Diego

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Capitulo Único

Diego, un adolescente de 16 años, se encontraba en su habitación, con la frente ardiendo debido a la fiebre. Su padre, Don Roberto, llamó a la puerta con suavidad.

"Diego, hijo, tienes que ir al hospital", dijo Don Roberto con una voz llena de preocupación.

"No, papá, no voy a ir", respondió Diego con terquedad. Su miedo a las inyecciones era bien conocido en la familia. A pesar de su valentía en otros aspectos de su vida, las inyecciones siempre habían sido su talón de Aquiles.

Don Roberto suspiró, sabiendo que tenía ante sí una batalla cuesta arriba. "Diego, entiendo que las inyecciones te asusten, pero a veces son necesarias para que te recuperes".

Diego se encogió en su cama, negándose a ceder. "No, papá. Prefiero estar enfermo que enfrentarme a una inyección".

Don Roberto sabía que tenía que hacer algo. No podía permitir que su hijo siguiera enfermo solo por su miedo a las inyecciones. Así que, con una determinación firme en su rostro, se le ocurrió un plan.

"Diego, si vienes conmigo al hospital, te prometo que después iremos a la tienda de cómics y podrás elegir cualquier cómic que quieras", propuso.

Diego levantó una ceja, interesado a pesar de sí mismo. "¿Cualquier cómic, papá?"

Don Roberto asintió. "Cualquiera, hijo. Pero solo si vienes conmigo al hospital".

Diego se quedó pensativo, luchando entre su miedo a las inyecciones y su amor por los cómics. Finalmente, con un suspiro resignado, asintió. "Está bien, papá. Pero solo porque quiero ese cómic".

Don Roberto sonrió, aliviado. Sabía que la batalla no había terminado todavía, pero al menos había conseguido que Diego aceptara ir al hospital. Y eso, para él, ya era una victoria.

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Llegaron al hospital y Diego se puso tenso. Al entrar en la sala de espera, su mirada se posó en un cartel que mostraba una inyección gigante. Su corazón comenzó a latir con fuerza.

"No, no voy a hacerlo, papá", dijo Diego, su voz temblaba ligeramente.

Don Roberto lo miró con comprensión, pero también con firmeza. "Diego, ya hemos hablado de esto. Necesitas esta inyección para ponerte bien".

Pero Diego no estaba dispuesto a ceder tan fácilmente. Comenzó a hacer pataletas, gritando y revolviéndose en su silla. "¡No quiero! ¡No me van a pinchar!"

La gente en la sala de espera comenzó a mirar, algunos con simpatía, otros con irritación. Don Roberto se sintió avergonzado, pero sabía que debía mantener la calma por el bien de Diego.

Se arrodilló junto a Diego, mirándolo a los ojos. "Diego, sé que tienes miedo. Pero recuerda lo que siempre te he dicho. El valor no es la ausencia de miedo, sino la capacidad de enfrentarlo".

Diego sollozó, pero ya no gritaba. Miró a su padre, los ojos llenos de miedo y confusión.

Don Roberto continuó, "Hijo, sé que las inyecciones te dan miedo. Pero también sé que eres valiente. Eres el chico que se lanza al lago desde el muelle más alto, el que hace los trucos más difíciles en su patineta. Y sé que puedes enfrentar esto también".

Diego se quedó en silencio, las palabras de su padre resonando en su cabeza. Lentamente, asintió, limpiando sus lágrimas con el dorso de su mano. "Está bien, papá. Lo intentaré".

Don Roberto sonrió, dándole una palmada en el hombro. "Eso es todo, hijo. Estoy muy orgulloso de ti".

La inyección fue rápida, y aunque Diego apretó la mano de su padre durante todo el proceso, lo superó. Y cuando todo terminó, Don Roberto cumplió su promesa y llevó a Diego a la tienda de cómics, donde eligió el cómic que había estado deseando desde hace meses.

FIN

Miedo a las InyeccionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora