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—Te va a rogar de rodillas, ya lo verás –insistía el castaño mientras se dirigían a la entrada de la feria, dónde los otros ya les esperaban

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—Te va a rogar de rodillas, ya lo verás –insistía el castaño mientras se dirigían a la entrada de la feria, dónde los otros ya les esperaban.

Se rió con gracia, acomodando su chaqueta de cuero.— no es para tanto Hyung, por dios —volvio a decir.

El castaño le miro de pies a cabeza, analizandolo de nueva cuenta. —Mmm... Pues insisto, sobre todo por esas medias que te regalé –sonrió orgulloso– en cuanto mire esa red asomándose por el jean querrá pedirte perdón de rodillas y llevarte directamente a su casa. –finalizo con una sonrisita traviesa en sus labios.

El rostro de ambos menores se incendio, el de Park por imaginarse dicha situación y el de Kim porque... Bueno, porque es virgen y, realmente, no es fanático de hablar sobre esos temas, carajo, el ni siquiera había dado su primer beso aún.

Continuaron riendo, pero todo atisbo de voz se ahogo en sus gargantas cuando divisaron al pequeño grupo contrario.

Los tres mayores se encontraban recargados sobre el hermoso deportivo rojo de Jung y cargando en sus manos hermosos ramos de flores.

Todo en su espera.

—Jodido infierno –murmuro una vez cerca del pálido, su nueva pinta... Mierda.

El de mirada felina le miró de manera intensa, justo como si quisiera devorarlo, tal cual Jin lo había dicho entre sus múltiples bromas.

—Hola –murmuro despacio, tomando con firmeza el ramo que cuidaba desde hacía ya tiempo.

—Hola –respondió, perdido en los profundos ojos del mayor.

El paliducho miró hacía las flores en sus manos, preparándose para decir lo que tanto quería, pues ese era el problema de ser tan orgulloso, el no decía las cosas, jamás lo hacía... ¡Es Min Yoongi, carajo!.

—Yo... Enserio te extrañé –admitió con algo de pena– nunca pasas más de diez minutos sin mandarme mensajes o enviarme fotos... Me sentí... Raro –añadió.

El pelirosa sonrió enternecido cuando el mayor le miro de nuevo a los ojos, entregándole con suavidad los hermosos girasoles y rosas.

Sus manos se rozaron cuando la acción se hizo, produciendo mariposas incontrolables en el estómago del menor, el también lo había extrañado demasiado.

—Son... Diferentes –Las miro con detenimiento.

—¿No te gustaron? -preguntó algo alarmado, muy en el fondo, pero alarmado.

Negó —Me encantan —Le miró a los ojos —Solo me sorprende que no sean las de siempre —Sonrió, recordando todas esas rosas rojas que el mayor le había regalado antes, siempre tan iguales, pero a la vez tan únicas.

—Alguien me dijo que las rosas rojas son sinónimo de pasión y deseó y yo... Tu sabés que eres mucho más que solo alguien a quien me guste llevarme a la cama —Le acercó un poco, tomándolo por la cintura e ignorando por completo a los otros cuatro que sabía les miraban expectantes.

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