Capítulo 2

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El chófer del taxi que tomé afuera del aeropuerto me dejó cerca de un negocio de abarrotes.

Por las indicaciones, es seguro que estoy en el lugar correcto; es una tienda acondicionada en una casa de dos pisos, puertas blancas, todas similares, y un gran árbol de tronco delgado en la acera, un poco más alto que la propia casa.

Moví la puerta del establecimiento con suavidad para ingresar.

—¿Hola? —le hablé al empleado, un hombre viejo y robusto, lleno de cabello en casi toda la cara.

Bajó su diario, se retiró el cigarrillo de la boca para ponerlo en un cenicero, después recargó la mano en el mostrador y me miró. No me he retirado la mascarilla, por lo que igual y le di desconfianza.

—...

—Busco a Mauricio —dije.

Agarró su cigarrillo nuevamente y lo golpeó con un dedo para tirar la ceniza. También volvió a situar el diario con el fin de seguir leyendo.

—Al final de la calle, a la izquierda —indicó con una voz aguardentosa.

Salí al ver que ya no tenía nada que decirme.

Encaminé a la derecha, hasta la zona verde. Admito que me inquietó el acercarme a cualquier cosa, por lo que preferí andar en medio de la angosta calle, e igual cada tanto miraba detrás de mí. El eco hace que mis pisadas suenen atrás y adelante.

En fin, di la vuelta a la izquierda, siguiendo el camino marcado por el paso humano.

Y ahí estaba, «la pequeña casa detrás de la palmera». Sí que era pequeña.

Luce en buen estado, aunque solitaria, al igual que el resto de la calle. Me asomé por la única ventana, sin embargo, la cortina negra y los vidrios sucios no me dejaron ver nada al otro lado.

Toqué la puerta de madera, esperé durante casi cinco minutos y, cuando iba a volver a llamar, escuché que arrancaron una madera. El mutismo volvió un par de segundos y me vi obligada a tocar una vez más con el puño, hasta que por fin abrió.

Lo vi desde abajo hacia arriba, inspeccionando el estado de su cuerpo, el cabello, la ropa... Me partió el alma verlo así, en este estado tan deplorable. Al llegar a sus ojos vidriosos, creí que iba a llorar delante de él.

—Derek, te ves horrible —hablé para mí.

Está hecho un desastre; lleva los pantalones rasgados, no se ha afeitado en un largo tiempo, ni un corte de cabello se ha hecho; y esas ojeras, ni siquiera yo las he llegado a tener en ese tono.

Lo abracé. Se quedó inerte con los brazos abiertos y poco a poco me apretó hasta que me devolvió el gesto de la manera que correspondía.

Hundió la cara en mi cabello, al igual que yo en el suyo.

Está muy delgado, siento sus huesos en mis manos, como si fueran a romperse en cualquier momento.

Por lo menos está vivo; en algún momento lo llegué a dudar.

Nos separamos.

—Pasa... —indicó en un tono en extremo cansado.

Entré en el preciso instante en que se escuchó el motor de un auto cerca. Derek cerró la puerta y colocó tres seguros.

No hay muchas cosas en lo que parece ser la sala, cocina y baño en el mismo espacio. Hay un pequeño sofá gastado, dos sillas frente a una mesa y una parrilla sobre la misma.

¿Así ha estado viviendo todo este tiempo?

Pensando en lo que tuvo que pasar, tuve un remordimiento en la conciencia al recordar la cantidad de veces que me quejé de lo que me tocó vivir con Alexey cuando, de hecho, me fue muy bien en comparación.

[7] CCC_Henko | TERMINADA | ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora