Retorno

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El inaudito cambio de imagen en la habitación que se produjo en cuestión horas parecía la manifestación de un huracán, cuyos residuos yacían en las cosas dispersas alrededor. ¿La razón? Los distintos lugares donde el par de cuerpos febricitantes dejaron su marca mediante fluidos a la hora de fornicar como salvajes, entre palabras sucias, algunos azotes, jalones de pelo, segundos de asfixia y procaces con el ritmo que impusieron.

Ahí estaban, durmiendo entre las delgadas sábanas apestosas como húmedas, abrazados cual par de románticos primerizos que podrían desconcertar a quienes no los vieran sin ropa y en medio de la escena del crimen. Pues la calma en la que dormían, con Yoko encima de Kendall era la señal dictaminada en esos rostros levemente sonrientes.

Eventualmente tenían que despertar, bien sea por el hambre, la deshidratación o la incomodidad de sus cuerpos pegajosos, así como apestosos.

Fue Yoko la primera en abrir los ojos instruidos por el alba que se asomaba por una diminuta abertura de la cortina mal cerrada, se frotó los ojos para quitar las lagañas acumuladas en lo que hacía algo con la pavesa de su cabeza. Bostezó, se sentó encima de las caderas del joven, miró a su alrededor para terminar en Kendall quien tenía las manos abarcando sus posaderas.

Tuvo que pestañear un par de veces antes de caer en cuenta de lo que pasó, y lo que conllevaba tener el miembro poco flácido del chico dentro de su lugar más íntimmo. Ese hormigueo que la acompañaba junto al dolor en su trasero por las embestidas o las sensaciones de los tantos besos por todo el cuerpo se transformaron en miedo. No por la intensidad, sino por lo que implicaba volver a tener relaciones sexuales sin protección, dado que se habían gastado todos los anticonceptivos que ella compró en la farmacia de la plaza comercial.

«Mierda —se dio una palmada en la cara por lo desaprobatorio y doble moral que era su arrepentimiento—, la volví a cagar en grande».

Rápidamente trató de recomponerse, separándose del chico tras sentir una leve y confusa sensación al sacar la verga de Kendall.

Un escalofrío recorrió sus pies al estar en contacto con el frío azulejo al caminar de forma temblorosa por la debilidad en las piernas semejantes a gelatinas, pues ahí descubrió que la rudeza que emplearon la dejó como si hubiera hecho alguna rutina de piernas. Lo pensó mientras caminaba entre la ropa, los cosméticos y demás adornos regados como un campo minado.

«La puta que me re parió —se detuvo en el espejo de cuerpo completo pegado a la puerta del armario—. Maldito estúpido».

No era para menos que sus segundos pensamientos fuesen maldiciones dirigidas a Kendall, justo cuando vislumbró las marcas moradas que tenía sobre el cuello, las piernas, los glúteos y en gran parte de sus senos —producto de la sugilación producida por Kendall cuando volvió a recorrer todo su cuerpo cual salvaje degenerado, producto de las tentaciones del demonio en su interior—.  Todas vistas gracias a su cuerpo desnudo, sin nada que le cubriera las partes más íntimas, salvo la inmensa cantidad de vello púbico sobre su entrepierna, la cual obstruía la vista a la línea de su vagina.

Su corazón latía rápidamente, ni el agua hirviendo que resbalaba el jabón por su cuerpo podía relajarla como en otras ocasiones. El problema era grave, no solo por el riesgo que implicaba un embarazo. Era imposible ignorar el historial de Kendall, por más sano que estuviera —cosa que comprobó cuando tuvo los resultados de sus exámenes en mano— corría un riesgo muy grande de contraer una enfermedad sin los cuidados necesarios.

Las marcas en su cuerpo ya eran lo de menos, ahora le urgía hacerse unos análisis para cerciorarse de que ambos estuviesen sanos, así como hacerse una prueba de embarazo, esa era su prioridad. Estando por encima de toda vergüenza y reproche hacia ella misma por dejarse llevar por el placer carnal, eso no quitaba el hecho de que le había encantado sentir aquel miembro entrando y saliendo de ella al desnudo. Lo consideraba un placer pecaminoso del que no debía darse el lujo de gozar. Lo que era imposible, ya que para ella el sexo era como el alcohol para los que padecían cirrosis, cigarrillos para las personas con cáncer de pulmón, y las apuestas para los ludópatas. Sumado al cariño que tenía por Kendall, era casi imposible no perder el control, solo por copular con la persona que le atraía física y emocionalmente.

¿Y por qué no somos sinceros?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora