Un anuncio antes del tercer acto

26 6 22
                                    

Café de moka con croissant recién hecho. Un desayuno sencillo, barato y eficaz para aquel que supiera hacer los dichosos panes al pie de la letra.

Para suerte de Kendall, Yoko preparaba aquellos panes con forma de cuernitos como si de una actividad de kindergarten se tratase. Nada del otro mundo como batir los ingredientes para hacer una masa, trabajarla, darle forma, esperar unos minutos antes de llevarlos al horno para dejar que el agradable olor a recién hecho sea esparcido por la cocina.

—Chinita —se acercó a la asiática para abrazarla por la espalda—. ¿Cómo puedes hacer tantas cosas en tan poco tiempo?

—Fuí criada para ser eficiente, no para ser una mantenida buena para nada que se la pasa quejándose por no tener un vida de rica.

Ella no dejó de servir las dos tazas de café pese a las caricias del ojiazul, quien acercaba su cuerpo con el de ella, aspirando el olor a clavel de su shampoo y la colonia prominente de su cuerpo.

Yoko no mostraba disgusto por las intenciones, de hecho le gustaba que Kendall abandonara las restricciones puestas por si mismo a la hora de estar con ella. Solo que su concentración a la hora de trabajar era tanta que no daba cabida a las indecentes actitudes de Kendall en la cocina. Sin importar que Margarita se había marchado al restaurante Pampa'zzz desde hace media hora, dejando al par en su extenso departamento con vista al centro de la zona sur.

—El desayuno está listo —dijo ella con mucha tranquilidad— vamos a comer.

—Hace unos segundos escogí mi comida —reforzó el abrazo para atraer la retaguardia de la chica hacia el.

—No te puedes saltar el desayuno y el almuerzo —arrancó una parte de alguno de los croissant para mojarlo, dar media vuelta y meter el trozo de pan a la boca de Kendall—. La cena no se toca hasta la noche —finalizó con una sonrisa, seguido de un pequeño beso—. Ya van tres días de castigo. Si no me nalgueas o me arrimas el paquete en todo el día, te prometo que valdrá la pena. Así que guántate hasta la noche, putito calenturiento.

Kendall entendía que todas las cosas buenas alrededor de ellos eran gracias al esfuerzo de Yoko. No por él, su rostro parecido o la labia que lo caracterizaba.

Si Margarita le ordenó estar cerca de Yoko para cuidarla y cubrir sus necesidades era una forma de mostrarle lo inservible que era para ella. Solo servía para una cosa: ser la balanza entre el trabajo y la felicidad de su pareja.

¿Le gustaba esa realidad? En parte, puesto que le alegraba saber que era indispensable para Yoko, así como ella para él. Lo desagradable recaía en la forma en que Margarita se lo restregaba, prácticamente haciéndole ver que era como una mascota cuya función era comer y entretener.

Él era mucho más que eso. Alguien que si se lo proponía, podía debilitar el ejército de la Potra sin necesidad de iniciar una masacre como sus dos hermanos de palabra —siempre y cuando tuviera los recursos necesarios—. Incluso, si su ambición incrementaba después de un riguroso entrenamiento para recobrar su rendimiento, se veía capaz de infiltrarse en la residencia Pulicic para poner fin a la guerra.

Si era tan bueno como su mente se lo decía, ¿por qué no mostraba su verdadero valor para así ser tratado con el respeto que podría llegar a merecer? La responsable tenía dos nombres y dos apellidos: Yoko Antonieta Hamilton Nazawa.

Internamente se juró cambiar su vida, dejar atrás el pasado. No solo de gigoló, sino como del asesino, manipulador y sádico monstruo que fué diseñado para hundir familias, organizaciones y ejércitos desde dentro. Se negaba a ser visto como un monstruo para Yoko, ante esos ojos que en ese preciso momento le regalaban una mirada afectiva.

¿Y por qué no somos sinceros?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora