Capítulo 2

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En el año 2005 sintió que la distancia que los separaba a él y a Kim Dan, era muchísima. Tanta que se sentía con ganas de encajar una estaca por él mismo en su pecho.

Por eso dejó el aire turístico de los países en Europa y regresó hasta Corea. Pensaba que durante aquella época estaría bien con sólo mirarlo a lo lejos y entre las sombras.

Kim Dan había alcanzado la edad de 10 años, era un niño saludable y que se hacía de amigos de manera natural.

No iba mentir, cuando lo miraba sonreír, aquel rostro le recordaba esos momentos del pasado en los que pudo mirar esa sonrisa de cerca.

Constantemente le veía ir de compras con su abuela en el pequeño mercado de la aldea, él se instaló en la casa más lejana del lugar, justo en aquella casilla en la colina de una montaña, allá donde nadie querría ir, allá donde no tendría vecinos que sospecharan de él, o que en el intento de ser amables terminaran entrometiéndose en su vida.

Algunas noches, iba hasta su habitación y lo veía dormir. Diferentes recuerdos le venían de forma nostálgica al pensar en el año 1819 cuando subía por las ramas de una enredadera para pasar la noche con su Kim Dan.

Nunca le habló, ni hizo nada por acercarse a él, puesto que sería muy mal visto que un hombre rondara a un niño. Ante la sociedad esa era de las peores cosas y las más castigadas por la justicia actual.

Se aseguraba de cuidarlo, eso podía hacerlo en secreto. Mientras Kim Dan viviera en esa aldea, haría lo posible para que nada le perturbase.

—Dios mío. ¡¿Quién eres tú muchacho? — maldición. Descubierto por una mujer, la de mayor edad que vivía en la casa.

Tuvo la opción de huir o de bajar del árbol para quitarle la vida, pero tal y como se había propuesto no podía hacer nada que pusiera triste a Dan y seguramente, la muerte de su abuela lo haría.

Así, comenzó a bajar del árbol, no sin antes cortar la molesta rama que perturbaba el sueño del chico.

La abuela de Dan se apartó para ver caer esa rama ante sus pies y le esperó en el suelo cruzando los brazos con incomodidad. Ella era valiente, parecía desafiarlo en lugar de temerle.

—Buenas noches señora.

—¿Qué estás haciendo aquí? ¿Por qué entras a mi casa?

—Lo siento señora. Es todo culpa de esa rama. Kim Dan se asusta por las noches cuando hace viento y esta rama golpea en su ventana. Lamento la intromisión.

—Aunque tu gesto es amable, está mal entrar a una casa de esta forma ¿De dónde conoces a mi nieto?

De toda la vida. Su alma y la mía desean reencontrarse. Como si pudiera decirlo.

—El suele ir a mi negocio— mintió, no supo si lo hizo bien. La mujer no pareció incómoda con su respuesta y sonrió con amabilidad.

—¿Quieres entrar y tomar un poco de té? Me estoy volviendo vieja y el insomnio me ataca por las noches.

—¿Beber té?

—¿Prefieres chocolate?

—El té está bien.

Casi se volvió loco cuando un recibidor lleno de fotos que mostraban una línea de crecimiento en la vida de Kim Dan le dio la bienvenida. No fue consciente de la forma en que sonreía hasta que vio a la anciana mirándole con duda y confusión.

—¿Qué pasa?

—Ah... disculpe. Es sólo que una vez tuve— hizo una pausa—. Conocí a alguien de dulce sonrisa, muy parecida a la de su nieto y sentí algo de nostalgia cuando lo vi.

Silent Night (Jinx)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora