Crossover

2 0 0
                                    

¿Quién diría que una acción tan insignificante como pagar para sentir placer provocaría uno de los mayores conflictos en la historia de Helix?

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

¿Quién diría que una acción tan insignificante como pagar para sentir placer provocaría uno de los mayores conflictos en la historia de Helix?

Todo había sucedido en efecto dómino, una secuencia de sucesos plagados de risas, soberbia, sarcasmo, tristeza, dolor, amor y repudio. Desde acostarse con un familiar político, pasando de conocer a una sirvienta, ser torturado y, posteriormente recibir el trato de un perro.

Aún y con todo el inexplicable dilema, Zinder Croda hacía amagos por encontrar la acción precisa que indujo el hilo que cambió las reglas del tablero. Un juego cuyo inicio fue dado con la invasión del ejército helixano sobre la zona sur de la capital. La vivienda de los latinos y, numerosos grupos criminales. Entre ellos, el objetivo de la fuerza armada que no tardó en rodear las zonas que operaban estaba claro, matar a todo aquel que llevase un arma.

Los gritos y disparos retumbaban desde la lejanía. Civiles huyendo lo más rápido posible para no ser confundidos que pasaban a un lado del joven que caminaba en dirección contraria, con una calma que reflejaba seguridad.

—¡Es hoy! ¡Es hoy! —los humanos no sabrían a qué dirección ir si vieran al perro con alas de grifo que volaba por encima de Zinder.

Envolvente en un manto despectivo, el chico hizo de oidos sordos para evitar corajes innecesarios respecto a las palabras de lo que el ente demoníaco tenía para vomitar.

—Yo te lo advertí. Te dije que lo mataras antes de que aprendiera a usar al morboso. Tuviste la oportunidad de hacerlo, cobarde —soltó una carcajada—. Si antes tenía mis dudas, ahora confirmo que eres estúpido por naturaleza. Naciste así, y si todo sale mal, morirás siendo el rey de los soberanos pendejos. ¿Qué ganaste con burlarte de sus traumas? Te dije que lo mataras, que él tenía a uno de los siete.

—¿No puedes contra un rey? —infló los pulmones con el aire infectado por la pólvora y el humo de los incendios—. Y pensar que los sirvientes de la bestia marina son de pecho frío.

—Perdimos la ventaja, a ella no le va a gustar —las tenebrosas risas del perro sesaron, comportándose con la misma seriedad que Zinder—. Deja de cambiar el futuro. Puedes provocar una guerra que haría ver a las pasadas como una pelea de inválidos. Si los del otro mundo te descubren... —vaciló—. Solo, no alteres algo a escala mundial. Todo tiene que llegar a su tiempo. Ni un segundo más, ni un segundo menos. Y hace más de tres años que Kendall Pulicic debió morir. ¿Qué tramas? ¿Por qué mantenerlo con vida?

—¿Por qué celebras tanto? —Zinder simuló darle poca importancia al sermón de Glassialabolas—. ¿Qué se celebra hoy?

Tan pronto Zinder lo persuadió, el demonio empleó una vibra llevadera,
—Mira todo el banquete que tengo para mí —las patrullas aún no llegaban a la calle por la que cruzaban, pero el joven entendía a lo que se refería—. Son tantas muertes que no me lo puedo creer. Ochenta larvas sin elegancia, veinte larvas uniformadas. ¡Y esto solo es la entrada!

¿Y por qué no somos sinceros?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora