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En el ducado Ducktor, Alizée se encontraba en cama entre la vida y la muerte mientras que Aland aún seguía dormido sin síntomas de malestares o envenenamiento. Al castillo llegaron médicos pero no sabían que ocasiona todo esto por lo que al final Enzo decidió traer a un sacerdote; cuando éste llegó pidió primero ver al que estaba en riesgo, a Alizée, y después ver al segundo para luego dar su conclusión. Entró al cuarto de la duquesa y al apenas verla decidió orar, se acercó lentamente y con una mano apuntando al cielo y con la otra en su cabeza sin tocarla murmuró algo que no se le entendía, volvió a orar para luego salir y dirigirse a la habitación del niño e hizo lo mismo. Una vez terminó se dirigió a Enzo y con un rostro amable dijo noticias que no se sabrían si eran buenas o malas.

– Su esposa e hijo han bebido agua santa, es muy difícil de obtener. En sí no hace ningún daño; ayuda al cuerpo y alma, nosotros nos ponemos tres gotas en la frente cuando nos unimos y es más que suficiente para ayudarnos pero jamás conocí de alguien que lo bebiera.

– Si jamás ha conocido de un caso así, ¿Cómo puede saber que bebieron agua santa? —preguntó Enzo, quien no creía en nada de eso pero ante los pocos resultados de los médicos decidió escuchar el consejo de la sirvienta personal de Alizée.

– Fácil, por el olor, como tal el agua no tiene color, sabor u olor pero la agua santa es diferente huele mejor que las rosas en primavera, su color es de un azul como el cielo y se dice que sabrá a miel dulce. —dijo el sacerdote sin perder su rostro amable ocultando sus manos en su túnica— El olor que despiden es igual por lo que no me caben dudas ya que ni las rosas llegan a despedir un olor igual.

– ¿Qué sucederá con ellos? —dijo Enzo frunciendo el ceño— Se recuperarán.

– El niño parece estar bien, su aura es luminosa y hermosa, no parece que haya un efecto contraproducente en su alma y cuerpo el estará bien, despertara cuando el agua santa deje purificar pero con la duquesa no le puedo asegurar que se recupere. —dijo el sacerdote con el rostro preocupado.

– ¿Cómo que no puede asegurarlo? —dijo Enzo tomando al sacerdote de su túnica— Debe encontrar una forma.

– Me temo señor que el alma y el cuerpo de su esposa parecen estar en discordancia. Ella debe luchar por sí misma o rendirse, nosotros no podemos hacer nada. —dijo para después entrar al cuarto de la duquesa.— Ella ahora sufre por el intento de separación de su alma con su cuerpo, lo había leído, el sacerdote principal vio un caso así y la persona sobrevivió pero fue por la propia voluntad de la persona.

– Está diciendo que no puede hacer nada, debemos dejar que Alizée mue…

– O que viva, es decisión de ella.  —dijo el sacerdote mientras salía— Si necesita de mi ayuda estaré abajo.

– ¿Qué ayuda? —dijo Enzo molesto.

– ¿Por si despierta o no? —dijo para luego desaparecer.

Pasaron las horas y Enzo no se despegó de ella por si despertaba, tocaron la puerta pero él no lo noto ni escuchó los pasos solo se percató de la presencia de alguien cuando le tocaron el hombro, se trataba de Dereck el cuál se encontraba despeinado.

– Enzo debes descansar, yo me quedaré a cuidar de ella. —dijo Dereck tratando de levantar a Enzo— Cuidare de ella y Aland.

Enzo con lentitud se fue a recostar para descansar un poco por todo lo que había sucedido. Dereck se sentó tomando el lugar de Enzo, hasta ese momento sintió el cansancio del viaje, necesitaba escribirle a Emilia para que regresará al ducado Homliord y ella tomara su lugar como duquesa. En su cabeza todo daba vueltas, no sabía cómo ver a la cara a Alizée, se preguntaba si Alizée aún era su hermana, si la relación que tenían cambiaría o por el contrario se unirían más como familia. Pasó la noche en vela esperando a que su hermana Ali despertara y contarle todo lo sucedido, el tiempo siguió pasando, se quedó por un momento dormido hasta que sintió una mirada fija en él, al abrir los ojos vio borroso hasta enfocar la vista.

Lo hice por ti Donde viven las historias. Descúbrelo ahora