9- Cien Años

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Al volver a casa me percate de que no iba a poder dormir, la imagen de hace unos momentos me persigue. Quiero deshumanizar a quien he asesinado, pensar que es un extra en una novela que ni siquiera me gusto, pero no puedo. No puedo ver a las personas de aquí como marionetas que siguen un libreto, porque sé que tienen familias, metas, puede que sean externos a mí, pero no lo son a su mundo. Doy vueltas, una y otra vez, no puedo llorar, no puedo quejarme, solo me quedo contemplando el techo, deseando una vez más, despertarme ahora.

Quiero abrir mis ojos y encontrarme a Yvonne preguntando porque estoy tan pálida, responder a las preguntas que Chiara me haga respecto a este extraño sueño y escuchar todos los chistes que Vallea quiera hacer.

Mi cabeza da vueltas, decido levantarme.

Kosei abre sus ojos, quien sigue acostado en esa cama improvisada. Mi madre no ha hecho preguntas al respecto, estoy segura de que piensa que es para Minsue.

Se incorpora. Planeaba salir a escondidas, pero no tengo dudas de que me acompañara. Me levanto, salgo por la puerta de mi cuarto y como era de esperar, me sigue.

Voy una vez más hacia el río en el que termine hace tiempo, pero esta vez me acuesto a un costado de este.

El olor a pasto y tierra mojada se impregna en mí. Al alzar mi vista veo el cielo estrella, las nubes y la luna. Extiendo mi mano, tratando de tocarla con la punta de mis dedos, aunque sé que es imposible.

Cierro mis ojos, pero al hacerlo la escena se repite una y otra vez. Mi corazón comienza a latir, siento un nudo en el estómago.

–Estaba pensando en cómo les ponen aroma a las velas, ¿no es extraño? – Escucho hablar a Kosei, abro los ojos y me giro a verlo, se ha acostado al lado mío. – Y al prenderlo desprende una fragancia, ¿no es maravilloso? Puedes transportar olores que se quedaran en un ambiente.

Comienzo a reírme, ahora solo puedo pensar en las fragancias de las velas.

–¿Qué es lo gracioso? ¿Te gustaría una vela? – pregunta, me devuelve la sonrisa.

Asentí. –Me gustaría una de jazmines, ¿a ti?

Se quedo pensando un rato, como si fuera una elección perjudicial para su vida. – Me gustaría de pasto recién cortado.

Ambos guardamos silencio, hasta que me siento, apoyando mi espalda en la corteza de un árbol.

–Sé que no lo recuerdas, pero te conocí en un bosque. – guardo silencio, esperando escuchar el resto de su anécdota. – Solías ir a contarle tus días a la luna, pasabas horas hablando, y yo, como era su deidad, era su mensajero. Cada noche, aunque tu no me veías, escuchaba que querías contarle para pasar el mensaje, era mi momento favorito. Pero, una vez, lloraste, porque no te querías casar y estabas comprometida, le pediste que te salvará de esa situación.

Recordé las palabras de mi abuela, sobre nuestra antepasada que hizo un trato con la luna.

–Ofreciste tu fertilidad a cambio de que haga algo para que no te cases con ese hombre. – explica. – No aclaraste que era a cambio de no casarte con nadie, entonces, la luna nos comprometió.

–Debió ser muy injusto para ti. – intervengo. – terminaste envuelto en una situación que no te correspondía.

El negó con la cabeza. – Estaba más preocupado por ti, yo pensé que sería un honor casarme contigo. Cuando hablamos hicimos acuerdos de convivencia, con ello te sentiste más tranquila. Puede que todo allá empezado de una forma algo caótica, pero, al pasar tiempo juntos llegamos a enamorarnos, pasamos una vida, hasta el día en el que ibas a partir.

Trato con la LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora