Capítulo 3: Pain

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—Mmgh —jadeó echando su cabeza hacia atrás y agarrando con fuerza el cabello negro y rizado del chico que permanecía arrodillado frente a él, devorando su miembro con su boca.

Se encontraba en una fiesta en un barrio de mala muerte, por los suburbios de Seúl. Los últimos dos días estaban demasiado borrosos en su cabeza. Solo recordaba por pedazos estar en lugares llenos de gente y tomando hasta caer desmayado. Se había sentido enojado y muy frustrado luego de que Jungkook se marchara así con ese perro faldero que se había conseguido ahora. No comprendía que pasaba con él.

—Ahh~ Jungkook —gimió con fuerza, embistiendo la cavidad bucal del chico cuando este hizo el intento de alejarse.

—Ughh ¡detente! —el muchacho logró apartarlo, y se quedó observándolo con el ceño fruncido mientras pasaba una mano por sus labios—. Te dije que mi nombre es Jungshin, no Jungkook.

—Por supuesto que no eres Jungkook —sonrió ladinamente tomando su mentón—. Jungkook es la cosita más preciosa y sensual que he visto en toda mi jodida vida, no hay ningún punto de comparación entre ustedes.

Jungshin lo abofeteó completamente ofendido por sus palabras y se marchó del cutre baño al que lo había arrastrado el rubio entre besos y toqueteos. Solo suspiró pasando una mano por su cabello.

¿Qué habían sido esas palabras? Era obvio que solo las había dicho gracias a todo el alcohol en su sistema.

Esa era la excusa que se daba a sí mismo para no admitir que extrañaba al menor y que se había muerto de celos al verlo al lado de ese chico castaño. De todos modos ¿quién rayos era ese?
¿Es ese el amor qué decía sentir por él? Apenas habían pasado un par de semanas y ya andaba con otro, lo peor de todo es que eso lo jodía un mundo.

Sin ser demasiado consciente de sus actos salió de aquel lugar y caminó hasta encontrar un taxi. Eran alrededor de las 3:00 am y no tenía idea de lo que estaba haciendo, solo supo que minutos después se encontraba observando la fachada del edificio de Jungkookie.
Como pudo se encaminó hacia el ascensor, presionando varios pisos mientras soltaba una risita y observaba su miembro aún duro bajo sus pantalones. En todo el camino su erección no había menguado porque de solo pensar en que volvería a ver a Jeon un cosquilleo excitante recorría su cuerpo.

Quería follarlo.

Sentía unas ganas voraces de enterrarse bien profundo en su interior, de besar sus labios rosados y acariciar su piel su piel impoluta y suave con olor a lavanda, de ver su rostro contraído por el placer y escuchar sus gemidos en su oreja hasta el amanecer.

Dio un par de toques fuertes en la puerta color caoba pues sabía que despertar a Jungkook no era tarea fácil. Un minuto después la puerta se abrió, dejando ver al pelinegro con solo una camisa grande algo desgastada y un bóxer negro. Su cabello estaba alborotado y un par de mechones caían sobre su rostro de manera adorable, su cara incluso estaba un poco hinchada y sus ojos entrecerrados y somnolientos.

—Jimin hyu... —comenzó a hablar sorprendido de ver al mayor allí, pero los labios pomposos de este lo interrumpieron, tomando los suyos en un beso que casi rayaba lo salvaje.

Lo empujó hacia dentro sin dejar de besarlo, sintiendo los débiles forcejeos del menor. Sabía que no estaba haciéndolo con todas sus fuerzas, porque Jungkook podía mandarlo al otro lado del salón de un solo empujón si así lo quisiera. Estaba claro para él que Jeon sentía cierta debilidad por sus besos, por él, en general.

Mordió el labio inferior del mencionado escuchándolo jadear y aferrarse a su cuello, tomando mechones de su cabello rubio entre sus dedos.
Correspondió al beso con la misma pasión y hambre que él, soltando sonoros suspiros cuando su lengua experta se escabullía en su cavidad bucal.

Todo lo que necesito (JiKookmin)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora