora