Solías decirme que tu mayor sueño era portar una bata blanca un día, estudiar medicina para así salvar vidas, que ese era tu propósito, tu afición. Que ironía, dices amar salvar vidas pero estás asesinado una, mi enfermedad degenerativa crónica lleva tu nombre y al parecer no tratarás ese mal para luego curarlo.
Te infiltraste en mi ser como un virus voraz, sin tener el antídoto contra el mismo, ¿acaso se puede ser más vil Dios mío? Como un cáncer en fase terminal yaces en mi interior, ahora no existe cirugía que pueda extirpar este tumor maligno ni medicamento factible contra este mal colosal.
Mi corazón infectado por el virus que ocasionó tu falso amor cada día yace más débil, hasta que un crepúsculo gélido, sin piedad, anuncie a su desenlace, el final. Tanto el ventrículo izquierdo como el derecho permanecen cada vez más desahuciados.
Me dejas atrás, falleciendo lentamente, sin siquiera intentar salvar mi esencia. Aunque el tratamiento resultase ser peor que la enfermedad, lo prefiero, puesto que con él sufriré minutos, con la dolencia viviré años en agonía.
Pero todo esto es comprensible, serás médico para salvar a personas de la muerte, no médico para evitar que se quiebren corazones, y así recorrerás un camino de hipocresía, curando enfermedades físicas pero a la vez creando otras que destruyen el alma.
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Los 273 latidos de mi corazón.
PoetryEros, ¿dónde yace el antídoto factible contra el veneno que causa un amor no correspondido? Ella, enamorada de las primaveras, un alma ingenua, amante de la ventura, curiosa hacia la vida. Su nombre es el capullo de la rosa que no ha visto tormenta...