Mi regalo de cumpleaños

III

Había pasado aproximadamente 8 años desde el día en que los Dursley se despertaron y encontraron a su sobrino en la puerta de entrada, pero Privet Drive no había cambiado en absoluto. El sol se elevaba en los mismos jardincitos, iluminaban el número 4 de la placa sobre la puerta de los Dursley y avanzaba en su salón. El pasillo mostraba una gran cantidad de retratos de un niño grande y rubio... La habitación no ofrecía señales de que allí viviera otro niño

-¡Arriba, a levantarse! ¡Ahora!

Harry se despertó con un sobresalto. Su tía llamó otra vez a la puerta.

-¡Arriba!-chilló de nuevo

El niño se dio la vuelta y trató de recordar el sueño que había tenido. Había sido bonito. Había una voz de niño al parecer porque no lo había visto, le contaba sobre un mundo mágico y un elfo domestico. Tenía la curiosa sensación de que había sido real

Su tía volvió a la puerta.

-¿Ya estás levantado?-quiso saber

-date prisa, quiero que vigiles la estufa y no te atrevas a dormirte mientras vigilas el tocino

Harry se levantó lentamente y comenzó a buscar sus calcetines. Encontró un par debajo de la cama y, después de sacar una araña de uno, se los puso. Harry estaba acostumbrado a las arañas, porque la alacena que había debajo de las escaleras estaba llena de ellas, y ahí era donde dormía.

Harry estaba friendo los huevos, cuando llegó Dudley con su madre a la cocina, su primo que al parecer le encantaba jugar a que Harry fuera su saco de boxeo personal, Tía Petunia decía a menudo que Dudley parecía un angelito. Harry siempre pensaba que Dudley parecía un cerdo con peluca.

En el momento en que su Tío Vernon se sentó en el comedor, Harry comenzó a poner los platos con huevo y tocino sobre la mesa y se retiro a la parte trasera de la cocina, tenía que esperar a que terminaran de comer para que el iniciara a comer, lo que sea que hayan dejado para él.

Harry cerró los ojos y se permitió recordar ese bonito sueño, cerró los ojos y se dispuso a recordar

-No, por favor, dejen la puerta abierta, juro que no lo vuelvo hacer, Tía Petunia por favor, decía entre sollozos Harry

-Am... ¿hola?-Escuchó Harry una dubitativa voz aguda, ahora escuchó voces, esta noche será más difícil, pensó Harry, seguía sollozando pues el saber que la puerta tenía seguro lo hacía sentir más pequeño e indefenso, en las últimas semanas sus tíos habían iniciado a encerrar con candado a Harry, no le gustaba que preguntara respecto a la pequeña cicatriz en forma de rayo que tenía en la frente ni mucho menos sobre sus padres.

<<No hagas preguntas>>; ésa era la primera regla que debía acatar si quería vivir con los Dursley, pero era tan difícil para Harry, quería saber más, si no hubiera preguntado hace dos años atrás no habría sabido nunca que su nombre era: Harry Potter y que sus padres murieron en un accidente de coche, y no que lo abandonaron por que no lo querían, ese pensamiento siempre hacía que se apachurrara su pequeño corazón, y era también que por esas preguntas es que ahora dormía con un candado en la pequeña puerta de la alacena

Toc* Toc* escuchó harry que tocaban su puerta y se quedó congelado, dejó de respirar por un momento, creía que si no se movía o respiraba sea lo que sea que estaba afuera, no se lo comería

-Seguro que es aquí, Dobby, ¿Porque estaría dentro de esa caja?-Escuchaba Harry entre murmullos

-Amito, se lo aseguro, a Dobby le costó un año poder rastrearlo, pues la magia que cubre a esta casa es antigua y difícil de romper, si un mago quisiera intervenir solo sería por la autorización dada por el mismo Harry Potter, pero los elfos no contamos con esa regla y para el joven amo tiene un periodo de varios minutos hasta que se le otorgue el permiso, Dobby lo hizo amito, Dobby es un buen elfo y le trajo su regalo- Escucho otra voz chillona no tanto como la de su Tía Petunia, ¿pero que era lo que habían dicho? ¿Magia, su nombre, elfo? ¿Cómo es que lo conocían? espera, ¿Magia? Harry volvió a respirar, era más sencillo pensar que todo lo estaba imaginando así que se dejó llevar por el momento.