𝐂𝐚𝐭𝐨𝐫𝐜𝐞

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En el amanecer de un nuevo día, María,  madre de Jun, tomó la decisión de que no asistiria Jun al colegio una vez más, sintiendo que necesitaba descansar después de los acontecimientos del día anterior. El sol comenzaba a iluminar la ciudad mientras el joven desde su habitación se acomodaba para disfrutar de un merecido sueño adicional.

En las cercanías del colegio, el panorama era agitado y lleno de actividad. Padres y madres acompañaban a sus hijos, despidiéndose con cariño antes de ingresar a la escuela. Alumnos charlaban entre sí, algunos con emoción, otros con risas, compartiendo historias y anécdotas antes de la primera campana del día.

En los pasillos, se veían grupos de estudiantes conversando y riendo, formando el típico bullicio de la mañana. Profesores y profesoras organizaban sus clases, preparándose para recibir a los jóvenes inquietos. Era un nuevo día en la escuela, lleno de expectativas y oportunidades para aprender y crear memorias.

Claramente sus amigos de soccer se dieron cuenta que el estaba perdido al momento de iniciar un partido muy importante, básicamente la final de un torneo realizado por el colegio.

El ambiente en el partido estaba cargado de tensión. Era la final del torneo escolar, y los chicos de séptimo grado se enfrentaban a un equipo de octavo grado que se consideraba superior. A medida que avanzaba el partido, la ausencia de Jun, la preocupación de Robert y su falta de concentración eran notables.

Cuando el entretiempo llegó, sus amigos del equipo de fútbol no pudieron evitar notar que Robert no estaba jugando como solía hacerlo. Decidieron acercarse a él y expresar su inquietud. Gabriel, uno de sus amigos, fue el primero en hablar.

Gabriel: ¿Por qué no juegas bien? Estamos perdiendo contra octavo, ¡dijimos que no perderíamos contra ellos en la final!

Robert pareció distraído y preocupado. Sus amigos notaron la preocupación en su rostro y quisieron saber qué estaba pasando.

Robert: Perdón, chicos, lo que pasa es que estoy pensando en... en Jun. Hoy no vino. - Robert miró al suelo, algo apenado.

Vale Vale, luego piensas en tu novio. ¡Ahora juega con nosotros! ¡Es la final! - dijo Gabriel con un tono de voz decidido.

Robert: ¿Qué? - Robert se sorprendió por la mención de "novio" y se sonrojó levemente.

El resto de los chicos decidió darle un espacio a Gabriel para que intentara animar a Robert. Mientras se retiraban para tomar agua y hablar con algunas amigas, Gabriel continuó su charla con Robert.

Gabriel: No creas que no sabemos que te gusta Jun desde el primer día que lo viste. Se notó en tu rostro cuando viniste después de hablar con él, sonriente y con la mirada perdida en todas las clases. Sonríes, pero no tanto durante el juego.

Robert: Bueno, puedo explicarlo...

Gabriel: No digas que no te gusta, ¿eh? Porque si no, los chicos le contarán a Jun. Ya sabes cómo son.

Robert: Cierto, pero... ¿ellos no dirán nada? Yo pensaba que nadie del salón sabía, pero parece que sí saben.

Gabriel: Jaja, para algunas cosas eres un poco tonto, Robert. No te preocupes por eso, los chicos no dirán nada. ¿Ahora vamos a demostrar de qué está hecho séptimo grado? ¡Vamos a ganar! -le da su mano-

Robert: -coge su mano- ¡Si, vamos!

Después de esa charla, Robert se reunió con sus amigos y el equipo en el campo, decidido a dar lo mejor de sí en el partido. Su conversación con Gabriel lo hizo darse cuenta de que no debía dejar que sus preocupaciones personales afectaran su rendimiento en el juego. La final estaba en juego, y debían luchar con determinación y unidad.

Robert: Bien, perdónenme, chicos. Aún quedan 30 minutos y solo estamos perdiendo por un gol. ¡Así que a ganar se ha dicho! No podemos permitir que todas nuestras horas de entrenamiento y nuestros anteriores partidos se vean opacados. ¡Hoy es la final! ¡Vamos que se puede!

Un coro de voces respondió afirmativamente al unísono.

Todos tomaron un poco más de agua antes de volver al campo. Gabriel aplaudió la intervención de Robert.

Gabriel: Bien dicho, Capitán. Ahora sí... ¡juguemos en serio! -truenan sus dedos y se va-

Después de esa charla, el partido se reanudó con un nuevo espíritu. Todos los jugadores de séptimo grado mejoraron su rendimiento. Dieron pases precisos, realizaron jugadas impresionantes y lucharon por recuperar el balón. Después de un tiempo, se escuchó un grito unísono de ¡GOL! Todos se alegraron por empatar, aunque todavía quedaban 15 minutos de juego. El partido no acababa hasta que se cumplieran los 60 minutos reglamentarios.

Iniciaron de nuevo, con jugadas emocionantes de un lado y del otro. Los adversarios defendían su área con tenacidad y atacaban con rapidez. El arquero de séptimo grado se esforzó al máximo para detener los tiros de octavo, recibiendo algunos golpes y rasguños en el proceso, pero demostrando su valía. Las chicas que observaban desde la grada no podían evitar mirar al arquero.

Faltando solo 5 minutos, se escuchó nuevamente un grito de ¡GOL! Esta vez, séptimo grado marcó su segundo gol, gracias a un penal a su favor. Robert fue el encargado de ejecutar el penal, demostrando así su habilidad como jugador y capitán.

El equipo de octavo grado no se rindió y siguió intentando anotar un gol para empatar el partido. Sin embargo, justo cuando los minutos finales se agotaban, sonó el silbato del director.

Director: ¡Tiempo finalizado, chicos! Gana 7mo grado por 2-1.

El equipo de séptimo grado celebró su victoria con alegría y satisfacción, demostrando que, cuando trabajan juntos y se apoyan mutuamente, pueden superar desafíos y alcanzar el éxito.

Después del emocionante partido que culminó con la victoria de séptimo grado, los jugadores se abrazaron y saltaron de alegría, gritando y celebrando su éxito. La emoción era palpable, y finalmente habían alcanzado el título de campeones de fútbol de la escuela. Algunos coreaban "¡Somos los campeones!" mientras otros simplemente disfrutaban del momento con sonrisas en sus rostros.

La noticia de la victoria se extendió rápidamente por toda la escuela. Estudiantes de otros cursos felicitaban a los jugadores de séptimo grado mientras se dirigían a las duchas y regresaban a sus aulas. La emoción y la camaradería se sentían en cada rincón del colegio.

En el caso especial de séptimo grado, los maestros decidieron hacer una fiesta para celebrar la victoria. Solicitaron permiso al director, quien, dado el evento especial, lo concedió. En lugar de su última clase, que solía ser Arte, los estudiantes de séptimo grado disfrutaron de un tiempo libre para celebrar su logro. La alegría y la celebración llenaron el salón de clases, donde compartieron risas, historias sobre el partido y comida deliciosa.

El ambiente festivo y el sentimiento de logro unieron aún más a los estudiantes de séptimo grado, creando recuerdos imborrables de su victoria en el torneo de fútbol de la escuela.

El ambiente festivo y el sentimiento de logro unieron aún más a los estudiantes de séptimo grado, creando recuerdos imborrables de su victoria en el torneo de fútbol de la escuela

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"A veces, extrañar a alguien es más doloroso que estar solo."

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