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Mi relación con mi esposo e hijo había mejorado, tanto así que las visitas de mi madre se habían reducido a cero y estaba bien, en momentos la extrañaba pero me decía que ahora como madre no podía estar recurriendo a ella todo el tiempo. En momentos me sentí mal y me encerraba pero unos días después estaría bien, la voz dentro de mi cabeza perdía poco a poco su poder sobre mí, antes sentí que gritaba y ahora sí era un susurro ni lo escuchaba, fue difícil ya que la tristeza en mi era profunda, no puedo decir que ya no existe pero ya no gobierna mi racionamiento. La convivencia con Enzo y con mi sirvienta Cas fue lo que más me ayudó, las caminatas y la alimentación además de darme un jardín para que mantuviera mi mente despejada, de arreglarme como antes subió mi autoestima, el médico me dio tés de hierbas para mantenerme tranquila y dormir bien. Todo empezaba a andar bien, me veía teniendo una familia; cuando vi por primera vez a mi hijo me sentí culpable, mi Aland no tenía la culpa de nada y aún así le había lastimado, él y Enzo eran muy unidos al principio eso me molestó pero después me sentí aliviada.
Ahora teníamos pequeños almuerzos como solía tenerlos Enzo con sus padres.

– No puedo creer que Aland ya tenga seis años. ¡Seis años! Me parece increíble como crece tan rápido. —dije sentada en el patio tomando té viendo como Cas y otra sirvienta juegan con Aland.

– Lo sé, siento que fue ayer cuando lo vi de bebé. —dijo Enzo— Ah, no era…

– No te tienes que disculpar por eso, lo bueno es que cuidaste de él y no estuvo sólo, eso hubiera sido horrible, —dije mirando a Enzo— me alegro de que lo amarás desde el primer día y que estuvieras atento a él.

– Alizée es tarde para decírtelo pero… Gracias. Gracias por darme un hijo. —dijo sonriendo.

– Gracias Enzo por ser padre de mi hijo. —dije con genuina sinceridad.

– Jamás hubiera pensado que algún día tendríamos una conversación así jaja. Recuerdas cuando éramos niños, cuando te vi por primera vez me puse nervioso y les presumí a mis amigos que tendría una esposa hermosa. —dijo algo avergonzado.

– ¡Eso no es cierto! Jajaja. Yo tengo un recuerdo muy diferente de ti. —dije.

– ¿Cómo soy en tus recuerdos? —pregunto curioso.

– Siempre jalabas de mi cabello y decías que era del color de la paja, también te burlabas de mi altura y rompiste un regalo que te dí. —aunque me molestó mucho de pequeños él cambió mucho y se volvió frío tanto que me hizo extrañar al niño molesto que fue.

– Ahhh. Es cierto, me disculpo por eso y todo lo que te hice. —dijo mirándome para luego voltearse por la vergüenza.— Debí ser más amable contigo, pero ahora lo haré te trataré bien, lo prometo. Si quieres puedes jalar de mi cabello.

– No es necesario. —pero le di un puñetazo en el hombro.— Ahora si estoy bien.

El ambiente era increíble, éramos como amigos que no se habían visto en mucho tiempo y hablaban del pasado haciéndose bromas, después llegó Aland pidiendo que lo abrazará, es tan tierno que me daba fuerzas para levantarme todos los días y mejorar. Por la tarde llegó alguien con quién casi no hablaba y me sorprendió su visita, era Dereck, llegó empujando al mayordomo para estar frente a mí, su llegada me sorprendió tanto que no supe qué hacer, tenía tiempo que no lo veía y apenas nos escribíamos. Al estar frente a mí noté que estaba furioso, me tomó por los hombros lastimándome por la fuerza que ejercía.

– ¡¿En dónde está?! ¡¿Qué hiciste con ella!? —grito lleno de irá.

– No se de que hablas, suéltame. Asustas a mi hijo. —le dije tratando de estar tranquila pero en verdad estaba asustada, jamás lo había visto así.

Lo hice por ti Donde viven las historias. Descúbrelo ahora