Crossover: El heredero al trono

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—Disque hermano matador de madres, o cuñado prensado —dijo Zinder Croda, deleitándose con la oscilación de Kendall—: ¿cómo prefieres que te llame?

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—Disque hermano matador de madres, o cuñado prensado —dijo Zinder Croda, deleitándose con la oscilación de Kendall—: ¿cómo prefieres que te llame?

Contrario a lo que se esperaba de la parte donde se encontraban las mesas para los clientes, la cocina del restaurante El Molusco Hambriento parecía estar a medias. Con una pequeña estufa, un par de mesas pequeñas y escasos utensilios era lo que componían el amplio espacio que se tenía a la hora de cocinar. Tanto el piso como las paredes negras con dibujos de todo tipo —urbanos, contemporáneos y barrocos— eran iguales que al frente.

—Llámame el macho castigador de maduras —contestó el ojiazul—. Un apodo que me he ganado.

El chico recargado en la mesa con harina regada observaba a Zinder Croda, el chico de porte elegante que cocinaba sobre la estufa con dos sartenes y una amplia parrilla, asombrado por las habilidades del pelinegro de cabello ondulado atado en una cola alta que apenas y dejaba caer unos cuantos mechones sobre el rostro, dado que no parecía tener inconvenientes con saltear las verduras, la carne y voltear las amplias tortillas de harina con la que hacía unos burritos.

—La verdad no creí cuando Carmela me dijo que estaba haciendo negocios contigo —dijo Zinder—. Pensé que era otra mentira de esa gordibuena chismosa. Eso hasta que me mostró lo embarrado que estás con el asunto de Lara, tu tía. Diría que siento tanto el que tengas que abandonar tu vida de zángano mata viejas por culpa de Salazar, pero luego recuerdo que estás tan enfermo como para tirarte a tu tía y madre de Salazar, y se me pasa. Así que en parte me alegra que finalmente te hayan bajado de tu nube descarada.

—Es una larga historia, puto enanín —contestó Kendall, ensimismado de lo que su hermano podía hacer—. Casi tan larga y distorsionada como la tuya junto a las adicciones y motivos que te llevaron a declararle la guerra a mi padre. Pero más importante: ¿Eres el dueño del lugar, y el jefe de la directora? Ella me dijo que su superior era un anciano asqueroso que le metió la lengua en el trasero.

Zinder se echó a reír.
—Le dije a Carmela que te dijera una mentira piadosa.

—Con que se llama Carmela —siseó—. ¿Entonces no le metiste la lengua en el culo?

—Bueno, ella tiene muchos fetiches anales, y a cambio de ayudarme a darte la sorpresa, me pidió que le dejara el trasero ensalivado. Pero no soy quien para decírtelo. Al final, también te la estabas tirando. Me dijo que era tu clienta antes de que ocurriera todo este quilombo, y vivieras junto a mi linda japonesa —tomó los dos platos a un lado de la estufa para colocar dos burritos en cada uno, encarar a Kendall, darle uno de los platos y tomar asiento en la otra mesa libre—. Otro asunto que quiero discutir contigo, vividor de mierda. El pasado que tuve con Yoko me hace tener aprecio por esa amante de los insultos latinos, lo que me hace encabronar el saber que Salazar estuvo a nada de matarla por tu culpa. Vamos, Ken. Hablemos un rato mientras comes algo que no sean frijoles resecos.

¿Y por qué no somos sinceros?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora